Diversas personas oyeron decir, no una, sino muchas veces, a Alberto Magno, Ministro General que fue de Predicadores, de cierto hombre cuya vida era de buen ejemplo, y en los ojos de todos, buena y santa, que, estando enfermo, y de enfermedad muy penosa, que rogó a Dios con lágrimas que con la muerte pusiese fin a tanto mal y tormento como padecía en aquella enfermedad. Apareciósele un ángel, y díjole que Dios había oído su oración, y que le daba a escoger, o que estuviese tres días en Purgatorio, o un año la enfermedad que tenía, y que, cumplido, iría luego al Cielo. El enfermo, que sentía la pena presente y no tenía experiencia de la ausente, dijo:
- Yo quiero morir luego, y no sólo tres días, sino cuanto más fuere la voluntad de Dios ser atormentado en el Purgatorio.
- Sea como dices -dijo el ángel.
Y en la misma hora murió, y su alma fue a Purgatorio. Pasó un día, y visitóle el ángel en su tormento, diciéndole:
-¿Cómo te va, alma que escogiste tres ddías de Purgatorio por no padecer un año de enfermedad?
Respondióle la alma:
-¿Y vos sois ángel? No debéis serlo, quue los ángeles no engañan. Me dijiste que estaría tres días en estas penas, y han pasado muchos años y no me veo libre de ellas.
El ángel le dijo:
- No los muchos años, sino lo terrible del tormento te fuerza a decir lo que dices, porque de los tres días sólo uno has estado en Purgatorio. Mas si te agrada hacer nueva elección, tu cuerpo no está aún sepultado, puedes volver a él, y por un año padecer la enfermedad que tenías.
Respondió el alma:
- No sólo un año, sino hasta la fin del mundo quiero más padecer el tormento y pena de la enfermedad que los dos días que quedan de Purgatorio.
Fue vuelta el alma al cuerpo, y no sólo padeció con paciencia la enfermedad, sino que refiriendo a muchos lo que le había sucedido, los exhortó a penitencia. Lo dicho es de Gulielmo, en el libro De Apibus.
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