San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final

lunes, 19 de mayo de 2014

El eneagrama, esoterismo y ocultismo disfrazados de psicologismo transpersonal


(extraído de: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=35620)
Recibo la siguiente consulta de un lector del Blog: Me gustaría su opinión sobre el eneagrama. Soy una persona comprometida con mi Fe. Tanto  mi mujer como algunos de mis hijos también se interesan por el eneagrama y han hecho cursos con un sacerdote jesuita, el Padre Bradley, en Buenos Aires, Capital.

Personalmente no me "CIERRA" los argumentos a favor. Me mantengo informado sobre los documentos de la Iglesia y trato de llevar una vida conforme a mis principios católicos.
Gracias por leer este mail, y espero de Ud. sus reflexiones sobre el tema.
Eduardo Corominas

CONTESTACIÓN

Amigo Eduardo, contesto a tu pregunta sobre el ENEAGRAMA. Me baso en los estudios del Padre Jordi Rivero y espero que te ayude a discernir cristianamente esta aberración:

 El "eneagrama" lleva más de veinte años presentándose como un "método de crecimiento espiritual" para "conocerse uno mismo" según "arquetipos de personalidad".  Se promueve como una ayuda para adquirir "balance e integridad personal".

Es hora de decir la verdad para evitar que el eneagrama continúe haciendo daño. En 1991, Catholics United for the Faith publicó la devastadora crítica de Tim Pickford sobre el eneagrama titulada: Evaluation of Enneagram Spirituality. Basándose en los libros a favor del eneagrama, Pickford demuestra que éste método distorsiona los evangelios, contradice la doctrina católica, confunde el lenguaje y por consecuencia es una amenaza a la fe. El eneagrama carece de fundamento tanto en la tradición cristiana como en la ciencia. Se justifica como sicología pero en realidad está lleno de creencias esotéricas en "sabiduría secreta" procedente de una amalgama de fuentes gnósticas.

Breve historia
El eneagrama fue popularizado en el Occidente por Georges I. Gurdjieff (1870-1949), por su discípulo Piotr D. Ouspensky y, en la década de los 60, por el boliviano Oscar Ichazo.

Desde joven, Gurdjief estaba fascinado con todo tipo de conocimiento esotérico: el ocultismo, la comunicación con los muertos, la magia, las sociedades secretas. En busca de estos conocimientos viajó extensamente y, según él cuenta, encontró la Hermandad de Samouni, fundada en Babilonia unos 2500 años antes de Cristo. Allí obtuvo conocimientos esotéricos que sintetizó con otros adquiridos en sus lecturas y viajes. Para el año 1922 enseñaba "cristianismo esotérico" en Paris.

Según sus discípulos, Gurdjief enseñaba que el eneagrama es un símbolo universal del cosmos y, como tal, es una fuente de conocimiento sobre el cosmos basado en leyes matemáticas. Según el, "todo conocimiento puede ser incluido en el eneagrama y con la ayuda del eneagrama puede ser interpretado. Y en esta conexión, el hombre conoce, es decir, entiende, solo lo que es capaz de poner en el eneagrama".

Oscar Ichazo también ayudo mucho a desarrollar el eneagrama. Desde su adolescencia, en la década de los 40, participó en grupos esotéricos buscando técnicas para alterar la conciencia, entre estas, el zen, el sufismo, la Kabbalah, la yoga, el budismo, el confusionismo, el I Ching  y las enseñanzas de Gurdjief.  En 1964, al salir de un estado de "éxtasis divino" que lo mantuvo una semana en coma, Ichazo decidió dedicarse a enseñar. Eventualmente estableció los "Institutos Arica" en varias ciudades. El entrenamiento en estos institutos incluye preparación y medios para encontrarse con seres superiores y con el "maestro interior" llamado "Tub".

Fue Ichazo el que introdujo en el eneagrama la correlación de sus nueve puntos con nueve tipos de personalidad. Según Ichazo, cada persona nace como "esencia pura", pero para sobrevivir, se encuentra forzado a desarrollar una personalidad que será su ego. En algún momento entre la edad de los 4 y los 6 años, escoge uno de las 9 patrones básicos de pensamiento. Cada uno de estos patrones de pensamiento está conectado con un patrón de comportamiento. Esta personalidad escogida es la causa de la infelicidad. Entonces, para ser feliz, la persona debe regresar a su esencia, compensando por su "fijación del ego". Esto se logra cultivando el patrón de pensamiento y comportamiento opuesto y complementario al suyo.  Debe hacer ejercicios especiales como meditación y las posiciones de mano al estilo budista (mudras). Como nada de esto tiene fundamento en la razón, Ichazo dice haber descubierto los tipos de personalidad del eneagrama durante uno de sus éxtasis y bajo la influencia de un ángel. 

Algunos libros sobre el eneagrama han adoptado teorías sicológicas de Freud y Jung queriendo darle credibilidad. Esta táctica no debe engañarnos pues la gran influencia de estos hombres sobre el pensamiento moderno ha socavado la fe y la moral. Sin embargo sus ideas se aceptan como dogmas con los que se pretende juzgar a las doctrinas cristianas. 

Distorción doctrinal

La doctrina sobre el pecado se redefine en términos de limitaciones del tipo de personalidad y, ya que todas las personalidades tienen sus limitaciones intrínsecas, el pecado se percibe como algo inevitable y fuera de la responsabilidad personal. 

La salvación. Si el pecado es causado por la personalidad, la solución que propone el eneagrama es compensar a base de cultivar la personalidad opuesta. Se olvida la necesidad de la redención por Cristo, del arrepentimiento y la conversión.

El eneagrama pretende ayudarnos a "descubrirnos a nosotros mismos", basado en un método que no concuerda con las enseñanzas cristianas. Debemos reiterar que hoy y siempre, es Jesucristo quien nos revela la verdad sobre el hombre y nos da la gracia para ser plenamente humanos. Solo El es el Camino, la Verdad y la Vida.

Un saludo.
Juan García Inza
Juan.garciainza@gmail.com

domingo, 11 de mayo de 2014

¿Qué dice la Iglesia sobre el satanismo?

Luis Santamaría
Ante el anuncio de una “misa negra” convocada por el Templo Satánico en la Universidad de Harvard, la Archidiócesis de Boston (EE.UU.) ha expresado su tristeza y su fuerte oposición. Muchos se preguntan: ¿qué dice la Iglesia sobre la adoración demoníaca? Y, yendo a los principios, ¿de verdad existe el Diablo según la fe cristiana, o es sólo un símbolo o metáfora del mal?

Satanás, un ser personal

La Biblia afirma la existencia del Demonio. Son muchos los lugares de la Sagrada Escritura en los que aparece como un ser personal que tienta al ser humano, como enemigo de su felicidad, porque es por naturaleza opuesto a Dios. En los evangelios es una figura importante, y se observa la acción de Jesús exorcizando (expulsando demonios) y venciendo su poder. Lo llama “padre de la mentira” y “homicida desde el principio” (Jn 8, 44). En las tentaciones le dice claramente que sólo a Dios se debe adorar, aunque Satanás pretenda ese culto por parte del hombre (Mt 4, 10). La doctrina de la Iglesia lo ha afirmado desde siempre, y esta convicción aparece también en la liturgia, además de existir el ministerio del exorcista. Los diablos son ángeles creados buenos por Dios, pero que lo rechazaron en el uso de su libertad (caída). Su elección rebelde es irrevocable, y desde entonces intentan seducir al hombre (Catecismo de la Iglesia Católica 391-395, 538-540).

El Papa Francisco ha sorprendido a muchos por sus repetidas alusiones al Diablo en sus intervenciones, sobre todo en la predicación de la Misa que preside a diario. El 11 de octubre de 2013 dijo con claridad: “por favor, no hagamos tratos con el demonio”. Y recordó: “La presencia del demonio está en la primera página de la Biblia y la Biblia acaba también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio”. Siguiendo las palabras de Jesús en el evangelio, exhortó a los fieles a “velar, velar contra el engaño, contra la seducción del maligno”. Y terminó subrayando que Cristo “ha venido a luchar por nuestra salvación, Él ha vencido al demonio”.

El culto demoníaco, una forma de idolatría

La fe en el Dios único, tanto en el cristianismo como en los demás cultos monoteístas, excluye la adoración de otros seres o cosas que no sean Él. En la Biblia son abundantes las referencias negativas a la idolatría, ya que los ídolos acaban exigiendo la sangre de los hombres, mientras que el Dios verdadero se ha encarnado y ha derramado su propia sangre para salvar a los hombres. Al establecer su alianza con el pueblo elegido, Dios exige exclusividad de culto en una relación de amor única, Él es el único Señor de su pueblo (Dt 6, 13-16).

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que la idolatría “es una tentación constante de la fe” que “consiste en divinizar lo que no es Dios”. Por eso, hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc.” (n. 2113). La enseñanza católica también rechaza “el recurso a Satán o a los demonios” como forma de adivinación, ya que cualquier forma que tome ésta no deja de ser “un deseo de grajearse la protección de poderes ocultos” (nn. 2116-2117).

¿Cuál es la relación entre Satanás y el ocultismo?

Entrevistado en 1999 sobre este tema, el cardenal Joseph Ratzinger dijo a la revista 30 Giorni que “sin el demonio, que provoca estas perversiones de la creación, no podría existir todo este mundo del ocultismo y de la magia”. ¿Y cómo actúa Satanás en este medio? “Se ofrece una entidad aparentemente divina que nos inspira sobrenaturalidad. En cambio, no son más que una parodia de lo divino. Poderes, pero poderes en decadencia, simples ironías contra Dios”. Así, el llamado padre de la mentira ejerce como tal en la acción mágica y ocultista, ya que en estos fenómenos “encontramos realmente la mentira en su más alto estado de pureza”, al creer el hombre que domina el mundo de esta manera, cayendo finalmente en la autodestrucción.

Las palabras críticas de Ratzinger a este respecto son tajantes, expresando una profunda convicción creyente: “pongamos que una persona entre a formar parte de una secta o de un grupo mágico. Se convertirá en un esclavo no sólo del grupo –que de por sí ya sería grave por lo que comporta de alienación total de la persona la pertenencia a estas sectas–,  sino que será esclavo de la realidad que se encuentra detrás del grupo, esto es, una realidad realmente diabólica. Y de esta manera el hombre se dirigirá hacia una autodestrucción siempre más profunda, peor que la de las drogas”.

¿Qué piensa la Iglesia sobre los cultos satánicos?

Hay que partir de la afirmación que hace la fe católica de que “toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas” (Gaudium et spes 13). Ya en el rito del bautismo de niños (o en el caso de la iniciación cristiana de los adultos, en algunos momentos del proceso previo) se unge con el óleo de los catecúmenos y se exorciza para preparar a la persona para la lucha contra el mal.

Pero, yendo a lo concreto de la adoración del Diablo, podemos citar a San Cirilo de Jerusalén, que en sus catequesis bautismales señala, al hablar sobre las diversas formas de idolatría, que “también han sido adorados la serpiente y el dragón, émulos de aquel que nos arrojó del paraíso, mientras el que creó el paraíso ha sido despreciado” (Catequesis VI, 10). En el fondo, cualquier forma de culto satánico es una opción por el Diablo frente a la fe en Dios, algo que aparta radicalmente al ser humano de la comunión con quien lo ha creado y lo quiere salvar. Además, se está poniendo en el lugar de Dios a una criatura, que no puede ponerse –como algunos pretenden– en igualdad de condiciones con Él, como si fueran dos principios equiparables del bien y del mal.

Asociarse a Satanás no puede traer consigo otra cosa que unirse a su acción destructora de la felicidad del hombre. Él sólo quiere su perdición, y si de Dios sólo pueden venirnos bendiciones, del ángel rebelde sólo podemos esperar maldiciones, a pesar de todas sus promesas de vida feliz, emponzoñadas por la mentira, tal como fue desde el principio: “¿cómo es que Dios os ha prohibido comer de este árbol?... No moriréis… Seréis como dioses” (Gn 3, 1-5). Como afirmaba en 1997 Angelo Scola en L’Osservatore Romano, cuando hablamos del satanismo “no nos encontramos frente a una simple debilidad humana, sino frente a una opción libre y radical contra Dios, que debe ser considerada, en su aspecto objetivo, como pecado mortal”.

Sacrilegios y posesiones

Tampoco podemos olvidar que en muchos casos los ritos satánicos suponen una parodia o imitación a la inversa de la Misa (y de ahí sus denominaciones de “misa negra” o “misa roja”), e incluyen en ocasiones la profanación del sacramento de la Eucaristía. Un sacrilegio que atenta contra lo más sagrado que tiene la Iglesia, que es el mismo Cristo presente en las especies sacramentales. Según el Código de Derecho Canónico, quien se lleva el Cuerpo de Cristo con una finalidad sacrílega, “incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica” (c. 1367).

Un tema importante es la posición en la que queda la persona que toma parte en cualquier forma de rito satánico, ya que se ha sometido al Diablo de forma cultual (ya sea con la convicción de que adora a un ser personal, ya sea con una mentalidad simbólica). De esta forma, los practicantes del satanismo son más propensos a la acción directa, extraordinaria y dañina del Maligno, en un arco que va desde las influencias y vejaciones hasta el fenómeno de la posesión en su extremo más grave. Ante estas situaciones, la Iglesia propone como remedio ordinario la vida sacramental, la caridad y el testimonio apostólico, y como remedio extraordinario el exorcismo, con la convicción de que Cristo ha vencido a Satanás para siempre.

miércoles, 7 de mayo de 2014

El purgatorio, narrado por quienes han estado allí




La tradición litúrgica ha expuesto desde el inicio de los tiempos la existencia de una condición en que permanecen las almas después de la muerte y se purifican para poder alcanzar en algún momento la gloria plena. Es el Purgatorio, que proviene del latín “purgare”, y que es narrada en el catecismo de la Iglesia Católica como un estado intermedio donde están “los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados” (1030).

Esta purificación que perfecciona la sanación y liberación es una realidad escatológica, verdad de fe, que ha sido proclamada desde los primeros tiempos del cristianismo, afirmada por santos, Papas y el testimonio de la propia Virgen María en algunas de sus apariciones. Al respecto, lee nuestra Q&A: ¿Qué es el Purgatorio?

Un “fuego de amor”

Benedicto XVI abordó este dogma de fe durante una catequesis en enero de 2011, donde precisó que el purgatorio no era tanto un “espacio”, sino un “fuego interior” que purifica a la persona y la hace capaz de contemplar a Dios.

En aquella ocasión, el Sumo Pontífice se valió de las palabras que siglos antes había expresado Santa Catalina de Génova, quien transmite en su obra Tratado del Purgatorio una revelación particular… Experiencia mística donde describe que “el alma separada del cuerpo, cuando no se halla en aquella pureza en la que fue creada, viéndose con tal impedimento, que no puede quitarse sino por medio del purgatorio, al punto se arroja en él, y con toda voluntad”.

Con extraordinaria precisión, esta mujer italiana que vivió en el siglo XVI, describe esta experiencia que la llevó a renegar de la vida mundana que había llevado hasta entonces, iniciando un apostolado de cuidado a los enfermos para amar en ellos a Cristo. “No creo que sea posible encontrar un contento comparable al de un alma del purgatorio, como no sea en el que tienen los santos en el Paraíso. Y ese contentamiento crece cada día por el influjo de Dios en esas almas y más a medida que se van consumiendo los impedimentos que se oponen a ese influjo”.

Doctrina de fe

La certeza del Purgatorio nace en la Sagrada Escritura y posteriormente los doctores de la Iglesia –como San Agustín, Gregorio Magno y San Crisóstomo- han formulado una extensa y enriquecedora doctrina de fe. Estos planteamientos sobre el Purgatorio fueron respaldados por los sagrados concilios de Florencia, en 1439 y de Trento, en 1563. Pero también están refrendados por testimonios de decenas de personas, quienes exponen sobre la existencia de almas que buscan la comunión plena con Dios.  

Uno de estos valiosos tesoros lo comunica Santa María Faustina Kowalska, religiosa polaca canonizada el 2001 por el papa Juan Pablo II. Viviendo su vocación a comienzos de 1930, fue testigo de diversas apariciones de Jesús en la advocación de la Misericordia. Fue el propio Hijo de Dios quien le reveló aquello que la santa narra en su diario de vida.

Señala Faustina que guiada por su Ángel de la Guarda visitó el Purgatorio…  “Me encontré en un lugar nebuloso, lleno de fuego y había allí una multitud de almas sufrientes. Estas almas estaban orando con gran fervor, pero sin eficacia para ellas mismas, sólo nosotros podemos ayudarlas. Las llamas que las quemaban, a mí no me tocaban. Mi Ángel de la Guarda no me abandonó ni por un solo momento. Pregunté a estas almas: ¿Cuál era su mayor tormento? Y me contestaron unánimemente que su mayor tormento era la añoranza de Dios. Vi a la madre de Dios que visitaba a las almas en el Purgatorio. Las almas llaman a María la «estrella de mar». Ella les trae alivio. Deseaba hablar más con ellas, sin embargo mi Ángel de la Guarda me hizo seña de salir. Salimos de esa cárcel de sufrimiento. Oí una voz interior que me dijo: «Mi misericordia no lo desea, pero la justicia lo exige»”.
El amigo de Padre Pío que estuvo en el purgatorio

Fray Daniele Natale, fue un sacerdote capuchino italiano que se dedicó a misionar en medio de tierras hostiles durante la Segunda Guerra Mundial. Socorría con prisa a los heridos, enterraba a los muertos y ponía a salvo los objetos litúrgicos. En este escenario transcurría su misión cuando en 1952, en la clínica “Regina Elena”, le diagnosticaron un cáncer de bazo.

Con esta triste noticia se fue a ver al Padre Pio, su amigo y guía espiritual, quien le insistió tratar su enfermedad. Fray Daniele viajó a Roma y encontró al especialista que le habían recomendado, el doctor Riccardo Moretti. Este médico, al principio, no quería realizar la operación, porque estaba seguro de que el paciente no iba a sobrevivir. Al final, sin embargo, influenciado por un impulso interior, decidió internarlo.

La intervención se llevó a cabo al día siguiente por la mañana. Fray Daniele, a pesar de que le habían administrado la anestesia, siguió consciente. Sentía un gran dolor, pero no lo manifestaba; al contrario, estaba satisfecho de poder ofrecer su sufrimiento a Jesús. Al mismo tiempo, tenía la impresión de que el dolor que estaba sufriendo, estaba purificando cada vez más su alma de pecados. Al cabo de un momento sintió que se dormía. Los médicos, sin embargo, afirmaron que después de la intervención, el paciente había entrado en coma y permaneció en este estado durante tres días, tiempo en que después falleció. Se expidió el certificado médico de su defunción y acudieron los familiares para rezar por el difunto. Sin embargo, pasadas unas horas, para asombro de los allí reunidos, de repente el muerto volvió a la vida.

Tres horas de purgatorio

¿Qué le había pasado a Fray Daniel durante aquellas escasas horas? ¿Dónde había estado su alma? Prontamente el religioso capuchino contaría su propia experiencia con el purgatorio en el libro Fra Daniele raconta… . De este escrito, les compartimos los siguientes fragmentos:

“Yo estaba de pie delante del trono de Dios. Lo vi, pero no como un juez severo, sino como un padre afectuoso y lleno de amor. Entonces me di cuenta de que el Señor lo había hecho todo por amor mío, que había cuidado de mí desde el primer hasta el último instante de mi vida, amándome como si fuera la única criatura existente sobre esta tierra. Me di cuenta también, sin embargo, de que no sólo no había correspondido a este inmenso amor divino, sino que lo había descuidado del todo. Fui condenado a dos-tres horas de purgatorio. «Pero, ¿Cómo? -me pregunté- ¿Sólo dos-tres horas? ¿Y después voy a permanecer para siempre junto a Dios, eterno Amor?». Di un salto de alegría y me sentí como un hijo predilecto. (…) eran unos dolores terribles, que no se sabe de dónde venían, pero se sentían intensamente. Los sentidos que más habían ofendido a Dios en este mundo: los ojos, la lengua… sentían mayor dolor y era una cosa increíble, porque ahí en el Purgatorio uno se siente como si tuviera el cuerpo y conoce, reconoce a los otros como ocurre en el mundo”.

Mientras tanto -explica- no habían pasado más que unos pocos momentos de esas penas “y ya me parecía que fuese una eternidad. Entonces pensé en ir a un hermano de mi convento para pedirle que rezara por mí, que yo estaba en el Purgatorio. Ese hermano se quedó maravillado, porque sentía mi voz, pero no veía mi persona, y él preguntaba «Dónde estás?,¿Por qué no te veo?» (…). Sólo entonces me di cuenta de estar sin cuerpo. Me contentaba con insistirle en que rezara mucho por mí y me fui de allí. «Pero, ¿Cómo? –me decía a mí mismo- ¿No deben ser sólo dos- tres horas de purgatorio…? ¡y ya han pasado trescientos años!» al menos así me lo parecía. De repente se me aparece la Bienaventurada Virgen María y le supliqué, le imploré diciéndole «¡Oh, Santísima Virgen María, madre de Dios, obtén para mí del Señor la gracia de retornar a la tierra para vivir y actuar sólo por amor de Dios!». Me di cuenta también de la presencia del Padre Pío y le supliqué también a él: «Por tus atroces dolores, por tus benditas llagas, Padre Pío mío, reza tú por mí a Dios para que me libere de estas llamas y me conceda continuar el Purgatorio sobre la tierra». Después no vi nada más, pero me di cuenta de que el Padre Pío le hablaba a la Virgen. Después de unos instantes se me apareció de nuevo la Bienaventurada Virgen María (…) ella inclinó su cabeza y me sonrió. En aquel preciso momento recuperé la posesión de mi cuerpo (…) con un movimiento brusco, me liberé de la sábana que me cubría. (…) los que me estaban velando y rezando, asustadísimos se precipitaron fuera de la sala para ir en busca de los enfermeros y de los doctores. En pocos minutos en la clínica se armó un jaleo. Todos creían que yo era un fantasma”.

Al día siguiente, por la mañana, Fray Daniele se levantó por sí mismo de la cama y se sentó en un sillón. Eran las siete. Los médicos pasaban normalmente alrededor de las nueve. Pero ese día, el doctor Riccardo Moretti, el mismo que había redactado el certificado médico de defunción de Fray Daniele, había llegado más temprano al hospital. Se paró en frente de él y con lágrimas en los ojos le dijo: «Sí, ahora creo en Dios y en la Iglesia, creo en el padre Pío…».

Fray Daniele, tuvo ocasión para compartir más de cuarenta años con el rostro de Cristo sufriente hasta el 6 de julio de 1994, fecha en que falleció a los 75 años en la enfermería del convento de los Hermanos Capuchinos de san Giovanni Rotondo. Durante 2012 se abrió una causa de beatificación y es hoy considerado Siervo de Dios.

martes, 6 de mayo de 2014

Doctrina católica sobre el Demonio



Demonio: Nombre general de los espíritus malignos, ángeles caídos (expulsados del cielo). El jefe de estos ángeles rebeldes es Lucifer o Satanás (Mat 25).

"Si alguno dice que el diablo no fue primero un ángel bueno hecho por Dios, y que su naturaleza no fue obra de Dios, sino que dice que emergió de las tinieblas y que no tiene autor alguno de sí, sino que él miso es el principio y la sustancia del mal, como dijeron Maniqueo y Prisciliano, sea anatema. (Concilio de Braga, 561; Denzinger 237).

"Creemos que el diablo se hizo malo no por naturaleza, sino por albedrío." (IV Concilio de Letrán, 1215, Denzinger 427).

"La muerte de Cristo y Su resurrección han encadenado al demonio. Todo aquél que es mordido por un perro encadenado, no puede culpar a nadie más sino a sí mismo por haberse acercado a él." -San Agustín.

“Toda la vida humana, la individual y colectiva, se presenta como una lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas”. (Concilio Vat II, Gaudium et Spes #13) 
“A través de toda la Historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas que, iniciada en los orígenes del mundo, dudará, como dice el Señor, hasta el día final”. (Ibid, #37)


Acerca de los demonios
Los demonios residen en el infierno y no gozan de los beneficios de la redención de Cristo. Los demonios, sin embargo, no perdieron su capacidad racional, sino que la utilizan para el mal. Dios les permite ejercitar influencia limitada en las criaturas y las cosas. 

El demonio no es una fábula como algunos, para su desgracia, piensan. Su existencia real ha sido siempre enseñada por la Iglesia en su magisterio ordinario. Desmentir la existencia del demonio es negar la revelación divina que nos advierte sobre nuestro enemigo y sus tácticas. 

Jesucristo vino para vencer al demonio y liberarnos de su dominio que se extendía por todo el mundo sin que pudiésemos por nuestra cuenta salvarnos.

Jesucristo vence al demonio definitivamente en la Cruz. La actividad del demonio en la tierra sin embargo continuará hasta el fin de los tiempos. La parusía manifestará plenamente la victoria del Señor con el establecimiento de su Reino y el absoluto sometimiento de todos sus enemigos. Mientras tanto Dios permite que vivamos en batalla espiritual en la cual se revela la disposición de los corazones y nos da oportunidad de glorificar a Dios siendo fieles en las pruebas.  Ahora debemos decidir a que reino vamos a pertenecer, al de Cristo o al de Satanás. Si perseveramos fieles a Jesús a través de las pruebas y sufrimientos, el demonio no podrá atraparnos.

Tenemos en la Iglesia todos los medios para alcanzar la gracia ganada por Jesucristo en la Cruz. Dios es todopoderoso y, si estamos en comunión con El, no debemos temer al enemigo. Mas bien debemos temer el separarnos de Dios pues sin su gracia estaríamos perdidos.  

Todos los santos lucharon con valentía contra el demonio pues los sostenía la fe. Sus vidas son modelos que nos demuestran como vivir en el poder de Jesucristo la vida nueva. 

El catecismo de la Iglesia Católica sobre el demonio:

2850 La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: "No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno" (Jn 17, 15). Esta petición concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el "nosotros", en comunión con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana. La Oración del  Señor no cesa de abrirnos a las dimensiones de la Economía de la salvación. Nuestra interdependencia en el drama del pecado y de la muerte se vuelve solidaridad en el Cuerpo de Cristo, en "comunión con los santos".

2851   En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El "diablo" ["dia-bolos"] es aquél que "se atraviesa" en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.

2852 "Homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44), "Satanás, el seductor del mundo entero" (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota, toda la creación entera será "liberada del pecado y de la muerte".[136] "Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno" (1 Jn 5, 18-19):

El Señor que ha borrado vuestro pecado y perdonado vuestras faltas también os protege y os guarda contra las astucias del diablo que os combate para que el enemigo, que tiene la costumbre de engendrar la falta, no os sorprenda. Quien confía en Dios, no tema al demonio. "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rm 8, 31).

2853 La victoria sobre el "príncipe de este mundo" (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo ha sido "echado abajo" (Jn 12, 31).[138] "El se lanza en persecución de la Mujer", pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, "llena de gracia" del Espíritu Santo es librada del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). "Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos" (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 17.20), ya que su Venida nos librará del Maligno.

2854 Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo. Orando así, anticipa en la humildad de la fe la recapitulación de todos y de todo en Aquel que "tiene las llaves de la Muerte y del Hades" (Ap 1, 18), "el Dueño de todo, Aquel que es, que era y que ha de venir" (Ap 1, 8):  Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.

¿Creó Dios a los demonios?

Dios no creó demonios sino ángeles, espíritus puros, dotados con gracia santificante, muy hermosos y capaces de bondad. Dios dotó a todos los ángeles con libertad para escoger el bien y el mal. Lucifer y sus seguidores, por orgullo, pecaron, quisieron separarse de Dios y se llenaron de maldad. Es así que se les negó la visión beatífica. 

¿De dónde vino esta maldad? La maldad es causada por una opción libre de separarse de Dios. Es una carencia, una ruina.

Por ejemplo, cuando un carro choca se queda dañado. El daño no es una creación sino la ruina del carro. Los demonios fueron creados como los demás ángeles. Se transformaron en demonios por su pecado. Se pervirtieron sus poderes angelicales los cuales usan para el mal.

Dios sabía que algunos ángeles se rebelarían pero los creó porque Dios toma la libertad en serio, hasta sus últimas consecuencias. Pero igualmente el bien tiene y tendrá consecuencias.  Si solamente pudiésemos hacer el bien no seríamos libres y no tendría mérito.

Armas contra Satanás
Dios nos da en la Iglesia todas las armas para vencer al demonio.

Juan Pablo II,  17 feb. 2002 (1er domingo de cuaresma)

Exortó a la vigilancia «para reaccionar con prontitud a todo ataque de la tentación». 

Habló de las armas del cristiano «para afrontar el diario combate contra las sugerencias del mal: la oración, los sacramentos, la penitencia, la escucha atenta de la Palabra de Dios, la vigilancia y el ayuno». 

Estos medios ascéticos, inspirados por el mismo ejemplo de Cristo, siguen siendo indispensables hoy, pues «el demonio, "príncipe de este mundo", continúa todavía hoy con su acción falaz». 

El Papa pidió entusiasmo en «el camino penitencial de la Cuaresma para estar preparados a vencer toda seducción de Satanás y llegar a Pascua en la alegría del espíritu».

Recurrimos también a los sacramentales. Entre ellos agua, aceite y sal exorcizadas. Estos se utilizan en los exorcismos según las fórmulas del Ritual Romano.

Oraciones de liberación

   De nuestro correo

¿Si rezamos por nuestros enemigos, debemos también rezar por el demonio?
No. por el demonio no rezamos. La razón de rezar por nuestros enemigos es para que se conviertan. Los seres humanos en esta tierra hacen el mal pero sus actos están limitados por sus pasiones y sus límites de entendimiento. Están todavía en tiempo de prueba y podrían convertirse. Le tocará a Dios juzgarlos. Pero el demonio si sabe plenamente lo que hace porque tiene un entendimiento pleno de sus actos sin las pasiones que ciegan a los hombres. Los demonios han decido por el mal irreversiblemente, ya han sido juzgados y condenados por Dios para siempre. 
En los corazones de Jesús y María,
Padre Jordi Rivero

¿Perdonará Dios a los demonios?

Una pregunta que me he hecho en varias oportunidades, y que de hecho en alguna ocasión le hice a mi director espiritual, pero que aún no he podido obtener una respuesta sólida es la siguiente: Si la misericordia de Dios es infinita, ¿cabría la posibilidad que Dios perdonara a aquél Luzbel que alguna vez se rebeló contrato su poder y que fue derrotado y expulsado del Reino divino por San Miguel Arcángel? Si es cierto que los ángeles, por ser superiores a los hombres, sólo tuvieron una oportunidad para manifestar su fidelidad al Señor Todopoderoso, quiere ello decir entonces que su misericordia se predica solo hacia los hombres y no hacia todos sus hijos, incluyendo dentro de este rango a los ángeles, arcángeles y serafines?

Respuesta:

Los ángeles tienen un intelecto muchísimo superior al nuestro. Sus decisiones son irrevocables porque son hechas sabiendo muy bien lo que hacen y sus consecuencias. Los demonios no desean perdón. Ellos odian a Dios y a los hombres y no tienen ningún arrepentimiento. El odio los consume. Es un estado permanente de su voluntad malévola. Por eso no pueden ser perdonados. No es que a Dios le falte misericordia sino que los demonios no quieren a Dios y por ende, tampoco quieren Su perdón.

También para aquellos que mueran en pecado mortal el infierno será condenación eterna. Esta verdad es doctrina de la Iglesia.

La realidad del Infierno según las enseñanzas de la Iglesia Católica


Tomado de Manual de Teología Dogmática 
por Ludwig Ott

I. La Realidad del infierno

Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal van al infierno (de fe).

El infierno es un lugar y estado de eterna desdicha en que se hallan las almas de los réprobos. La existencia del infierno fue impugnada por diversas sectas, que suponían la total aniquilación de los impíos después de su muerte o del juicio universal. También la negaron todos los adversarios de la inmortalidad personal (materialismo).

El símbolo Quicumque confiesa: «Y los que (obraron) mal irán al fuego eterno»; Dz 40. El Papa Benedicto XII declaró en su constitución dogmática Benedictus Deus: «Según la común ordenación de Dios, las almas de los que mueren en pecado mortal, inmediatamente después de la muerte, bajan al infierno, donde son atormentadas con suplicios infernales»; Dz 531 ; cf. Dz 429, 464, 693, 835, 840.

El Antiguo Testamento no habla con claridad sobre el castigo de los impíos, sino en sus libros más recientes. Según Dan 12, 2, los impíos resucitarán para «eterna vergüenza y oprobio». Según Judith 16, 20s, el Señor, el Omnipotente, tomará venganza de los enemigos de Israel y los afligirá en el día del juicio: «El Señor omnipotente los castigará en el día del juicio, dando al fuego y a los gusanos sus carnes, para que se abrasen y lo sientan para siempre»; cf. Is 66, 24. Según Sap 4, 19, los impíos «serán entre los muertos en el oprobio sempiterno», «serán sumergidos en el dolor y perecerá su memoria»cf. 3, 10; 6, 5 ss.

Jesús amenaza a los pecadores con el castigo del infierno. Le llama gehenna (Mt 5, 29 s; 10, 28; 23, 15 y 33; Mc 9, 43, 45 y 47), gehenna de fuego (Mt 5, 22; 18, 9), gehenna donde el gusano no muere ni el fuego se extingue (Mc 9, 46 s), fuego eterno (Mt 25, 41), fuego inextinguible (Mt 3, 12; Mc 9, 42), horno de fuego (Mt 13,42 y 50), suplicio eterno (Mt 25, 46). Allí hay tinieblas (Mt 8, 12; 22, 13; 25, 30), aullidos y rechinar de dientes (Mt 13, 42 y 50;24, 51 ; Lc 13, 28).

San Pablo da el siguiente testimonio: «Esos [los que no conocen a Dios ni obedecen el Evangelio] serán castigados a eterna ruina, lejos de la faz del Señor y de la gloria de su poder» (2 Tes 1, 9; cf. Rom 2, 6-9; Heb 10, 26-31). Según Ap 21, 8, los impíos «tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre»; allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (20, 10; cf. 2 Pe 2, 6; 7).

Los Padres dan testimonio unánime de la realidad del infierno.

Según SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, todo aquel que «por su pésima doctrina corrompiere la fe de Dios por la cual fue crucificado Jesucristo, irá al fuego inextinguible, él y los que le escuchan» (Ef 16, 2).

SAN JUSTINO fundamenta el castigo del infierno en la idea de la justicia divina, la cual no deja impune a los transgresores de la ley (Apol. II 9); cf. Apol. I 8, 4; 21, 6; 28, 1; Martyrium Polycarpi 2, 3; 11, 2; San Ireneo, Adv. Haer. iv, 28, 2.



II. Naturaleza del suplicio del infierno

La escolástica distingue dos elementos en el suplicio del infierno: la pena de daño (suplicio de privación) y la pena de sentido (suplicio para los sentidos). La primera corresponde al apartamiento voluntario de Dios que se realiza por el pecado mortal; la otra, a la conversión desordenada a la criatura.

La pena de daño, que constituye propiamente la esencia del castigo del infierno, consiste en verse privado de la visión beatífica de Dios; cf. Mt 25, 41 : «¡Apartaos de mí, malditos!»; Mt 25, 12: «No os conozco»; 1 Cor 6, 9: «¿ No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios?»; Lc 13, 27; 14, 24; Ap 22, 15; (San Agustín, Enchir, 112).

La pena de sentido consiste en los tormentos causados externamente por medios sensibles (es llamada también pena positiva del infierno). La Sagrada Escritura habla con frecuencia del fuego del infierno, al que son arrojados los condenados; designa al infierno como un lugar donde reinan los alaridos y el crujir de dientes... imagen del dolor y la desesperación.

El fuego del infierno fue entendido en sentido metafórico por algunos padres (como Orígenes y San Gregorio Niseno) y algunos teólogos posteriores, los cuales interpretaban la expresión «fuego» como imagen de los dolores puramente espirituales, -sobre todo, del remordimiento de la conciencia- que experimentan los condenados. El magisterio de la Iglesia no ha condenado esta sentencia, pero la mayor parte de los padres, los escolásticos y casi todos los teólogos modernos suponen la existencia de un fuego físico o agente de orden material, aunque insisten en que su naturaleza es distinta de la del fuego actual.

La acción del fuego físico sobre seres puramente espirituales la explica SANTO TOMÁS -siguiendo el ejemplo de San Agustín y San Gregorio Magno - como sujeción de los espíritus al fuego material, que es instrumento de la justicia divina. Los espíritus quedan sujetos de esta manera a la materia, no disponiendo de libre movimiento; Suppl. 70, 3.


III. Propiedades del infierno

A. Eternidad

Las penas del infierno duran toda la eternidad (dogma de fe).

El Concilio IV de Letrán (1215) declaró: «Aquellos [los réprobos] recibirán con el diablo suplicio eterno» Dz 429; cf. Dz 40, 835, 840.

La Sagrada Escritura pone a menudo de relieve la eterna duración de las penas del infierno, pues nos habla de «eterna vergüenza y confusión» (Dan 12, 2; cf. Sap. 4, 19), de «fuego eterno> (Judith 16, 21; Mt 18, 8; 25, 41;), de «suplicio eterno» (Mt 25, 46), de «ruina eterna» (2 Tes 1, 9). El epíteto «eterno» no puede entenderse en el sentido de una duración muy prolongada, pero a fin de cuentas limitada. Así lo prueban los lugares paralelos en que se habla de «fuego inextinguible» (Mt: 3, 12; Mc 9, 42) o de la «gehenna, donde el gusano no muere ni el fuego se extingue» (Mc 9,46 s), e igualmente lo evidencia la antítesis «suplicio eterno - vida eterna» en Mt 25, 46. Según Ap 14, 11 (19, 3), «el humo de su tormento [de los condenados] subirá por los siglos de los siglos», es decir, sin fin; (cf. Ap 20, 10).

La «restauración de todas las cosas», de la que se nos habla en Hechos 3, 21, no se refiere a la suerte de los condenados, sino a la renovación del mundo que tendrá lugar con la segunda venida de Cristo.

Los padres, antes de Orígenes, testimoniaron con unanimidad la eterna duración de las penas del infierno: cf. San Ignacio de Antioquía, Eph. 16, 2, San Justino, Apol. 1 28, 1 ; Martyrium Polycarpi 2, 3; 11, 2; San Ireneo, Adv. Haer. IV 28, 2; Tertuliano, De poenit. 12.

La negación de Orígenes tuvo su punto de partida en la doctrina platónica de que el fin de todo castigo es la enmienda del castigado. SAN AGUSTíN sale en defensa de la infinita duración de las penas del infierno, contra los origenistas y los «misericordiosos» que en atención a la misericordia divina enseñaban la restauración de los cristianos fallecidos en pecado mortal; cf. De civ. Dei xxi 23; Ad Orosium 6, 7; Enchir. 112.

La verdad revelada nos obliga a suponer que la voluntad de los condenados está obstinada inconmovíblemente en el mal y que por eso es incapaz de verdadera penitencia. Tal obstinación se explica por rehusar Dios, a los condenados, toda gracia para convertirse.

[¿Por qué razón las penas del infierno son eternas? 
Dice Santo Tomás: “La pena del pecado mortal es eterna, porque por él se peca contra Dios, que es infinito. Y como la pena no puede ser infinita en su intensidad, puesto que la criatura no es capaz de cualidad alguna infinita, se requiere que, por lo menos, sea de duración infinita” (45).]

B. Desigualdad

La cuantía de la pena de cada uno de los condenados es diversa según el diverso grado de su culpa (de sentido común).

Los concilios de Lyón y Florencia declararon que las almas de los condenados son afligidas con penas desiguales, Dz 464, 693. Probablemente esto no se refiere únicamente a la diferencia específica entre el castigo del solo pecado original y el castigo por pecados personales, sino que también quiere darnos a entender la diferencia gradual que hay entre los castigos que se dan por los distintos pecados personales.

Jesús amenaza a los habitantes de Corozaín y Betsaida asegurando, que por su impenitencia, han de tener un castigo mucho más severo que los habitantes de Tiro y Sidón; Mt 11, 22. Los escribas tendrán un juicio más severo; Lc 20, 47.

SAN AGUSTÍN nos enseña: «La desdicha será más soportable a unos condenados que a otros» (Enchir. III). La justicia exige que la magnitud del castigo corresponda a la gravedad de la culpa.

Visión del infierno de Santa Faustina Kowalska, según lo escribió en su diario:

"Hoy, fui llevada por un ángel a las profundidades del infierno. Es un lugar de gran tortura; ¡qué imponentemente grande y extenso es! Los tipos de torturas que vi: la primera que constituye el infierno es la pérdida de Dios; la segunda es el eterno remordimiento de conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; (160) la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla; es un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por el enojo de Dios; la quinta tortura es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante y, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros y ven todo el mal, el propio y el del resto; la sexta tortura es la compañía constante de Satanás; la séptima es la horrible desesperación, el odio de Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias. Éstas son las torturas sufridas por todos los condenado juntos, pero ése no es el extremo de los sufrimientos. Hay torturas especiales destinadas para las almas particulares. Éstos son los tormentos de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la forma en que ha pecado. Hay cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra. Yo me habría muerto ante la visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. 

Debe el pecador saber que será torturado por toda la eternidad, en esos sentidos que suele usar para pecar. (161) Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay ningún infierno, o que nadie ha estado allí, y que por lo tanto nadie puede decir cómo es. Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del infierno para que pudiera hablar a las almas sobre él y para testificar sobre su existencia. No puedo hablar ahora sobre él; pero he recibido una orden de Dios de dejarlo por escrito. Los demonios estaban llenos de odio hacia mí, pero tuvieron que obedecerme por orden de Dios. Lo que he escrito es una sombra pálida de las cosas que vi. Pero noté una cosa: que la mayoría de las almas que están allí son de aquéllos que descreyeron que hay un infierno. Cuando regresé, apenas podía recuperarme del miedo. ¡Cuán terriblemente sufren las almas allí! Por consiguiente, oro aun más fervorosamente por la conversión de los pecadores. Suplico continuamente por la misericordia de Dios sobre ellos.

Oh mi Jesús, preferiría estar en agonía hasta el fin del mundo, entre los mayores sufrimientos, antes que ofenderte con el menor de los pecados".

¿COMO SE ENTIENDE LA AUSENCIA DE DIOS EN EL INFIERNO SI DIOS ESTA EN TODAS  PARTES?

El infierno no ocurre por la ausencia de Dios sino porque el hombre se autoexcluye definitivamente de la comunión con Dios. 

Dios sostiene en vida a todos los condenados. Sin Dios nada puede existir. 

Dios está en todas partes pero no es amado en todas partes. El infierno no es por ausencia de Dios sino por la falta de comunión con El.

-----------------------------------------------------------------------------------

El Catecismo de la Iglesia Católica

1033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra El, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: "Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él" (1 Jn 3,15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de El si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de El para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno".

1034 Jesús habla con frecuencia de la "gehenna" y del "fuego que nunca se apaga" (cf. Mt 5, 22.29; 13, 42.50; Mc 9, 43-48) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (cf Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que "enviará a sus ángeles que recogerán a todos los autores de iniquidad..., y los arrojarán al horno ardiendo" (Mt 13, 41-42), y que pronunciará la condenación:" ¡Alejaos de mí, malditos al fuego eterno!" (Mt 25, 41).

1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf DS 76; 409; 411; 80 1; 858; 1002; 135 1; 1575; SPF 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

1036 Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran" (Mt 7, 13-14) :

Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra, mereceremos entrar con El en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes" (LG 48).

1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 P 3:9).


-------------------------------------------------------------------------------------

¿Por que hablar del infierno?  

Porque nos lo piden los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI

Si hay un peligro mortal ante nosotros, el amor exige que quienes lo saben alerten a todos cuanto antes. El infierno es no solo un peligro mortal sino también eterno. Es en realidad la desgracia total y definitiva que nos puede ocurrir. “El que desprecia el infierno o lo olvida, no escapará de él.”  -San Juan Crisóstomo. 

Dios es amor.  "(Dios) quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" ( 2 P. 3,9). Por ese amor infinito envió a su único Hijo, Quien se hizo hombre y murió por nuestra salvación. Pero si no nos convertimos a El en el tiempo limitado que tenemos en la tierra, si nos obstinamos en seguir viviendo en pecado mortal, entonces iremos al infierno.  No podremos culpar a Dios. El ya lo hizo nos abrió las puertas del cielo. Pero no nos forzará a entrar.

Los que niegan el infierno no conocen la Palabra de Dios. Se dejan llevar por un mundo que se burla u opta por ignorar las realidades más importantes. Pero les ocurrirá como a los compatriotas de Noé que se reían mientras el construía el arca para sobrevivir el diluvio. Todos los que se burlan también morirán y no podrán escapar la realidad.

El temor al infierno. Los cristianos no debemos basar nuestra buena conducta en miedo del infierno sino en el amor a Dios. Pero es saludable recordar que hay un justo castigo. El temor nos ayuda a evitar aquello que nos causa daño. En momentos de ceguera y debilidad, cuando la tempestad de la tentación es recia, pensar en el infierno es saludable y provechoso, como también debemos pensar en el amor de Dios. El cristiano debe reconocer la realidad. El temor es parte de la realidad humana que debemos saber integrar sanamente en nuestra persona. Ignorar una realidad que tememos solo logra postergarla hasta que esta ya no se pueda esconder y entonces nos invade y domina. 

Jesucristo habló claramente del infierno. 
En el Nuevo Testamento se le llama "gehenna":




Mateo 5:22 Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.

Mateo 5:29 Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna.

Mateo 10:28 «Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. 

Mateo 23:33  «¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo vais a escapar a la condenación de la gehenna?

Santiago 3:6 Y la lengua es fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda de la vida desde sus comienzos. 

Von Balthasar y Addrienne Von Speyr describieron el infierno como el estado del hombre que experimenta una terrible e infinita soledad y falta de felicidad por haberse separado de Dios.

viernes, 2 de mayo de 2014

Los demonios que se exorcizan con el Rosario


Análisis proféticos del papa León XIII.

León XII fue un Papa profético y muchas de las cosas que escribió tienen tal actualidad que parecen escritas hoy. Hace 120 años tuvo tres insights que están condicionando a la humanidad y que su mala resolución generando grandes problemas de insatisfacción y violencia. Ellos son el disgusto por una vida sencilla y laboriosa, la repugnancia al sufrimiento de cualquier tipo y el olvido de la vida futura. Su análisis es muy agudo.

El Papa León XIII escribió sobre las tres preocupaciones proféticas de futuro en 1893 en la encíclica sobre el Santo Rosario titulada Laetitiae Sanctae. El Papa enunció estas tres áreas de preocupación y luego ofrece los misterios del Rosario como remedio. 
Echemos un vistazo sobre cómo el Papa describe los problemas
Hay tres influencias que nos parecen que tienen un lugar principal en este movimiento declinante de la sociedad. Estas son, primero, el disgusto por una vida sencilla y laboriosa, en segundo lugar, la repugnancia al sufrimiento de cualquier tipo, en tercer lugar, el olvido de la vida futura.
PROBLEMA 1 – EL DISGUSTO POR UNA VIDA SENCILLA Y LABORIOSA 
Nos deploramos -y aquellos mismos que todo lo reducen a la ciencia y al provecho de la Naturaleza reconocen el (hecho y lo lamentan-, Nos deploramos que la sociedad humana padezca de una espantosa llaga, y es que se menosprecian los deberes y las virtudes que deben ser ornato de una vida oscura y ordinaria. De donde nace que en el hogar doméstico los hijos se desentiendan de la obediencia que deben a sus padres, no soportando ninguna disciplina, a menos que sea fácil y se preste a sus diversiones. De ahí viene también que los obreros abandonen su oficio, huyan del trabajo y, descontentos de su suerte, aspiren a más alto, deseando una quimérica igualdad de fortunas; movidos de idénticas aspiraciones, los habitantes de los campos dejan en tropel su tierra natal para venir en pos del tumulto y de los fáciles placeres de las ciudades. A esta causa debe atribuirse también la falta de equilibrio entre las diversas clases de la sociedad; todo está
desquiciado; los ánimos están comidos del odio y la envidia: engañados por falsas esperanzas, turban muchos la paz pública, ocasionando sediciones, y resisten a los que tienen la misión de conservar el orden.
Una de las verdades que nos hace libres es darnos cuenta de la sencillez y llegar a aceptar que la vida es dura. Involucra arduo trabajo, y reveses, junto con algunos avances que podemos hacer y experimentar. Muy pocas cosas de verdadero valor vienen a nosotros sin un costo significativo. En pocas palabras, la vida es dura. Sin embargo, llegar a aceptar esto es una cosa liberadora para muchos de nuestros resentimientos que se minimizan o se eliminan por esta aceptación.
El hecho es que hoy en día muchos esperan que la vida deba ser color de rosa. Y cuando no lo es, viene el resentimiento, la ira, violencia, problemas de salud…. Muchos hoy en día piensan en la felicidad como un derecho dado por Dios. Nuestros padres fundadores reconocieron la búsqueda de la felicidad como una meta. Pero hoy muchos esperan que la felicidad sea la norma y que sea una especie de derecho. Cuando no existe para ellos, piensan que se ha producido un fallo en el sistema de alguna forma. Muchos hoy en día esperan vivir una vida donde haya poco peligro, y donde las cosas se vean con facilidad.
Este ha sido uno de los factores que influyeron en el crecimiento del gobierno. Porque así como la insistencia en una vida cómoda crece y el trabajo duro no parece razonable, esperamos que el gobierno alivie nuestras cargas y proporcione mayores niveles de confort y felicidad, y estamos menos dispuestos a trabajar duro para estas cosas. Más bien vemos la felicidad y la comodidad como las cosas a las que tenemos derecho.
Pero las expectativas no realistas producen resentimientos. Y así, con expectativas poco realistas a menudo, la gente rápidamente desarrolla resentimientos. Parece que nuestros antepasados que vivieron incluso en fecha tan reciente como hace 150 años tenían diferentes ideas. Buscaban la felicidad, pero en gran medida esperaban encontrarla en el cielo.
Muchos de los antiguos rezos católicos denotan una visión de que el mundo era un lugar del parto, del exilio, un valle de lágrimas, en el que se suspiraba y anhelaba estar con Dios. La mayoría de los católicos de aquellos primeros tiempos vivían vidas que eran brutales y cortas. La mayoría eran campesinos, y vivían con muchas menos comodidades que nosotros. No había aire acondicionado central, electricidad, agua potable y las medicinas eran pocas y menos eficaces. El entretenimiento era limitado, las casas eran más pequeñas, y el transporte era mucho más limitado.
Vivimos tan bien en comparación con ellos. Y aunque nos sentimos más cómodos, hay poca evidencia de que seamos más felices. De hecho parecemos más resentidos, porque esperamos más, mucho más. Como señala el Papa, los jóvenes resienten la disciplina. La mayoría de los padres parecen dispuestos a complacerlos y evitar darles corrección, lo que aumenta las tensiones y causa dificultades.
El valor del trabajo duro y la satisfacción que viene parece perdido en muchos hoy en día. Todos necesitamos un poco de descanso y relajación, sin duda, pero el trabajo duro trae en realidad una mayor satisfacción a los tiempos de descanso.
El hecho es que las altas expectativas de este mundo como las que tenemos hoy en día, alimentan el descontento y el resentimiento. Porque por estas expectativas no realistas, realmente insistimos en vivir en una fantasía de que este mundo es, o puede ser el paraíso. No puede serlo, no lo es.
Una mejor estrategia es aceptar que la vida es difícil y, a pesar de que tiene sus alegrías, presenta arduas dificultades para nosotros que se deben cumplir con coraje y aceptación. Aunque esta es una dura realidad, trae la paz cuando se acepta.
PROBLEMA 2 – REPUGNANCIA AL SUFRIMIENTO DE CUALQUIER TIPO
Otro mal funestísimo, y que no deploraremos bastante, porque cada día penetra más profundamente en los ánimos y hace mayores estragos, es la resistencia al dolor y el lanzamiento violento de todo lo que parece molesto y contrario a nuestros gustos. Pues la mayor parte de los hombres, en vez de considerar, como sería preciso, la tranquilidad y la libertad de las almas como recompensa preparada a los que han cumplido el gran deber de la vida, sin dejarse vencer por los peligros ni por los trabajos, se forjan la idea de un Estado donde no habría objeto alguno desagradable y donde se gozaría de todos los bienes que esta vida puede dar de sí. Deseo tan violento y desenfrenado de una existencia feliz, es fuente de debilidad para las almas, que si no caen por completo, se enervan por lo menos, de suerte que huyen cobardemente de los males de la vida, dejándose abatir por ellos.
Sí, hoy más que nunca, hay casi una intolerancia completa a cualquier tipo de sufrimiento. Esto ha sido impulsado por el hecho de que hemos tenido éxito en la eliminación de una gran cantidad de sufrimiento.
Como se ha señalado, tenemos muchas comodidades que nos protegen de los elementos, medicamentos que alivian el dolor físico y molestias corporales, aparatos y tecnología que proporcionan comodidad sin precedentes y crean una gran cantidad de mano de obra prácticamente innecesaria.
Esto, como ya hemos dicho, conduce a expectativas poco realistas en última instancia. Es decir, que todo sufrimiento debe ser eliminado. Hay casi una indignación cuando se sugiere que tal vez algunas cosas deben ser soportadas o que no es razonable esperar que el gobierno, o los médicos, o la ciencia eliminen todo el mal o forma de sufrimiento.
Además, nosotros parecemos rechazar la idea de que los accidentes a veces ocurren o que a veces se producen circunstancias desafortunadas. En vez exigimos más leyes que suelen ser intrusivas y opresivas, y llevamos a cabo enormes demandas que a menudo desalientan la toma de riesgos.
No es una habitación acolchada. A pesar de que puede y debe llevarse a cabo la corrección de los riesgos innecesarios y tratar de aliviar las cargas de los otros, la vida no es una habitación acolchada. Sufrimiento, dolores, accidentes, cargas y dificultades son parte de la vida en este valle de lágrimas. La aceptación de esta verdad conduce a una especie de serenidad paradójica. El rechazo de la misma y la indulgencia en las nociones poco realistas de que todo sufrimiento es injustificado lleva a resentimientos y a más infelicidad.
PROBLEMA 3 – OLVIDO DE LA VIDA FUTURA 
La tercera especie de males a que es preciso poner remedio es, sobre todo, propia de los hombres de nuestra época. Pues los de las edades pasadas, si bien estaban ligados de una manera a veces criminal a los bienes de la tierra, no desdeñaban enteramente, sin embargo, los del cielo; los más sabios de entre los mismos paganos enseñaron que esta vida era para nosotros una hospedería, no una morada permanente; que en ella debíamos alojarnos durante algún tiempo, pero no habitarla. Mas los hombres de hoy, aunque instruidos en la fe cristiana, adhieren en su mayor parte a los bienes fugitivos de la vida presente, no sólo como si quisiesen borrar de su espíritu la idea de una patria mejor, de una bienaventuranza eterna, sino como si quisieran destruirla enteramente a fuerza de iniquidades. En vano San Pablo les hace esta advertencia: No tenemos aquí una morada estable, sino que buscamos una que hemos de poseer algún día (Hebr. 12, 14).
Nos sorprendemos cada vez más de la poca cantidad de gente moderna que piensa en el cielo. Incluso los creyentes que van a la iglesia hablan poco del cielo, los sacerdotes predican poco sobre él. Nuestra principal preocupación parece ser hacer de este mundo un lugar más cómodo y agradable.
Incluso en nuestra llamada vida espiritual, nuestras oraciones denotan una preocupación mundana: Señor, arregla mis finanzas, arreglar mi salud, consígueme un trabajo mejor. Casi como si estuviéramos diciendo, “que este mundo sea agradable y me quedaré aquí.”
No está mal orar por una mejor salud, etc. No es malo que trabajar para hacer de este mundo un lugar mejor. Pero al final, nuestro hogar está en el cielo y nosotros debemos estar atentos a ello y buscar ansiosamente sus costas. Debe ser una meditación frecuente, el estar con Dios para siempre, el anhelo más profundo de nuestra alma.
En su lugar tenemos miedo de la vejez y ocultamos la muerte en nuestra cultura. Debe ser que no podemos esperar para ver a Dios. Claro, sería bueno tener algunas cosas que hemos empezado, pero en la medida que el cielo y estar con Dios se acercan más, nosotros debemos estar contentos de que los años están yendo rápido. ¡Cada día es un día, más cerca de Dios!
También en este caso, nuestra prosperidad y comodidades tienden a engañarnos hacia un amor de este mundo que no es saludable. Un amigo del mundo es enemigo de Dios (Santiago 4:4). Estamos distraídos y demasiado fácil descartamos que este mundo pasa. El hecho es que vamos a morir. Sólo un anhelo adecuado por el cielo puede corregir el absurdo de que un amor obsesivo por este mundo se establezca en nuestra alma.
Medita en el cielo a menudo. Lee las Escrituras, como Apocalipsis 1, y 4-5, 20-21. Pide un deseo más profundo de Dios.
EL ROSARIO NOS AYUDA
He aquí tres diagnósticos. Y es interesante ver que las raíces de ellos ya eran evidentes en 1893 y que han avanzado más sobre nosotros 100 años después. Es útil tener un médico de las almas que nos ayude a nombrar a los demonios que nos aquejan.
Por haber nombrado a un demonio, tenemos más poder sobre él y aprendemos sus movimientos:
Demonio, su nombre es “pereza” y “desagrado” por el trabajo duro. Por los misterios gozosos de la vida del Señor, se irá.
Demonio, su nombre de “rechazo de cualquier sufrimiento” y un “resentimiento por la cruz.” Por los misterios dolorosos de la vida de nuestro Señor, se irá.
Demonio, su nombre es “olvido de los cielos” y “obsesión por el mundo pasajero”. Por los misterios gloriosos de la vida del Señor y Nuestra Señora también se irá.

Fuentes: Monseñor Charles Pope para Arquidiócesis de Washington, Signos de estos Tiempos

jueves, 1 de mayo de 2014

Lady Gagá, artista satanista, perversa y pervertidora, servidora del Demonio


La cantante Lady Gagá se muestra abiertamente como una adoradora de Satanás. Tanto en sus conciertos en vivo, como en sus videoclips, en sus canciones, o en sus reportajes televisivos, Stefani Germanotta no oculta su admiración y devoción por el Príncipe de las tinieblas. Por lo tanto, quienes se profesan admiradores y/o cultores de su música, no pueden alegar ignorancia acerca de quién es el amo al cual Lady Gagá sirve y al cual le dedica absolutamente no solo su producción musical sino su vida toda: Lucifer, Satanás, el Demonio, el Diablo.