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martes, 10 de diciembre de 2013

Magia, Maleficios y Espiritismo

Autor: Oscar Gerometta 

Según el pensamiento mágico existen fuerzas en la naturaleza que pueden ser captadas a través de rituales y utilizadas para el bien o para el mal.

En los últimos años ha ido ganando campo el pensamiento mágico, el que puede ser caracterizado por el convencimiento personal de la existencia de una serie de fuerzas en la naturaleza, susceptibles de ser captadas a través de rituales que permitirían direccionarlas en beneficio o detrimento de las personas.

No se trata de grupos definidos y estructurados en general, sino más bien de la difusión del recurso habitual a ‘parapsicólogos’, ‘videntes, ‘sanadores’, ‘adivinos’, ‘chamanes’, capaces de ‘ver’ lo que suele estar oculto a los ojos del vulgo, realizar o destrabar trabajos, preparar conjuntos, talismanes y pociones, etc.

Este fenómeno tiene algunas manifestaciones que podríamos considerar como ‘culturales’, tales como el uso de cintas rojas en la muñeca para evitar la envidia; pero también puede tomar características más estructuradas cuando van de la mano de personas supuestamente dotadas de ‘dones’ que les permiten ofrecer sus ‘servicios’ a quienes los requieran, aprovechando un cierto espíritu supersticioso.

En este sentido, y ante la confusión que estas ofertas y prácticas provocan, es conveniente tener en cuenta: 


Que la posibilidad de manifestaciones que pueden parecer no comunes (tales como predicciones, hipnosis, capacidad de influenciar, etc.), no requiere de suyo la apelación a una calificación sobrenatural para poder explicarlas. 

Que muchas de estas manifestaciones o fenómenos se pueden explicar suficientemente a través de la sugestión individual o colectiva, que puede ser directamente querida y provocada por quien lo conduce, o provocada incluso involuntariamente. 

Que el hecho de que la ciencia no pueda dar una explicación acabada de un fenómeno no indica su carácter preter o sobre natural, sino simplemente nos señala uno más de los límites de la ciencia, los cuales hemos de aceptar con humildad. 

Que ante el deseo de buscar una explicación, ha de apelarse primeramente a las explicaciones de orden físico, luego a las de orden médico, luego a las de orden psicológico, y solo entonces a las de orden sobre humano. Pero aún en este último supuesto, no quiere decir que sean necesariamente referidas a Dios. 

Que el demonio obra más habitualmente a través de la tentación y la seducción, que utilizando recursos extraordinarios. No debe adjudicarse a la acción del maligno, lo que puede ser simplemente explicado a través de la libertad y la debilidad del hombre. 

Que un cristiano en Gracia de Dios, no tiene motivo para tener ningún ‘trabajo’ o ‘brujería’, ya que en él está presente el mismo Señor. La mejor prevención contra los maleficios es la confesión frecuente. 

Que Dios obra ordinariamente en el mundo, conduciendo la historia a través de los hombres y mujeres sencillos que son fieles a su llamado de Amor; las intervenciones extraordinarias, tienen lugar solo extraordinariamente, y por lo tanto no debe darse un carácter extraordinario a lo que podría explicarse de un modo más sencillo. 

Algunas Consideraciones

Desdichadamente, la falta de formación y un cierto espíritu supersticioso que anida en el corazón de todo hombre, hace que muchos cristianos aún piadosos acudan a prácticas mágicas o adivinatorias en algunas circunstancias. En este punto es conveniente recordar lo que señala el Catecismo de la Iglesia Católica al respecto (n. 2116-2117).

"Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone ‘desvelan’ el porvenir" (Cf. Dt 18,10; Jr 29,8). 

La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a ‘médium’ encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de grajearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.

"Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo – aunque sea para procurar la salud -, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. 

El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legitima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo."

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