San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final

sábado, 14 de marzo de 2015

Qué dice la Iglesia sobre los Novísimos 2


(Homilía para una Misa por un difunto)

Cuando pedimos una Misa por un ser querido, es conveniente recordar lo que enseña el Catecismo acerca de Dios, de la muerte y de lo que sucede más allá de la muerte. El Catecismo nos enseña que “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8), un Amor infinito, eterno, inagotable, misericordioso  y porque Dios es Amor, esperamos que nuestros seres queridos difuntos, a quienes recordamos en la Santa Misa, estén ya con Él, que Él ya les haya perdonado sus muchos o pocos pecados que puedan haber tenido. 
Pero el Catecismo nos recuerda que Dios es también un Dios de infinita Justicia , porque de lo contrario, no  sería Dios, sería un Dios injusto, y porque Dios es un Dios de infinita Justicia, es que nosotros, que todavía estamos en esta tierra y debemos atravesar el umbral de la muerte, debemos poner mucha atención a nuestras acciones, para no ofender a su Divina Justicia con malas acciones, con pecados. El Catecismo enseña que, inmediatamente después de la muerte, el alma va a enfrentar lo que se llama el “juicio particular” , en donde toda su vida pasa ante sus ojos, con sus obras buenas y sus obras malas, y de acuerdo a ellas, recibe el veredicto de su destino definitivo: o el Cielo –el Purgatorio como antesala del Cielo- o el Infierno. Es por eso que nosotros, que todavía no hemos atravesado el umbral de la muerte, debemos obrar siempre el bien, para que nuestras buenas obras nos granjeen el paso al Cielo.
Hemos dicho que esperamos que, por la Misericordia de Dios, que nuestros seres queridos estén ya con Él; ahora bien, no debemos pensar que nunca más los veremos: por Jesucristo, gracias a Él y a su sacrificio en cruz, y a su Muerte y Resurrección, tenemos la certeza de volver a encontrarlos, de volver a verlos, de volver a abrazarlos, para esta vez, no separarnos ya nunca más. Dice el Apocalipsis que en el cielo no hay dolor, no hay tristeza, no hay llanto ; solo hay felicidad, alegría, amor, porque todos están en Dios, que es Amor, Alegría y Paz. Pero para reencontrarnos con nuestros seres queridos, tenemos que tener en cuenta que nosotros en esta vida, es como si camináramos por una cornisa, con un abismo a cada lado, porque a cada paso, podemos caer en el Abismo del que no se sale; a cada caso podemos caer en el pecado, que nos hace perder la gracia y la posibilidad de acceder al Cielo. Lo único que nos puede unir a nuestros seres queridos en el Cielo, es Jesús crucificado y Jesús en la Eucaristía. Entonces, si mantenemos fijos los ojos en Jesús crucificado y en Jesús Eucaristía, si vivimos en gracia, si detestamos el pecado, si obramos la misericordia, estaremos seguros, segurísimos, de que, por la Misericordia de Jesucristo, nos reencontraremos en Cristo, el día de nuestra propia muerte y luego de nuestro juicio particular con nuestros seres queridos en el Reino de los cielos y nunca más nos separaremos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario