San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final

viernes, 6 de marzo de 2015

CORONILLA A LAS ALMAS DEL PURGATORIO

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CIEN RÉQUIEM

MODO DE PRACTICAR ESTA PIADOSA DEVOCIÓN

Para hacer este ejercicio, cada uno puede servirse de un rosario común de cinco decenas, recorriéndolo dos veces para formar las diez decenas, o sea la centena de Réquiem.

Se empieza rezando un Padrenuestro y después una decena de Réquiem en esta forma:

Dadles, Señor, el eterno descanso eterno y que brille para ellas la luz perpetua de tu amor.

En cada cuenta grande se dirá la jaculatoria y ofrenda siguientes:

JACULATORIA

Almas santas, almas purgantes, rogad a Dios por nosotros, que nosotros rogaremos por vosotras para que Él os dé la gloria del paraíso.

OFRENDA

Padre eterno, os ofrecemos la Sangre, Pasión y Muerte de Jesucristo, los dolores de la Santísima Virgen y los de San José, por la remisión de nuestros pecados, la libertad de las almas del Purgatorio y la conversión de los pecadores del mundo entero.

En seguida se rezan la segunda y demás decenas de Réquiem sobre las cuentas pequeñas, repitiendo la jaculatoria y la ofrenda sobre cada cuenta grande.

Acabadas las diez decenas, o sea la centena de Réquiem, se rezará la siguiente oración:

DE PROFUNDIS
Salmo CXXIX de David

Desde el profundo abismo de mis penas 
a Ti clamo, Señor, de noche y día; 
oye, mi Dios, los incesantes ruegos 
de un corazón contrito que se humilla.

Estén gratos y atentos tus oídos
a mi voz lamentable y dolorida:
a Ti mis ayes y gemidos lleguen
pues a escucharlos tu piedad se inclina.

Si siempre airado tus divinos ojos 
sobre las culpas de los hombres fijas, 
¿quién estará confiado en tu presencia, 
confundiéndonos sólo ante tu vista?

Mas la eterna palabra de tu seno 
que aplaque espero tus terribles iras; 
porque son inefables tus promesas 
y con tus gracias al pecador invitas.

Así aunque mi alma acongojada gime 
contemplando el rigor de tu justicia, 
por tu palabra la indulgencia espera, 
de que la hacen las culpas tan indigna.

¡Oh pueblo electo! De mañana y noche, 
en todos tus peligros y fatigas, 
acógete al Señor con la confianza 
que en su ley soberana nos intima.

Porque es inagotable su clemencia; 
se muestra con los flacos compasiva; 
de todas sus miserias los redime, 
y siempre que le claman los auxilia.

Este Dios abrevie el tiempo
en que logre Israel su eterna dicha 
cuando de sus pecados la liberte, 
que con tanto rigor la tiranizan.

Encomendémonos ahora a las almas del Purgatorio y digamos:

¡Almas benditas! nosotros hemos rogado por vosotras que sois tan amadas de Dios y estáis seguras de no poderlo más perder: rogadle por nosotros, miserables pecadores, que estamos en peligro de condenarnos para siempre.

¡Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio!

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