“Estábamos ardiendo en esa luz que es Dios y no nos quemábamos. ¿Cómo es
Dios? No se puede decir. Esto sí que la gente no puede decirlo” (Beato
Francisco Marto). Dios: una luz que arde, pero no quema. Moisés tuvo esa
misma sensación cuando vio a Dios en la zarza ardiente; allí oyó a Dios
hablar, preocupado por la esclavitud de su pueblo y decidido a
liberarlo por medio de él: “Yo estaré contigo” (Cfr. Ex 3, 2-12).
Cuantos acogen esta presencia se convierten en morada y, por
consiguiente, en “zarza ardiente” del Altísimo.
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