El padre Gabriele Amorth declaró que en los exorcismos el 😈diablo confiesa repetidamente, por boca de los poseídos, que cualquiera que se tatúa es su persona consagrada y que independientemente de lo que uno decida tatuarse, su influencia en la vida del tatuado es real y continuo.
El tatuaje es una verdadera consagración indirecta a satanás. Quien se tatúa corre el riesgo de entrar en dolores indecibles, momentos oscuros y depresivos, así como hechizos y hechizos mismos.
El tatuado, por lo tanto, permite que el diablo tenga influencias sobre él. Muchos problemas con la depresión, el alcoholismo, las drogas y, más a menudo, aparecen justo después de hacerse un tatuaje.
Este discurso también podría ser tomado a la ligera por muchos y desafortunadamente también por muchos sacerdotes, pero la verdadera contradicción es que Anton La Vey, fundador de la iglesia de satanás en América, confiesa públicamente (en el libro Modern Primitives) lo dicho, admitiendo que detrás de cada tatuaje (ya sea una flor o un dragón) hay satanismo de hecho.
Un sacerdote de satanás tiene la obligación de consagrarse con el tatuaje. Cuando en cambio te tatúas ángeles, rostros de santos, imágenes de Jesús o María, Dios se ofende dos veces, no es un discurso para reírse.
En muchos exorcismos, los poseídos conscientes durante el rito decían sentir un tremendo fuego arder justo en la piel donde estaban tatuados. Un solo tatuaje es suficiente para correr el riesgo de tener trastornos por posesión como demuestran los numerosos casos estudiados por los exorcistas.
Entre otras cosas, los tatuajes tribales contienen el 666, el número del anticristo. Así que, si decides hacerte un tatuaje, recuerda que mientras el hombre mira la apariencia exterior, Dios mira el corazón.
Mi consejo es que no te hagas ningún tatuaje y que no te lo quiten si ya lo has hecho, sino que acudas a un sacerdote exorcista, disponible en la diócesis a la que perteneces, y te bendiga la piel tatuada.
Ahora nadie podrá decir: "No sabía". La fe en Dios no es un juego y Satanás se aprovecha de nuestra ignorancia para actuar sobre nosotros. A través de la Biblia, Dios también es muy claro en este punto: “mi pueblo perece por falta de conocimiento”. (Oseas; 4-6)
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