"En la noche volvió a visitarme un alma que ya había visto anteriormente, pero esa alma no me pidió oraciones, sino que me reprochó que antes yo era muy vanidosa y soberbia, y que ahora intercedeía tanto por otros teniendo aún algunos defectos. Contesté que había sido muy soberbia y vanidosa, pero que ya me confesé e hice penitencia por mi estupidez y que confío en la bondad de mi Dios, y si ahora caigo, es más bien involuntariamente y nunca con premeditación, aunque sea en la cosa más pequeña. Sin embargo aquella alma empezó a hacerme reproches: "¿Porqué no quieres reconocer mi grandeza? Todos me reconocen por mis grandes obras, ¿porqué solamente tú no me das gloria?". Entonces vi que en aquella figura estaba Satanás! Y dije: "A Dios Mismo es debida la gloria, ¡lárgate, Satanás!". Y de inmediato esa alma cayó en un abismo horrible, inconcebible, indescriptible; y dije a aquella miserable alma que yo se lo diría a toda la Iglesia". (Santa Faustina Kowalska, Diario 520)
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