San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final

viernes, 26 de diciembre de 2014

Qué dice el Catecismo sobre la muerte (2)


         El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 206, dice lo siguiente: “¿Qué significa morir en Cristo Jesús? Morir en Cristo Jesús significa morir en gracia de Dios, sin pecado mortal. Así el creyente en Cristo, siguiendo su ejemplo, puede transformar la propia muerte en un acto de obediencia y de amor al Padre. ‘Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con Él, también viviremos con Él’” (2 Tm 2, 11).
         Para interpretar correctamente este punto, debemos recordar que la muerte ingresó en la especie humana con el pecado original, el pecado cometido “en los orígenes” de la humanidad, por Adán y Eva. Por ese pecado, Adán y Eva perdieron la gracia santificante, para ellos y para toda la humanidad que se originaría a partir de ellos, y es así como el hombre comenzó a experimentar la vejez, la enfermedad, el dolor y la muerte. La muerte se presenta así como un elemento extraño en el plan del Creador, puesto que Él nos creó para la vida y no para la muerte, y se presenta como un castigo y como una consecuencia por haber cometido el pecado original. Al cometer el pecado original, Adán y Eva eligieron oír la voz de la Serpiente Antigua, portadora de la muerte, y eligieron, en cambio, desoír la voz de Dios Padre, que les había prohibido comer del fruto del Árbol prohibido. Pero en esta elección, se quedan libremente aislados y desconectados de la Fuente de Vida, que es Dios, puesto que Dios es la Vida Increada y el Autor de toda vida creada, y al quedarse sin Dios, ingresan, en el cuerpo y en el alma, la muerte, física y espiritual (el pecado). En este esquema, la muerte es entonces un castigo por el apartamiento libre de la Voluntad de Dios.
Sin embargo, el Redentor, Cristo Jesús, hará “nuevas todas las cosas” con su sacrificio y muerte en cruz, y una de las cosas que “hace nuevas”, es la muerte, porque al asumir la naturaleza humana, el Hombre-Dios asume la muerte, y destruye a la muerte con su propia muerte, convirtiendo, al mismo tiempo, a la muerte, en un sacrificio agradable a Dios, porque Él la santifica con su propia muerte. En otras palabras, Jesucristo, el Hombre-Dios, al morir en cruz, mata a la muerte y la santifica, convirtiéndola, de castigo original por la desobediencia a Dios, en sacrificio agradable a Dios. Es esto lo que el Catecismo nos dice, al introducir la expresión “morir en Cristo Jesús”: “significa morir en gracia de Dios, sin pecado mortal. Así el creyente en Cristo, siguiendo su ejemplo, puede transformar la propia muerte en un acto de obediencia y de amor al Padre”. El Catecismo re-define a la muerte, como vemos: de “castigo” original, a “acto de obediencia y de amor al Padre”, que es en lo que consiste el sacrificio de Jesús en la cruz.

De esta manera, el Catecismo nos está diciendo, por un lado, que no es lo mismo morir “en Cristo Jesús”, que morir “sin Cristo Jesús”. “Morir en Cristo Jesús”, significa morir en gracia y la gracia se obtiene por los sacramentos –en este caso, para el moribundo, el Sacramento de la Penitencia, la Unción de los enfermos y la Comunión Eucarística-; morir sin Cristo Jesús, implica el rechazo voluntario a los sacramentos y quedar excluidos de la comunión de vida y amor con Él y, por su intermedio, con la Trinidad. Al “morir en Cristo Jesús”, además, el Compendio abre la consecuencia lógica de esta muerte, la resurrección en Cristo Jesús, porque si participamos de su muerte en cruz, por medio de la gracia recibida en los sacramentos, participamos también de su gloriosa resurrección: ‘Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con Él, también viviremos con Él’” (2 Tm 2, 11).

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