San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final

sábado, 6 de septiembre de 2014

‘Te exorcizo a ti, espíritu inmundo’


El exorcismo en una iglesia de Bolivia
31 de agosto de 2014
La Razón presenció una sesión de exorcismo en una capilla de Cochabamba. Magdalena (37) siente influencia del demonio en su cuerpo desde hace siete años. Miguel Manzanera tiene el permiso del Arzobispado de Cochabamba para exorcizar a dos personas. En 36 años ha conjurado demonios en al menos 20 personas

De repente Magdalena encorva su cuerpo y cambia su voz. Habla en latín y arameo para maldecir. El padre Miguel reza, le echa el agua bendita y le acerca la cruz, pero todo eso la enfurece. Éste es el clímax del exorcismo: Dios luchando contra el demonio.

“Te exorcizo a ti, espíritu inmundo; tú que eres un maligno. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo (hace la señal de la cruz en la frente de Magdalena) te ordeno que te marches (...). Señor Dios, bondadoso y misericordioso, bendice a esta mujer, que en tu nombre vamos a darle esta agua santa para liberarla”, reza el padre Miguel Manzanera al echar el agua bendita sobre la mujer.

Al sentir el agua, ella gruñe muy fuerte y su voz se parece a la de un hombre. Empieza a gemir y a maldecir en latín y arameo, como describe el sacerdote. Pero Magdalena, una mujer humilde de 37 años que vive en el área rural, desconoce en su lucidez ambos idiomas.

Éste es el primer conjuro que presencia un medio impreso en el país. La capilla del Arzobispado de Cochabamba es el sitio del ritual.

Después del Concilio Vaticano II (1962-1965), una asamblea católica mundial, el dogma de la existencia del diablo pasó a ser “parte vergonzosa de la doctrina”, por lo que muchos creyentes lo ignoraron. Sin embargo, por primera vez, el Vaticano reconoció el 13 de junio de este año a la Asociación Internacional de Exorcistas (AIE).

El sacerdote cuenta previamente que el arzobispo de Cochabamba, Tito Solari, le autorizó exorcizar a dos personas ante la necesidad de su situación. Una de ellas es Magdalena, quien tras mucha insistencia se presta a la producción fotográfica para La Razón, aunque todo da un giro real cuando el agua bendita toca su cuerpo.

Ritual. “Belcebú, sal fuera, sal fuera. ¿Cuándo vas a salir?”, arenga el cura, que lleva un traje blanco (alba) y una estola morada. “Somos muchos”, dice ella con una voz más suave que la del principio. La mujer baja los brazos y aprieta fuerte el reclinatorio en el que se postra. Se desvanece, tose y vomita, pero luego reacciona; mira fijamente al padre y le agrede. “Cállate, maligno, cállate”, le recrimina el hombre de la cruz.

La poseída tiene en frente tres imágenes diferentes de Jesucristo, a las que mira con rencor mientras mueve la cabeza de un lado a otro. El sacerdote sigue rezando e “interrogando” a los demonios. Al fondo de la pequeña capilla se escuchan oraciones en voz baja: la tía, Nancy, la acompaña y llora al verla así. Media hora antes del ritual, Magdalena saluda al equipo de este rotativo con una sonrisa; se muestra amable y carismática. Al preguntarle sobre su situación, su semblante cambia y hace un gesto que hasta parece de vergüenza. “Tengo una influencia demoniaca desde que era una niña. La gente lo hizo por venganza contra mi papá; yo era su preferida”, cuenta.



El padre Miguel llegó al país hace dos semanas de Europa, tras una ausencia de medio año, aunque mantuvo contacto con este diario desde hace dos meses para abordar esta crónica. Entonces, Magdalena fue ansiosa en su búsqueda porque —asegura— es el único que le ofrece paz desde hace dos años con estos rituales.

Ella llega a la capilla con un bolso, saluda y abraza al cura. Saca una botella de agua y sal para que luego de bendecidas sean convertidas en agua bendita, luego una cruz que lleva consigo.

El religioso lleva más de 15 minutos, con un crucifijo y un manual de oraciones, luchando en la capilla contra el ser maligno en la mujer. Un llanto incontenible invade a la poseída y lanza más insultos, esta vez contra la Virgen María: “¡Maldita mujer, maldita!”. Enseguida, él invoca a los santos católicos para pedir su ayuda espiritual contra Satanás.

“Su madre no es una santa”, dice ella con una voz extraña. “¿A cuál madre te refieres?”, replica el exorcista. “Esa vieja rezadora, esa maldita”, contesta. El agua bendita toca nuevamente su cuerpo y se oye un grito con llanto: “¡Me quema, me quema, ya no más!”.  

“Aquí nos vamos a quedar” es la respuesta que el padre recibe tras 24 minutos de exorcismo; pero no se da por vencido y le ordena besar el crucifijo, la mujer se rehusa. La estola morada es puesta en la cabeza de la poseída y esta vez sí consigue el beso en la cruz, el signo bendito más fuerte.

De repente, en el ambiente ya no se escuchan las maldiciones y el exorcista hace su última frase del ritual. “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén”.

Magdalena termina desvanecida en el reclinatorio y tras unos minutos se levanta y vuelve a ser la amable mujer del principio, y no recuerda absolutamente nada de lo que le acaba de suceder.

Expresa que empezó a sentir las manifestaciones desde hace siete años, cuando se deprimía sin razón alguna, y poco tiempo después le entraba la ansiedad y pensamientos demasiado obsesivos.

Cuenta que con mucha reserva acude ante su exorcista una vez por mes o cada seis semanas. Contadas personas en su familia conocen lo que le ocurre, una de las razones por las que se niega a las fotografías, en un principio. A ello, se suma el temor al rechazo de su entorno, pues ve difícil que alguien ajeno la comprenda.   

Al preguntarle cómo se siente después del ritual, asegura que mejor espiritualmente, aunque físicamente con dolor. “Después de cada exorcismo vuelve la paz y la calma, pero físicamente siento como si me hubieran dado una paliza, porque me duele todo”.

El padre Miguel comenta que es muy difícil expulsar a los demonios porque —en su experiencia— “se agarran a la gente”, y que a veces las luchas con los espíritus malignos duran años.

Durante sus 36 años en el país, al menos 20 personas pasaron voluntariamente por su conjuro. A todo ello se suman los llamados que recibe de autoridades y de familiares para ayudar a resolver casos de asesinatos, que son cometidos por individuos supuestamente poseídos por el diablo.

De origen español, Miguel Manzanera es responsable de la Comisión de Doctrina y Fe de la Conferencia Episcopal Boliviana y vicario judicial del Arzobispado de Cochabamba. Le derivan todo lo referente a casos de exorcismo en el país.

“Puedo dar fe de que estas personas cuentan cosas espantosas, sienten ruidos, les caen objetos, que hay alguien a su lado que los ataca. He tenido varios casos y los he atendido con cierto éxito”, cuenta.

Recuerda el caso de una doctora de La Paz a quien —dice— el diablo le tocaba el hombro para decirle “te he encontrado de nuevo”. “El demonio la hacía pelear con su marido, otro católico, al punto de que en una ocasión casi se matan con cuchillos”.

Pero el caso más violento fue el de una joven que llegó con su papá a pedir ayuda al cura. Su agresividad era tal que tuvieron que sujetarla; ella no paraba de decir con una voz masculina que su padre vivía debajo de la tierra.

Tras la historia, La Razón deja a solas al religioso y a Magdalena. Tienen mucho que hablar.

Iglesia boliviana carece de exorcista oficial

La CEB asegura que un obispo tiene la tarea de asignar a un sacerdote

En el mundo existen cerca de 250 sacerdotes reconocidos por el Vaticano como exorcistas oficiales, quienes están presentes en una treintena de países, pero Bolivia aún no tiene uno de manera oficial.

“En Bolivia no conozco a un sacerdote que tenga autorización plena para exorcizar. La Iglesia debería tener más conciencia de la necesidad de formarlos. Es un problema real que no se puede ocultar”, expresa el padre Miguel Manzanera, de la Comisión de Doctrina de Fe de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB).

La Asociación Internacional de Exorcistas (AIE) fue reconocida, mediante decreto, el 13 de junio de este año por la Congregación para el Clero, encargada en el Vaticano de supervisar temas relacionados a sacerdote y diáconos que no pertenecen a órdenes religiosas.

El grupo está conformado por cerca de 250 sacerdotes, que ahora cuentan con personalidad jurídica de asociación internacional de fieles. Ellos estan dispersos en 30 países, pero ninguno en Bolivia.

“Mi caso es a medias porque solo estoy autorizado para exorcizar a algunos. Muchas veces vienen personas y hay que atenderlas”, señala el religioso, que realizó un curso de exorcismo durante su formación como cura.

Antes del Concilio Romano II, una asamblea mundial del catolicismo en los años 60, las personas que se ordenaban como curas recibían un curso de exorcismo, una formación que fue eliminada en la actualidad.  

Al respecto, el secretario general de la CEB, monseñor Eugenio Scarpellini, explica que es tarea de cada obispo de las jurisdicciones eclesiásticas prever el nombramiento de un sacerdote que esté habilitado para tal servicio pastoral, y que no es necesario un reconocimiento de la Santa Sede.

Para Manzanera, este tema aún no recibe la importancia que merece porque —considera— se pretende ocultar un poco la existencia del diablo, al punto de que actualmente muchos ya no creen en él, incluidos algunos curas. “No olvidemos que el papa Francisco habla del demonio y ha comentado en varias ocasiones que tenemos que defendernos de él”.

Después del reconocimiento de la AIE, las iglesias de varios países ahondaron en este tema. Por ejemplo, Chile nombró en abril a su primer sacerdote exorcista, mediante decreto. En julio, en México se dio un curso de exorcismo a 40 obispos, y en Madrid (España) se fundó incluso una escuela para que los curas aprendan el ritual.

Scarpellini expresa que el tema es muy sensible y crea emoción en la población creyente. “La Iglesia Católica reconoce la presencia del mal en el mundo y en la persona, al punto de que puede alterarle la vida y su equilibrio. Al mismo tiempo no todos los casos que la gente juzga como posesión del demonio lo son realmente, pues existe otra explicación de carácter científico”.

Manzanera dice que hay más casos en mujeres

Psicólogos lo atribuyen a que la fémina es más emocional que el hombre

El padre Miguel Manzanera señala que la mayoría de los  conjuros se realiza en mujeres. Aunque desconoce con precisión las causas, considera que puede influir la debilidad psicológica. Especialistas en psicología lo atribuyen a la vulnerabilidad anímica.

“La mayoría de los casos que he atendido son mujeres. En general, suelen ser mujeres. Pero exactamente no sé explicar por qué. Es un dato muy curioso y posiblemente se deba a que ellas son más débiles psicológicamente hablando”, comenta el religioso.

Menciona que en la Biblia aparece la figura de Eva, que fue la primera que desobedeció a Dios. “Es posible que tenga que ver algo con eso, que la mujer tiene la capacidad de seducir al marido”.

La Razón (Edición Impresa) / Guiomara Calle / Cochabamba
(extraído de: http://www.la-razon.com/sociedad/exorcizo-espiritu-inmundo_0_2116588406.html)

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