El fraile dominico francés P. Moliné, escribía…, Si se ha hecho casi imposible hablar del infierno a los cristianos, no es porque tienen miedo, sino porque no quieren tener miedo. Ya que no pueden soportar este dogma, porque no tienen confianza. Abrid el evangelio: encontraréis que habla del infierno, unas sesenta veces, veinte veces explícitamente, cuarenta veces indirectamente. Así tenemos que el señor profetizó: “Y dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles”. (Mt 25,42).
“La Iglesia católica viene manteniendo íntegramente, durante veinte siglos, el dogma del terrible infierno. La Iglesia no puede suprimir un solo dogma, como tampoco puede crear otros nuevos. Cuando el Papa define una verdad como dogma de fe, no crea un nuevo dogma. Simplemente se limita a garantizarnos, con su autoridad infalible, que no puede sufrir el más pequeño error, porque está regida y gobernada por el Espíritu Santo, que esa verdad ha sido revelada por Dios”. Y el Catecismo de la Iglesia católica, en su parágrafo 1033, nos dice: “Este estado de autoexclusión definitivamente de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno”
En el análisis de la existencia del infierno, nos pasa lo mismo que con el demonio y la no aceptación de la existencia de este. Satanás, aquí también le conviene la ocultación, para facilitar mejor su labor, pero el infierno existe, está ahí y es dogma de fe su existencia para nosotros. Existencia esta, que cada vez que rezamos el Credo la estamos aceptando y proclamando. El Señor, nos ha dejado clara constancia de la existencia del infierno, tal como ya hemos visto. Si del Cielo se habla poco, del Infierno se habla aún menos. Y al respecto hay errores muy difundidos: unos creen que el Infierno no existe. Otros creen que sí existe, pero que allí no va nadie, aduciendo que Dios es infinitamente bueno, pero olvidándose de que también es infinitamente justo y de que el mismo Jesucristo nos habló en varias ocasiones sobre la posibilidad que tenemos de condenarnos.
De hecho, la existencia del infierno, es de los dogmas de nuestra fe que presenta mayor número citas que lo sustentan, en los textos de la Sagrada Escritura está reseñado el infierno, por cierto que aparece con diferentes nombres, tales como abismo, horno de fuego, fuego eterno, lugar de tormentos, lugar de tinieblas, gehena, muerte segunda, fuego inextinguible… y varios más.
El Infierno forma parte, junto con el Cielo y el Purgatorio, de las opciones que nos esperan para la otra vida, aunque como sabemos del Purgatorio, se sale para ir al cielo, pero del infierno, jamás se sale es eterna su permanencia en el. Decía San Agustín que: Todo lo que tiene fin, es siempre breve. Pero el infierno carece de fin. Dante Alighieri, si obra “La divina comedia”, decía que en el infierno, había un reloj que no marcaba las horas y solo tenía un péndulo que constantemente decía: Nunca, Jamás.
Entre los secretos que reveló la Santísima Virgen María a los pastorcitos de Fátima, está una visión del Infierno, que les dio en una de sus apariciones. Decía Lucía, la vidente de Fátima que murió ya anciana en 2005: "Algunas personas, también piadosas, no quieren hablar a los niños pequeños sobre el Infierno, para no asustarlos. Sin embargo, Dios no dudó en mostrar el Infierno a tres menores y una de ellas contando apenas seis años". Por más que Lucía describe lo que ella y los otros dos videntes vieron, nos dice en sus memorias que: no es posible imaginar cómo es el Infierno. El Infierno es un lugar de dolor y horror, más de lo que podemos pensar y suponer, al que son arrojadas las almas que en la tierra desperdician las gracias de salvación que Dios en Su infinita Bondad, nos otorga a todos.
Hay Santos que han tenido visiones o vivencias del Infierno: Santa Teresa de Jesús, San Juan Bosco y Santa Faustina Kowalska. En Cracovia el 20 de octubre de 1936, escribe la Santa Faustina, lo siguiente sobre el infierno: “Hoy, un Ángel me llevó a los precipicios del Infierno. Es un lugar de grandes torturas. ¡Es impresionante el tamaño y la extensión del sitio!
“He aquí los tipos de torturas que vi: La primera tortura en que consiste el Infierno es la pérdida de Dios. La segunda es el remordimiento de conciencia perpetuo. La tercera es saber que esa condición nunca va a cambiar. La cuarta es el fuego que penetrará el alma sin destruirla, un sufrimiento terrible, ya que es un fuego puramente espiritual, encendido por la ira de Dios. La quinta tortura es la permanente oscuridad y un terrible hedor que sofoca, y que, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven y ven toda la malignidad, tanto propia como de los demás. La sexta tortura es la compañía constante de satanás. La séptima tortura es la horrible desesperación, el odio a Dios, las palabras horrendas, las maldiciones y las blasfemias”.
“Estas son las torturas que sufren en general todos los condenados, pero éste no es el fin del sufrimiento. Hay torturas especiales destinadas a las almas en particular. Son los tormentos de sus sentidos. Cada alma pasa por sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la manera en que han pecado”.
“Hay cavernas y fosos de tortura en la que cada tipo de agonía es diferente. Yo hubiera muerto con la simple visión de esas torturas, si no hubiera sido porque la omnipotencia de Dios me sostenía”.
“Que sepa el pecador que será torturado por toda la eternidad en aquellos sentidos que utilizó para pecar”. “Estoy escribiendo esto por mandato de Dios, para que ninguna alma pueda excusarse diciendo que no existe el Infierno, o que nadie ha estado allí, y que por tanto no puede saberse cómo es”.
“Yo, la Hermana Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del Infierno, para poder hablar a las almas sobre esto y para poder dar testimonio de su existencia. He recibido el mandato de Dios de dejarlo por escrito. “Los demonios están llenos de odio hacia mí, por esto. Lo que he escrito es sólo una sombra pálida de las cosas que vi allí. Pero sí noté una cosa: que la mayoría de las almas que están allí son las que se han negado a creer en el Infierno.”
Coinciden los Teólogos en que la más horrenda de las penas del Infierno es la pérdida definitiva y para siempre del fin para el cual hemos sido creados los seres humanos: la posesión y el gozo de Dios, viéndolo "cara a cara". Ya que sólo Dios puede satisfacer el ilimitado deseo de felicidad que El mismo ha puesto en nuestra alma para ser satisfecho sólo por El, puede comprenderse cuán grande puede ser la pena de no poder disfrutar de lo que se denomina la Visión Beatífica. Para resumir esta pena en palabras de San Agustín, "es tan grande como grande es Dios". Jesucristo también nos da algunas descripciones del Infierno, en el que otro de los tormentos es el sentido de eternidad. Es un sitio de fuego, pero es un fuego que no se extingue, sino que es eterno, sin descanso, sin tregua, sin fin... para siempre... "Los malvados... los arrojará en el horno ardiente. Allí será el llanto y el rechinar de dientes" (Mt 13,42)."Y a ese servidor inútil échenlo en la oscuridad de allá afuera: allí habrá llanto y desesperación" (Mt 25,30). "Malditos: aléjense de Mí, al fuego eterno" (Mt 25,41).
Nos decía el Papa Juan Pablo II, sobre el Infierno y la condenación eterna, que: "quienes se obstinan en no abrirse al Evangelio, se predisponen a una ruina: “…ruina eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2Ts 1,9)
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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