Leyendas sobre brujas y aquelarres se han tejido alrededor de este pueblo desde la Edad Media
DANIEL R. ESPARZA 31 OCTUBRE, 2016
Trasmoz cuenta con apenas 62 habitantes. Alguna vez fueron casi diez mil, pero esos días quedaron atrás, en el siglo XIII. Ubicado en la provincia de Zaragoza, en las laderas del Moncayo y a muy poca distancia del Monasterio Cisterciense de Veruela, el pueblo fue oficialmente excomulgado cuando se acusó al castillo de Trasmoz de ser escenario de aquelarres y hogar de brujas y hechiceros.
La historia, en realidad, es un poco más compleja. Algunos dicen que en aquel entonces, en el castillo se llevaba a cabo una intrincada operación de falsificación de moneda y que los responsables, para mantener a los curiosos a distancia, forjaron además estas leyendas sobre brujas cociendo pociones a la medianoche, haciendo sonar cadenas y encendiendo fuegos en el castillo.
La cosa funcionó tan bien que, desde entonces, Trasmoz ha sido prácticamente sinónimo de brujería. Incluso Gustavo Adolfo Bécquer le ha dedicado algunas líneas a la localidad: la Tía Casca aparece en la punta de una de las torres del castillo, precisamente.
Otras fuentes hacen del caso un complejo asunto político. Trasmoz era en el siglo XIII, además, un importante reservorio de minas de plata, con valiosas fuentes de agua y madera. Pero, además, era territorio laico: por decreto real, sus tierras no eran propiedad de la Iglesia y estaba exento de pagar impuestos al Monasterio de Veruela.
Las historias sobre la práctica de brujería en el castillo no hizo sino exacerbar esta ya sostenida tensión entre el Monasterio y el poblado vecino. Eventualmente, el arzobispo de Tarazona –la sede arzobispal de la zona- excomulgó al pueblo entero. Sin embargo, lejos de ser un punto final en la disputa, esto sólo significó que las tensiones crecieran aún más.
De Francho Beltrán - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0 es.
De Francho Beltrán - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0 es.
Después de la excomunión, el monasterio comenzó a servirse de las aguas de Trasmoz. Obviamente, esto no le hizo mucha gracia al Señor de Trasmoz, Pedro Manuel Ximénez de Urrea, quien decidió tomar las armas contra el propio monasterio. Antes de que la sangre corriese, Fernando II dio la razón a Trasmoz, cosa que, desde luego, no complació al arzobispado.
Así, con la venia del Papa Julio II, se procedió además a maldecir al pueblo de Trasmoz (se dice que recitando el Salmo 109 en su contra). Corría el año de 1511. Como la maldición contaba con la aprobación papal, sólo el Papa puede levantarla. Hasta ahora, ningún Papa lo ha hecho.
Ya para 1520, curiosamente, las cosas no marchaban bien en Trasmoz. El castillo se quemó, quedando prácticamente arruinado en su totalidad y, después de la expulsión de los judíos de España, el pueblo pasó de tener casi una decena de miles de habitantes a tener, apenas, 70 y tantos. Hoy día, Trasmoz no tiene escuelas, no tiene tiendas y hay un solo bar-restaurant.
Sin embargo, en lo que se ha reconstruido del castillo, hay un “museo de la brujería” (http://www.trasmoz.com/Castillo%20de%20Trasmoz.htm).
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