21.3.14. En su encuentro con las víctimas de la Mafia, Francisco usó el lenguaje más duro que puede emplearse para mover a arrepentimiento a los criminales, y les recordó el valor perecedero del dinero y el poder que buscan.
«Por favor cambien de vida» «se lo pido de rodillas», no se podrán llevar a la otra vida el poder y el dinero ensangrentados, también con la sangre de tantos niños, que en todo el mundo se derrote la iniquidad y la corrupción, fue el ruego firme y profundo del corazón del Papa Francisco, ayer en la vigilia de oración con los familiares de las víctimas inocentes de las mafias.
Después de haber escuchado en silencio orante los 842 nombres – entre ellos más de 80 niños – asesinados sin piedad por los criminales mafiosos, y de la lectura del Evangelio de las Bienaventuranzas, el Papa pronunció esta reflexión:
(...) En particular, deseo expresar mi solidaridad a cuantos entre ustedes han perdido a una persona querida, víctima de la violencia mafiosa. Gracias por su testimonio, porque no se han cerrado, sino que se han abierto, han salido, para contar su historia de dolor y de esperanza. Esto es tan importante, especialmente para los jóvenes.
Quisiera rezar con ustedes – y lo hago de corazón – por todas las víctimas de las mafias. También hace pocos días, cerca de Taranto, se ha perpetrado un delito que no ha tenido piedad ni siquiera por un niño. Pero al mismo tiempo recemos juntos, todos, para pedir la fuerza de ir adelante, de no desalentarnos, sino de continuar a luchar contra la corrupción.
Y siento que no puedo terminar sin decir una palabra a los grandes ausentes, hoy, a los protagonistas ausentes: a los hombres y a las mujeres mafiosas. ¡Por favor, cambien de vida, conviértanse, dejen de hacer el mal! Y nosotros rezamos por ustedes: conviértanse. Lo pido de rodillas. Es por su bien.
Esta vida que ahora viven no les dará placer, no les dará alegría, no les dará felicidad. El poder, el dinero que ahora poseen de tantos negocios sucios, de tantos crímenes mafiosos, es dinero ensangrentado, es poder ensangrentado, y no podrán llevarlo a la otra vida. Conviértanse: aún es tiempo para no terminar en el infierno. Es lo que les espera si continúan por este camino.
Ustedes han tenido un papá y una mamá: piensen en ellos. Lloren un poco y conviértanse.
Recemos juntos a nuestra Madre María para que nos ayude: Ave María…»
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