Enero de 2014, Argentina.
(Anónimo)
"Me encuentro en un lugar en tinieblas. La oscuridad es absoluta, y sin embargo, puedo ver la Cruz que llevo en mis manos. La Cruz es de color claro y está delante de mis ojos, a la altura de mis ojos, y es lo único que puedo ver. El resto es tinieblas absolutas. No veo nada, solo la Cruz. Puedo escuchar tres clases de sonidos, que provienen de tres direcciones distintas: hacia abajo, un griterío ensordecedor, como de mucha gente gritando cosas que no se entienden; en el aire, unos chillidos también ensordecedores, muy similares a los de los murciélagos de la tierra -sin ser murciélagos-; los chillidos expresan terror ante la presencia de la Cruz; hacia el fondo, alaridos de terror y desesperación de un solo ser, de una sola creatura, frente a la Cruz. Por gracia de Dios, en todo momento me encuentro tranquilo, sin temor alguno, protegido por la Cruz de Jesús. Me despierto con el chillido similar al de los murciélagos resonando en los oídos".
Interpretación del sueño:
-El lugar en tinieblas es el Infierno.
-El griterío ensordecedor y confuso que proviene de abajo, pertenece a los condenados.
-Los chillidos similares a los murciélagos, pero que no son murciélagos, son demonios, por dos motivos: porque están "en el aire" y porque expresan terror ante la Cruz de Cristo.
-El ser que aúlla y da alaridos de terror y desesperación ante la Cruz de Jesús es el demonio, ser indigno de toda compasión y misericordia, que experimenta, aun en las profundidades del Infierno, la omnipotencia del poder divino que emana de la Cruz.
-El sueño me recuerda una afirmación de Santa Teresa de Ávila: "Antes tenía miedo a los demonios, pero con la Cruz de Jesús, ahora son ellos los que me tienen miedo a mí".
-El sueño es una clara confirmación del himno de Filipenses 2, 6-11, en donde se exalta a Jesús como el Kyrios, el Señor de la gloria:
"Al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre".
-Por lo tanto, no solo son verdaderas las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: "Las puertas del Infierno no prevalecerán sobre la Iglesia" (Mt 16, 18), sino que además es verdad que Él ha derrotado, desde la Cruz, al Infierno para siempre, y que ese triunfo se manifiesta victorioso y arrollador hasta en las entrañas más profundas del Infierno.
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