"El infierno consiste en la condenación eterna de quienes, por libre elección, mueren en pecado mortal" (Catecismo de la Iglesia Católica, Compendio, 212)
San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final
Primeramente he visto levantarse delante de mi vista un espacio inmenso lleno de luz dentro de ese espacio de luz, muy arriba, como un globo resplandeciente cual una sola, y en él sentí que estaba la unidad de la Trinidad. Yo la llamo, en mí misma, la Armonía la Concordancia. Y vi salir de allí virtud y poder, y de pronto aparecieron debajo del globo resplandeciente coros luminosos, anillos y círculos trabados entre sí, de espíritus maravillosamente esplendorosos, fuertes, de admirable hermosura. Este Nuevo mundo de resplandores se levantó y quedó como un sol de luz debajo de aquel otro sol más levantado y primero.
Al principio estos coros de espíritus se movían como impulsados por la fuerza del amor que provenía del sol más elevado.
De pronto he visto una parte de todos estos coros permanecer inmóviles, mirándose a sí mismos, contemplando su propia belleza. Concibieron contento propio; miraron toda la belleza en sí mismos; se contemplaron a sí mismos; estaban en sí mismos.
Al principio estaban todos en más altas esferas, moviéndose como fuera de sí mismos. Ahora, en una parte de ellos, permanecía quieta, mirándose a sí misma. En el mismo momento he visto a toda esta parte de los espíritus luminosos precipitarse y oscurecerse, y a los demás coros de ángeles arremeter contra ellos y llenar sus claros. Los círculos quedaron entonces más reducidos. No he visto, sin embargo que estos espíritus buenos salieron del circulo de cuadro general para perseguirlos. Aquellos (los rebeldes) que quedaron silenciosos, abismados en sí mismos, se precipitaron; y los que no se habían detenido en sí mismos llenaron los vacíos de los caídos. Todo esto sucedió en un breve momento.
Cuando estos espíritus cayeron he visto aparecer debajo un globo de tinieblas cual si fuese el lugar de su nueva morada y supe que habían caído allí en forma involuntaria e impaciente. El espacio que ahora encerraba, allí abajo, era mucho más pequeño del que habían tenido arriba, de modo que me pareció que estaban estrechados y angustiados, y no libres como antes.
Desde que siendo niña hube visto esta caída, estaba yo temerosa día y noche de su acción maléfica y siempre pensé que debían ellos dañar mucho en la tierra. Están siempre en torno a ella, bien que ellos no tienen cuerpo. Ellos oscurecerían hasta la luz del sol, y los veríamos siempre como sombras vagando delante de la luz. Esto sería insoportable para nosotros.
El tablero ouija no es un juego inocente: es un instrumento por medio del cual se invoca la presencia real y actual del demonio, ser maligno que solo busca nuestra destrucción y, de ser posible, la muerte eterna.
¡Nunca utilicen este objeto del infierno!
"Por sus frutos los conoceréis", nos advierte Jesús: el tablero ouija, algo que parece un simple "juego",
se hace presente Satanás, el Ángel de la muerte, y a través del tablero, le desea la muerte al joven
(efectivamente, le dice: "die", es decir, muere")
...muerte que se produce poco tiempo después, cuando el demonio induce a la desesperación
al joven, quien decide suicidarse...
El fruto del tablero ouija: ¡la muerte!
No en vano Jesús nos advierte en el Evangelio que no se deben
hacer estas cosas prohibidas, como la invocación de los espíritus,
porque solo Dios Uno y Trino es el Creador de toda vida
y es la Vida eterna en sí misma.
Cuando se usa el tablero ouija, no se invoca al Dios de la vida,
sino al Príncipe de las tinieblas, que es la muerte en sí misma.
¡Jamás te acerques al tablero ouija, ni a nada parecido, si quieres seguir viviendo
John C. Wright siendo un filósofo y escritor abanderado del ateísmo militante contra el cristianismo tuvo una experiencia sobrenatural en el 2008 que lo convirtió, y al igual que San Pablo, pasó de utilizar sus talentos para perseguir a los cristianos, para proclamar la existencia de Dios.
Dice que habitualmente recibe emails de sus lectores como estas:
Déjeme ver si entiendo: ¿usted, un individuo presuntamente racional que escribe historias de ciencia ficción para ganarse la vida, cree sinceramente que el creador de nuestro universo de 13700000000 años de edad, de 70 trillones estrellas, mágicamente embarazó a una hembra humana alrededor de 2000 años atrás, una mujer que luego dio a luz a un hijo llamado Jesús, que hizo milagros, resucitó de entre los muertos, y se desempeñó como mensajero del creador de la humanidad?
ESTA ES SU RESPUESTA
Yo soy persona presuntamente muy racional. Yo era un campeón del ateísmo que daba argumentos a favor del ateísmo tan convincentes que mis tres amigos abandonaron su creencia religiosa, debido a mi capacidad de razonamiento persuasivo, y mi padre dejó de ir a la iglesia.
Pero concluí el proceso tortuoso y de décadas de implacable lógica, y vi de que todos mis compañeros ateos estaban terriblemente y cómicamente equivocados acerca de todos los puntos básicos de la filosofía, la ética y la lógica, y mis enemigos odiados, los cristianos, tenían razón; y me maravillé sobre cómo pudo pasar esto. Los datos no coinciden con el modelo.
Al ser un filósofo y no un farsante, puse el asunto a una prueba empírica. Por primera vez en mi vida, yo oré, y dije:
“Dios. No hay forma lógica de lo que puedas existir, y aunque aparezcas en la carne, yo diría que es una alucinación. Así que no puedo pensar en ninguna forma posible, sin importar cuan clara sea la evidencia, de que puedas probarme tu existencia. Pero los cristianos afirman que eres benevolente, y que mi falta en no creer en ti, inevitablemente me maldecirá. Si, como dicen, te importa si estoy o no estoy condenado, y si, como dicen todos, eres sabio y todopoderoso, puedes probarme que existes a pesar de que estoy seguro de que tal cosa es lógicamente imposible. Agradeciendo de antemano tu colaboración en este asunto, John C. Wright”.
Y entonces mi mente estaba en reposo. Había hecho todo lo que tenía que hacer honestamente para mantener mi posición como alguien con lógica, objetiva, y de mente abierta.
LA RESPUESTA DIVINA
Tres días más tarde, sin previo aviso, tuve un ataque al corazón, y estaba tirado en el suelo, gritando y muriendo.
Entonces fui salvado de una muerte segura por la fe de curación, después de lo cual:
1) sentí al Espíritu Santo entrar en mi cuerpo;
2) me convertí inmediatamente consciente de mi alma, una parte de mí mismo que, hasta ese momento, pensé que no existía;
3) recibí la visita de la Virgen María, su hijo y su Padre;
4) por no hablar de otros espíritus y fantasmas en un período de varios días;
5) incluyendo períodos de éxtasis divino, y una conciencia de la unidad mística del universo;
6) una semana después de que tuve una experiencia religiosa entré en la mente de Dios y vi su simplicidad y su complejidad indescriptible, su amor, humor, y la majestad de su pensamiento, y entendí la alegría más allá de la comprensión y comprendí la unidad subyacente de todas las cosas; y la paradoja del determinismo y el libre albedrío se hizo clara para mí, al igual que la naturaleza sinfónica de la profecía. Se me mostró la estructura del tiempo y el espacio;
7) y entonces Cristo en una visión me dijo que Él sería mi juez, y que Dios no juzga a nadie. Mencioné este evento a mi esposa. Luego, alrededor de un mes más tarde, cuando estaba leyendo la Biblia por primera vez, más allá del mínimo inevitable asignado en la escuela, me encontré con el pasaje en el libro de Juan, un pasaje que nunca había visto antes, y que ningún cristiano en mi audiencia había hecho referencia, que decía lo mismo con las mismas palabras:
“Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, también el Hijo da la vida a los que quiere. Del mismo modo, el Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo la responsabilidad de juzgar, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, tampoco honra al Padre que lo ha enviado”. (Juan 5:21-23)
8) y entonces he tenido tal vez un par de docenas de oraciones milagrosamente contestadas, tanto es así que ahora lo considero como una rutina normal en lugar de algún acto de fe extraordinario.
Así que yo diría que mi pequeña oración sarcástica fue respondida con mucho más de lo que yo había pedido, y me dieron no sólo la evidencia, y no sólo abrumadora evidencia, sino un gozo inefable y la vida eterna.
UNA AVALANCHA DE PRUEBAS
Yo también considero que esta abrumadora avalancha de pruebas es una vergüenza delante de mis hermanos en la fe, ya que le dijo a Tomás el incrédulo: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” – es una bendición que me negó.
En retrospectiva, ojalá no hubiera sido tan arrogante, y haber echado un vistazo alrededor en la tierra y el cielo, y visto la complejidad, la maravilla y la belleza de la naturaleza, considerado la autoridad incontestable de la conciencia dentro de mí, y saber que yo era un ser creado dentro de la creación del cosmos, no un evento al azar. Cualquier niño puede verlo, y todos los niños los hacen.
Para mí, el universo era corredor a la muerte, y yo era un preso condenado a muerte que creía que todo fuera del corredor de la muerte era ilusión y sentido por los deseos. Pero luego recibí una llamada del gobernador del universo conmutando mi sentencia. Voy a vivir para siempre, al igual que todos nosotros. Este fue mi reembolso de una vida gastada en la blasfemia, odio y calumnias en contra de Dios. En lugar de golpearme violentamente como yo bien lo merecía, él me salvó, me alegró y me colmó de gracia.
Me convertí.
Entonces descubrí que la cosmovisión cristiana da sentido a muchas cosas que la cosmovisión atea o agnóstica no puede dar sentido. Me di cuenta de que incluso en sus propios términos filosóficos, el cristianismo es la explicación más sólida del cosmos y el lugar del hombre en él, respondiendo a muchas preguntas éxitosamente que los ateos reclaman no pueden ser contestadas, y luego, sin admitirlo, actuan en sus vidas como si respondieran a la pregunta, como la forma de dar cuenta de las facultades racionales del hombre, la universalidad de los principios morales, el orden de la cosmos, la mejor manera de vivir, etc
LA DISCUSIÓN CON LOS ATEOS
En cuanto a mis amigos ateos, luego descubrí que ninguno de ellos, ni uno solo, me pudieron dar un argumento razonable.
Ellos razonaban así:
“Dios no puede existir. Por lo tanto, cualquier evidencia que te has encontrado con la existencia de Dios debe ser alucinación, mala percepción, memoria defectuosa, autoengaño, coincidencia, o cualquier otra cosa, por lo tanto, ninguna de tus pruebas demuestra la existencia de Dios”.
No importa lo que vieron, no importa lo que escucharon, no importa cómo el mundo estaba en contra de ellos, irían a los leones en lugar de mirar la evidencia, para que su fe en su falta de fe se mantuviera inconmovible.
Cuando señalé que se trataba de un razonamiento circular, me dijeron malas palabras.
Yo solía ser uno de ustedes, mis queridos ateos, y yo era bueno en mi trabajo. ¡Pero basta!
Mi pregunta para usted es la siguiente: si la ciencia descubre mañana que el universo tenía la mitad de su edad aparente, y estima las estrellas como la mitad de su número actual, ¿tendría la creencia en Dios de alguna manera el doble de credibilidad a sus ojos?
Si es así, ¿por qué?
Si no, entonces, lógicamente, la edad del universo y el número de estrellas no tiene ninguna incidencia en la credibilidad de la creencia en Dios o en la Encarnación.
Una vez más, si usted está tratando de convencerme de que no debería creer en los acontecimientos inusuales o eventos inauditos o difíciles de creer, sobre la base de que no es raro ni insólito ni difícil creer en acontecimientos que siempre suceden, la simple lógica indica que este no puede ser el caso:
Lógicamente, cada acontecimiento ordinario es inaudito antes de oír de él. Incluso el primer ejemplo de eventos repetidos es inusual hasta que se produzca el segundo ejemplo, y los eventos son difíciles de creer cuando, y sólo cuando, nuestras expectativas y nuestra experiencia no coinciden: por lo tanto, toda novedad es tan increíble como el ornitorrinco, cuando lo encontró por primera vez. Por lo tanto no sólo suceden acontecimientos increíbles, tienen que suceder, porque si no fuera así, el concepto de credibilidad no podría existir.
Si, por el contrario, el argumento de que no debo creer los informes de los milagros por el motivo de que no existen los milagros, y que como sabemos que los milagros no existen por lo tanto no oímos informes creíbles de ellos, se está discutiendo en un círculo.
Fuentes: John C. Wright (*) para Strange Notions, Signos de estos Tiempos
(*) John C. Wright es un escritor estadounidense de ciencia ficción y novelas de fantasía, y finalista del Premio Nebula por su novela de fantasía Huérfanos del Caos (Tor, 2006). Publishers Weekly dijo que “puede ser el más importante de los nuevos talentos de Ciencia Ficción de este incipiente siglo”, en la revisión de su primera novela, La edad de oro (Tor, 2003). En 2008, a la edad de 42 años, John se convirtió del ateísmo al catolicismo.
"...En un
momento, me encontré en un lugar oscuro, profundo y pestilente; escuché voces de
toros, rebuznos de burros, rugidos de leones, silbidos de serpientes,
confusiones de voces espantosas y truenos grandes que me dieron terror y me
asustaron. También vi relámpagos de fuego y humo denso. ¡Despacio! que todavía
esto no es nada.
Me pareció ver una gran montaña como formada toda por
una enrome cantidad de víboras, serpientes y basiliscos entrelazados en cantidades infinitas;
no se distinguía uno de las otras. La montaña viva era un clamor de maldiciones horribles. Se escuchaba por debajo de ellos maldiciones
y voces espantosas. Me volví a mis Ángeles y les pregunté qué eran aquellas
voces; y me dijeron que eran voces de las almas que serían atormentadas por
mucho tiempo, y que dicho lugar era el más frío. En efecto, se abrió enseguida
aquel gran monte, ¡y me pareció verlo todo lleno de almas y demonios! ¡En gran
número! Estaban aquellas almas pegadas como si fueran una sola cosa y los
demonios las tenían bien atadas a ellos con cadenas de fuego, que almas y
demonios son una cosa misma, y cada alma tiene encima tantos demonios que apenas
se distinguía. El modo en que las vi no puedo describirlo; sólo lo he descrito
así para hacerme entender, pero no es nada comparado con lo que es.
Fui
transportada a otro monte, donde estaban toros y caballos desenfrenados los
cuales parecía que se estuvieran mordiendo como perros enojados. A estos
animales les salía fuego de los ojos, de la boca y de la nariz; sus dientes
parecían agudísimas espadas afiladas que después reducían a pedazos todo aquello
que les entraba por la boca; incluso aquellos que mordían y devoraban las almas.
¡Qué alaridos y qué terror se sentía! No se detenían nunca, fue cuando entendí
que permanecían siempre así. Vi después otros montes más despiadados; pero es
imposible describirlos, la mente humana no podría nunca comprender.
En medio de este lugar, vi un trono altísimo, larguísimo,
horrible ¡y compuesto por demonios! Más espantoso que el infierno, ¡y en medio
de ellos había una silla formada por demonios, los jefes y el principal! Ahí es
donde se sienta Lucifer, espantoso, horroroso. ¡Oh Dios! ¡Qué figura tan
horrenda! Sobrepasa la fealdad de todos los otros demonios; parecía que tuviera
una capa formada de cien capas, y que ésta se encontrara llena de picos bien
largos, en la cima de cada una tenía un ojo, grande como el lomo de un buey, y
mandaba saetas ardientes que quemaban todo el infierno. Y con todo que es un
lugar tan grande y con tantos millones y millones de almas y de demonios, todos
ven esta mirada, todos padecen tormentos sobre tormentos del mismo Lucifer. Él
los ve a todos y todos lo ven a él.
Aquí, mis Ángeles me hicieron
entender que, como en el Paraíso, la vista de Dios, cara a cara, vuelve
bienaventurados y contentos a todos alrededor, así en el infierno, la fea cara
de Lucifer, de este monstruo infernal, es tormento para todas las almas. Ven
todas, cara a cara el Enemigo de Dios; y habiendo para siempre perdido Dios, y
no tenerlo nunca, nunca más podrán gozarlo en forma plena. Lucifer lo tiene en
sí, y de él se desprende de modo que todos los condenados participan de ello. Él
blasfema y todos blasfeman; él maldice y todos maldicen; él atormenta y todos
atormentan.
- ¿Y por cuánto será esto?, pregunté a mis
Ángeles.
Ellos me respondieron:
- Para siempre, por toda la
eternidad.
¡Oh Dios! No puedo decir nada de aquello que he visto y
entendido; con palabras no se dice nada. Aquí, enseguida, me hicieron ver el
cojín donde estaba sentado Lucifer, donde eso está apoyado en el trono. Era el
alma de Judas. Y bajo sus pies había otro cojín bien grande, todo desgarrado y
marcado. Me hicieron entender que estas almas eran almas de religiosos;
abriéndose el trono, me pareció ver entre aquellos demonios que estaban debajo
de la silla una gran cantidad de almas. Y entonces pregunte a mis
Ángeles:
- ¿Y estos quiénes son?
Y ellos me dijeron que eran
Prelados, Jefes de Iglesia y de Superiores de Religión.
¡Oh Dios!!!! Cada
alma sufre en un momento todo aquello que sufren las almas de los otros
condenados; me pareció comprender que ¡mi visita fue un tormento para todos los
demonios y todas las almas del infierno!
Venían conmigo mis Ángeles, pero
de incógnito estaba conmigo mi querida Mamá, María Santísima, porque sin Ella me
hubiera muerto del susto. No digo más, no puedo decir nada. Todo aquello que he
dicho es nada, todo aquello que he escuchado decir a los predicadores es nada.
El infierno no se entiende, ni tampoco se podrá aprender la acerbidad de sus
penas y sus tormentos. Esta visión me ha ayudado mucho, me hizo decidir de
verdad a despegarme de todo y a hacer mis obras con más perfección, sin ser
descuidada. En el infierno hay lugar para todos, y estará el mío si no cambio
vida.
¡Sea todo a gloria de Dios, según la voluntad de Dios, por Dios y
con Dios!"
La
visión del infierno de Santa Veronica Giuliani (clarisa, 1660-1727)
“Me
parecía que el Señor me hacía ver un lugar oscurísimo, el cual sin embargo
ardía como si fuera una inmensa hoguera. Eran llamas y fuego, pero no se veía
ninguna luz; yo sentía gritos y golpes, pero no se veía nada; salían un hedor y
un humo horrendo, pero no hay, en esta vida, cosa alguna con la cual poder
compararla. En ese momento, Dios me dio hizo saber lo que es la ingratitud de
las creaturas y cuánto le desagrada ese pecado. Y se me mostró todo flagelado,
coronado de espinas, con una cruz pesadísima sobre la espalda. Me dijo así: “Mira
y observa bien este lugar que no jamás tendrá fin. En él está, para tormento,
mi justicia y mi riguroso desprecio”. Mientras el Señor decía esto, me pareció
sentir un gran ruido. Aparecieron muchísimos demonios: todos, con cadenas,
llevaban atadas a bestias de diversas especies [como cuando alguien lleva con
la correa a diversos perros. N. del T.]. Estas bestias, en un instante, se
convirtieron en creaturas (hombres), pero tan espantosas y horribles, que me
provocaban más terror que los mismos demonios. Yo estaba temblando con todo mi
cuerpo, y me quería acercar adonde estaba el Señor, pero por más que había poco
espacio, no podía acercarme. El Señor manaba abundante Sangre. ¡Oh Dios! Yo
querría haber recogido la Sangre, y tomar la Cruz. En un instante, aquellas
creaturas se convirtieron, nuevamente, en figura de bestias, y luego fueron
todas precipitados en aquel lugar oscurísimo, y maldecían a Dios y a los
santos. Aquí, me pareció que el Señor me hacía entender que aquel lugar era el
infierno y que aquellas eran almas muertas y, por el pecado, se habían
convertido en bestias y que, entre ellas, había también religiosos (…). Me
parecía ser transportada a un lugar desierto, oscuro y solitario, donde no se
sentían más que gritos, alaridos, silbidos de serpientes, ruidos de cadenas, de
ruedas, de hierros, golpes tan fuertes que, a cada golpe, parecía que se hundía
todo el mundo. Yo no podía moverme de ninguna manera, ni ir a ningún lugar; no
podía hablar, no podía llamar al Señor. Me parecía que fuese lugar de castigo y
de desprecio de Dios hacia mí, por tantas ofensas hechas a Su Divina Majestad. Y
yo tenía delante de mí todos mis pecados (…). Yo sentía un incendio de fuego,
pero no veía las llamas; también sentía ruidos, pero no veía a nadie. En un
momento, sentí como una llama de fuego que se me acercaba y me golpeaba, pero
no veía nada. ¡Oh, qué pena! ¡Qué tormento! No puedo describirlo, y el solo
recordarlo, me hace temblar. Al fin, entre tantas tinieblas, me pareció ver una
pequeña luz que venía por el aire. Poco a poco, se agrandó, y me parecía que me
aliviaba de tales penas, pero no veía otra cosa.
En
un abrir y cerrar de ojos, me encontré en una región baja, negra y fétida,
llena de mugidos de toros, de rugidos de leones, de silbidos de serpientes (…).
Una gran montaña se alzaba delante de mí y estaba toda cubierta de serpientes y
basiliscos atados juntos (…). La montaña viva era un clamor de maldiciones
horribles. Ella era el infierno superior, es decir, el infierno benigno. En efecto,
la montaña se abrió y en sus flancos abiertos vi una multitud de almas y
demonios entrelazados con cadenas de fuego. Los demonios, extremadamente
furiosos, golpeaban a las almas, las cuales gritaban desesperadas. A esta
montaña le seguían otras montañas más horribles, cuyas vísceras eran teatro de
suplicios atroces e indescriptibles. En el fondo del abismo vi un trono
monstruoso, hecho de demonios aterrorizantes. En el centro había una silla
formada con jefes del abismo. Satanás se sentaba arriba en su indescriptible
horror y desde allí observaba a todos los condenados. Los ángeles me explicaron
que la visión de Satanás constituye el tormento del infierno, así como la
visión de Dios constituye la delicia del Paraíso. Entre tanto, noté que el mudo
almohadón de la silla eran Judas Iscariote y otras almas desesperadas como él. Les
pregunté a los Ángeles quiénes eran aquellas almas y tuve esta terrible
respuesta: “Fueron dignatarios de la Iglesia y prelados religiosos”.
“Lucifer
tiene en torno a sí a las almas más agraciadas por el cielo, que nada hicieron
por Dios, por su gloria; y tiene bajo sus pies, a modo de almohadón, y las
golpea continuamente, a las almas que faltaron a sus votos (…) ¡Oh justicia de
Dios, cuán potente eres!”.
(extraído del sitio: papalepapale.com; traducción propia)
El caso de Marta representa un ejemplo de posesión demoníaca enormemente difícil de tratar. En él, más de cuarenta demonios tomaron parte. Es uno de los más largos y complejos que se conocen hasta la fecha. El Padre Antonio Fortea, quien a la fecha es el mayor exorcista de España y una autoridad mundial en el tema del exorcismo y en la Demonología en general, empezó a tratar el caso un 23 de marzo del 2002 y, según dio a entender durante una conferencia en México, recién en el 2008 el caso fue solucionado.
Por tratarse de un caso tan bien documentado, hacemos un extracto y presentamos videos al respecto.
FUE UNA GUERRA CONTRA MÁS DE 40 DEMONIOS
Como pocos, del exorcismo de Marta se puede decir que ha venido dándose como una verdadera guerra entre los espíritus de la luz y los demonios. La razón de esto es que todo comenzó con una secta satánica en la que Marta estuvo involucrada y en la que un chico se obsesionó terriblemente con ella, canalizando en parte su obsesión a través de siniestros rituales de invocación que él y otros miembros de la secta han venido efectuando (y al parecer lo siguen haciendo) a lo largo de los años que el caso de Marta ha durado. Por ello, los rituales mencionados han estado actuando como una fuente desde la cual han sido convocados todos los demonios que han atormentado a Marta, ya que todos y cada uno de esos rituales fueron efectuados con la finalidad precisa de enviar determinados demonios a tomar control de Marta. Allí tendríamos entonces el primer frente de combate, el de La Oscuridad, conformado por Zabulón, Satanás, Lucifer, Belcebú, Fausto, Azabel, Perfidia, Odio, Jánser y otros demonios más. En cuanto al segundo frente, el de las fuerzas de La Luz, ha tenido como combatientes al Padre Fortea, a la madre de Marta (que ha colaborado con incesantes oraciones), a San Jorge, Santa Teresa y otros santos como presencias ocasionales, al Arcángel San Miguel, a Jesús, a La Virgen, a todos los hombres y mujeres que estuvieron junto al Padre Fortea en las sesiones de exorcismo, a la propia Marta (que ha resistido en la medida de sus fuerzas al Maligno) y a muchos otros que por economía verbal o desconocimiento se omiten ahora.
Otro aspecto importante de este exorcismo es que, sobre todo gracias a la narración que de aquel hace el Padre Fortea en Summa Daemoniaca, se ha conseguido un material importantísimo para entender no solo el pensamiento y la naturaleza de varios demonios sino también ciertas cuestiones teológicas. Esto, al igual que en otros casos de exorcismo pero en una medida mucho mayor, se posibilitó porque muchas veces los demonios fueron obligados a hablar, porque eran muchos los demonios, porque el caso ha tenido una extensión inusitada y, desde luego, porque dentro de su narración el Padre Fortea dio una importancia particular a todas las declaraciones que obtuvo de los demonios que atormentaban a Marta.
Por último, solo cabe advertir que, cuando el padre Fortea escribió sobre el caso de Marta, no relató su evolución más allá del 2004. Por ello y porque ni Fortea ni nadie (aparentemente) ha dado a conocer qué sucedió en todos los años que pasaron hasta su resolución en el 2008, solo es posible dar una idea sobre las primeras etapas del proceso.
EL ORIGEN DEL MAL Y LOS INICIOS DEL COMBATE EXORCISTA
Los síntomas de Marta, una universitaria que seguía una carrera en el ámbito de las Ciencias, habían comenzado antes del 2001. De hecho, en el 2001 Marta había sido ingresada a la Unidad de Cuidados Intensivos (U.C.I.). Tenía convulsiones, volteaba los ojos, gritaba como desaforada; pero, hasta el momento, no daba ningún indicio incuestionable de estar bajo el poder de algún mal sobrenatural. Doce fueron los días que Marta estuvo ingresada en la U.C.I., doce largos días en que su madre no hizo otra cosa que rezar y rezar por la salud de su hija.
Una vez que concluyó el tratamiento de Marta en el U.C.I., ella y su madre regresaron de nuevo a su vida normal en aquella casa donde únicamente vivían ellas dos (el padre había muerto hace años). Todo parecía que iba a ir bien pues aparentemente Marta estaba sana; aunque, habiendo pasado apenas un poco de tiempo, la madre de Marta empezó a notar crujidos y otros ruidos sin explicación aparente dentro de la casa. Además, Marta estaba mostrando un comportamiento extraño: no quería ir a misa, a veces mostraba repulsión por las cosas religiosas (crucifijos, rosarios, cuadros, etc), bostezaba con frecuencia excesiva cada vez que su madre oraba ante ella, lanzaba de vez en cuando miradas aterradoras; se sentía agotada con frecuencia, tenía en ciertas ocasiones dolores agudos que la atacaban en cualquier parte de su cuerpo aunque principalmente en la cabeza; y, por todo ello, había empezado a experimentar serias dificultades para concentrarse en sus estudios. Hasta allí todo podría tener una explicación científica y la madre no descartaba la posibilidad de acudir a psiquiatras y psicólogos. Sin embargo, un día ocurrió algo que terminó por convencerla de que aquello con lo cual estaban lidiando no era algo natural: estando las dos juntas en el salón, Marta empezó a mover la cabeza cual si fuera un chamán o un místico en trance, luego se quedó completamente quieta y entonces, aquel pesado butacón en el que ella estaba sentada, se levantó del suelo y se quedó flotando a aproximadamente un palmo de distancia del suelo…
Una entidad infernal estaba allí y había que hacer algo. Fue así que la madre de Marta emprendió un largo “peregrinaje eclesiástico” en busca de ayuda. En sus inicios fueron donde el obispo de su diócesis pero éste les recomendó un psiquiatra y le ordenó a su secretario que no les volviera a permitir una audiencia con él; luego, tras ir al psiquiatra, solo obtuvieron un informe según el cual la chica estaba sana; desesperadas, fueron a varias iglesias encontrando en todas una negativa a atender el caso. Sumado a las negativas, estaba el hecho de que Marta había comenzado a mostrar unas contorsiones mucho peores, unas contorsiones en que se arqueaba hasta medio metro por encima de la cama; ante eso, la madre acudió a un sacerdote en el cual tenía ciertas esperanzas pero, en vez de encontrar ayuda, encontró una actitud despreciativa y la recomendación insultante de que ambas fueran a un psiquiatra…Nadie quería ayudar y el tiempo pasaba, por lo cual la madre de Marta se desesperó aún más y, en el menor tiempo posible, visitó a un gran número de sacerdotes y otros religiosos (monjes, monjas, etc), encontrando no solo gente indispuesta sino cruel como aquel jesuita que, cuando Marta se echó a llorar e implorarla ayuda en el confesionario, él la sacó con rudeza y desprecio.
Tras mucho intentar, consiguieron algo un día en que habían acudido a un viejo sacerdote de su parroquia al que veían por vez primera. Y es que, justo cuando estaban los tres en la iglesia, Marta fue arrebatada por un demonio y empezó a revolverse y gritar ante el crucifijo del altar. Tan grotesca fue la forma en que lo hizo que el anciano sacerdote dijo que había recibido el “susto de su vida” y, aterrado ante lo que presenció, le insistió al obispo para que enviara un exorcista. Pero, lejos de ser esa la solución, el exorcista que enviaron parecía ser alguien que estaba improvisando en ese campo ya que, según cuenta el Padre Fortea, no solo que no sabía muchas técnicas de exorcismo sino que, entre otras cosas, cada vez que la poseída incrementaba los gritos ante las recitaciones de oraciones, el exorcista se detenía siendo sabido que en esos casos lo que hay que hacer es orar con más fuerza e insistencia. Finalmente, el pobre e inexperto exorcista terminó enfermándose como consecuencia del impacto que le producían las sesiones de combate con las fuerzas de El Maligno; y, tan severa fue la crisis de salud en que entró, que tuvo que cancelar el proceso de exorcismo y pese a eso permaneció enfermo por meses…
Paralelamente a todo lo anterior, Marta y su madre continuaban en la universidad y el trabajo y, estoica y abnegadamente, habían guardado y seguirían guardando la firme resolución de no decir nada sobre el tema de la posesión a familiares o amigos.
Pero a pesar de todo debían seguir intentando, por lo cual la madre de Marta se encargó de conseguir los números de todas y cada una de las diócesis de España, obteniendo en cada diócesis la respuesta de que no había exorcista alguno que pudiese ayudarlas (¡a pesar de que antes ya habían estado con uno!) y de que lo único que podían hacer era acudir a un psiquiatra. Afortunadamente, la madre de Marta había terminado por enterarse del gran exorcista romano Gabriel Amorth; el cual, muy sensatamente, les comunicó que no tenía sentido que fueran a Roma y que lo que tenían que hacer era buscar un exorcista en España.
Hasta allí todo parecía perdido; mas, sin que haya pasado mucho tiempo, la casualidad quiso que ambas terminasen por enterarse del Padre José Antonio Fortea. La ayuda, tras largos meses de angustias y fracasos, había arribado a sus vidas. Así, el Padre Fortea se entrevistó con ambas y, luego de asegurarse de que el caso presentaba todas las condiciones necesarias para ser catalogado como una auténtica posesión demoníaca, aceptó tomar las riendas del asunto e iniciar el proceso el 23 de marzo del 2002. De su parte, madre e hija solo tendrían que poner el tiempo, el esfuerzo y el dinero (que no era mucho) para trasladarse cada cierto tiempo a la diócesis de la ciudad de Alcalá de Henares, diócesis en la que trabajaba el Padre Fortea.
En la primera sesión (23/03/2002), el Padre Fortea trajo a cuatro personas para que le ayuden a orar y a sujetar a la poseída en caso de ser necesario. Dos fueron las horas que estuvieron orando; después, ya en medio proceso de exorcismo, Fortea le ordena (en nombre de Jesucristo) al demonio que diga cuántos hay dentro de la chica y él responde que “cinco”, mostrándose así desde sus inicios la dificultad del caso. Luego, y es aquí donde se confirma la raíz del caso expuesta mucho antes, el Padre Fortea le pregunta al demonio que cómo entró en la chica y, tras tener que obligarlo a responder en nombre de Jesús, él nos cuenta que: ‹‹Al final respondió. Pero cuando lo hizo yo no entendí nada. Era el nombre de un chico. ¿Qué significaba aquello? La madre me dijo que era el nombre de un compañero de clase de su hija. En latín volví a insistir en que me dijera de qué medios concretos se había servido para entrar en esa persona. Tras insistir yo en mi orden, la respuesta entrecortada que obtuve fue “hechizo de muerte”. Todo estaba claro. La enfermedad que había padecido y que casi la había matado era el fruto de un hechizo que había llevado a cabo ese chico. Por las muchas oraciones de su madre, Marta se había salvado, pero había quedado posesa. Normalmente este tipo de cosas no suceden aunque alguien haga un hechizo, pero cuando se invoca a estas fuerzas demoníacas cualquier cosa puede pasar. Cuando una persona va a Misa y se confiesa está protegida por Dios. Y probablemente si hubiera rezado el Rosario hubiera estado protegida. Pero solo con la Misa, y aun confesándose de vez en cuando, no fue suficiente para que el hechizo no hiciera efecto en su cuerpo en forma primero de enfermedad y de posesión después.››
Tras esa sesión vinieron innumerables sesiones a razón de una cada semana, sesiones en las que en general acudían cuatro o cinco personas como ayuda para orar (el Rosario sobre todo) o sujetar a la poseída, sesiones en las que la madre de Marta solía pasar horas arrodillada en el piso repitiendo Rosario tras Rosario…De aquellos exorcismos, nos dice Fortea que nada recordaba Marta, que solo “tenía una vaga sensación como de haber pasado por una pesadilla”.
En cuanto a los cinco demonios descubiertos en la primera sesión, cuatro de ellos (Fortea omite el nombre de uno de ellos) eran los siguientes: Fausto, Perfidia, Azabel y Zabulón. Todos, a excepción de Zabulón, salieron a lo largo de ocho sesiones. Para expulsarlos, además de los métodos generales, Fortea necesitó encontrar lo que más atormentaba a cada uno; siendo que, por ejemplo, a Azabel curiosamente le resultaba insoportable oír el sonido que hacía la madre de Marta al besar su crucifijo.
Zabulón, que según investigaciones de Fortea había sido mencionado en escritos medievales y había aparecido cuatro veces en la historia siendo la penúltima en los exorcismos del Padre Candido Amantini (maestro del gran exorcista Gabriel Amorth), era un demonio que se resistía a salir y al que atormentaba particularmente el ser obligado a recitar fragmentos de la Biblia, sobre todo de aquellas partes como el Evangelio de San Juan en que se menciona a Dios como Luz. Dentro de esa aversión de Zabulón, algo que resultó sorprendente fue que en varias sesiones, sin que se lo obligue a decir la frase, él dijo con rabia y pesar lo siguiente: ‹‹Yo vi la luz y me alejé de ella››. Cuenta también el Padre Fortea algo que resulta hilarante y llamativo en relación a Zabulón; dice: ‹‹Cuando se le ordenaba que besara una estampa de la Virgen le daba mordiscos. Sin embargo, a pesar de esta rebeldía, cuando se le ordenaba beber el agua bendita en nombre de Cristo, la bebía. Aunque había que ordenarle después que la tragara. Pues de lo contrario más de una vez algún poseso me ha regado la cara varios minutos después con el contenido de su boca.››
De entre todos los demonios que pasaron por Marta, Zabulón fue uno de los que dio declaraciones más valiosas e interesantes. Una de ellas resultó particularmente polémica y tuvo al Padre Fortea sumido en profundas cavilaciones hasta que por fin encontró una solución lógica que le permita comprender cómo la declaración de Zabulón podía ser verdadera y a la vez Escrivá de Balaguer (fundador del Opus Dei) ser santo, puesto que la declaración de Zabulón había sido dada bajo obligación en nombre de Cristo —recuérdese que la teoría eclesiástica del exorcismo dice que, si un demonio habla obligado por el nombre de Cristo, no miente— y según esa declaración José María Escrivá de Balaquer no era santo. La solución de Fortea fue que, ya que cuando el demonio emitió esa declaración Escrivá de Balaguer no había sido canonizado, aquel era entonces santo por derecho (tenía la condición moral y los méritos necesarios para ser canonizado, tenía derecho a la canonización) pero aún no era santo de hecho (esto es: santo según el veredicto de la Iglesia expresado en la canonización): de ese modo la figura de Balaguer seguía impoluta y, el postulado de que los demonios no mentían bajo el nombre de Cristo, se salvaba de ser contradicho. Sin embargo es evidente que el Padre Fortea se había auto-engañado con un refinado sofisma y que el demonio había dicho una verdad llana en tanto que había dicho que José María Escrivá de Balaguer no era santo en ningún sentido (ni de hecho ni de derecho). La información que avala esto es numerosísima en la web y nos permite comprender que José María Escrivá de Balaquer era un misógino, un enfermo mental y sexual, un tipo colérico y autoritario; y que, sin lugar a dudas, la canonización de José María Escrivá de Balaquer fue un fraude porque se omitieron los elementos contrarios a la misma. Finalmente, el asunto de la tan polémica (y real) declaración del demonio Zabulón se puede apreciar muy bien en las siguientes palabras del Padre Fortea: ‹‹Solo una vez por más que le di vueltas pensé que Zabulón me estaba engañando por más que insistí en mi orden, el hecho me dejó muy perplejo. En un momento dado invoqué a varios santos. En mi oración en voz alta le pedí a la madre Teresa de Calcuta y a Josémaría Escrivá de Balaguer que nos ayudaran. Entonces aquella voz desagradable habló, cosa extraña pues casi nunca decía nada salvo que se le obligara a hablar. Pero en esa ocasión dijo: “ella sí que es una Santa” (la madre Teresa de Calcuta), “él no” (Josémaría Escrivá de Balaguer). Yo le repliqué al momento diciéndole que estaba mintiendo. El demonio me dijo: “piensa lo que quieras, pero no es Santo”. Le dije que creía a la Iglesia, y si la Iglesia me decía que Josémaría Escrivá era Santo pues lo era, y punto. Y es más, quise comprobar el poder del nombre de Cristo y le ordené que dijera la verdad. Pero ante mi sorpresa, por más que se lo ordené se mantuvo en su afirmación sin ceder››
Luego de Zabulón desfilaron muchos otros demonios por la pobre Marta; pero, ya que no se tiene un registro completo de todo o de la mayor parte del proceso de exorcismo de Marta, poner todas las sesiones de exorcismo que se han relatado o incluso la mayor parte de las mismas, carecería de sentido en el contexto de este artículo. Por ello, a continuación lo que se expondrá será lo siguiente: primero, una lista con todos los demonios que han pasado por Marta y han sido nombrados en lo que el Padre Fortea escribió sobre el caso; segundo, una selección de los fragmentos más reveladores e impactantes de lo que el Padre Fortea ha redactado en torno al caso de Marta.
LOS DEMONIOS DE MARTA: LISTA INCOMPLETA DE UN BATALLÓN INFERNAL
Satán, Lucifer, Belcebú; Judas Iscariote; Dolor, Tristeza, Desesperación, Agonía, Enfermedad, Veneno, Muerte, Miedo, Desconfianza, Negación, Separación, Discordia, Maldad, Odio, Perversión, Dureza, Soberbia; No, Isomnio; Noise (“Ruido”); Herir; Jaizel, Jaisander (“El que negó a Dios”), Jaim (“Oscuro”), Jasar (“Muerte”), Jael (“Pesar”), Jaister (“Perdición”), Jaislashenka, Jánser (“La luz que se apagó”); Ledeseil (“Desobediencia”), Belseinhagen (“El que se hundió en la miseria y las tinieblas de Dios”), Fireflea (“Pulga de fuego”), Zabulón (“Morada”), Kadetdsar (“Impuro”), Daheinsea (“Maldad”), Sadrechachán (“Separación y Miedo”), Haissa (“Hundido”), Zafa; Judas Iscariote
FRAGMENTOS REVELADORES E IMPACTANTES
Sobre el porqué de la negativa divina a dejar salir a un demonio:
‹‹En un momento dado decidí preguntarle por qué no salía. Le ordené en nombre de Jesús que me respondiera, insistí, perseveré en la pregunta. Finalmente dio una respuesta, quizá la única respuesta que yo no me esperaba A la pregunta de por qué no salía, la respuesta había sido: yo quiero salir. A la pregunta de por qué entonces no salía la respuesta era: Dios no me deja. Aquello era el mundo al revés. Aquello subvertía todos mis esquemas. El sacerdote tratando de hacer salir al demonio, el demonio queriendo salir y Dios que no le dejaba salir. Aun así, confiando más en Jesús en el Sagrario, hice con Fe, en un supremo esfuerzo de Fe, la pregunta: en el nombre de Jesús te ordeno que me digas por qué Dios no deja salir. El demonio dijo únicamente cuatro palabras. Musitó con rabia cuatro sencillas palabras: para que se conciencien. De pronto todo tenía sentido: las respuestas anteriores, lo mucho que se estaba prolongando el caso…[…]…La madre entendió perfectamente desde ese día que la concienciación era parte integrante de la liberación de su hija. El caso de Marta no era un caso más, era un caso-signo. Un caso de posesión dado como signo para que mucha gente creyera.››
La terrible voz de Satanás:
‹‹Aquella mañana, en la posesa se encontraba solo Satán. Al principio de la sesión le pregunté: ¿cuántos estáis? la respuesta fue: YO. Lo dijo con una voz terrible. Escuchar a Satán es impresionante, su voz es la peor, la que más odio denota. Las oraciones en aquella mañana siguieron. En un momento dado hizo gesto en el aire con la mano de querer escribir. Pero fue San Miguel el que se comunicó con nosotros a través de la escritura, pues nos escribió lo siguiente: tenéis que tener fe, queda poco. Los ángeles no hablan a través de los posesos, pero aquel caso iba a ser especial.››
La primera manifestación verbal de San Miguel en la lucha por liberar a Marta:
‹‹Él (Jánser) insistió que Satán no le dejaba, cuando le pregunté al demonio qué tipo de poder era ese me respondió con un lacónico tú no lo entenderías. Al final, tras mucho invocar a San Miguel, vino. Tras salir habló a través de ella San Miguel. Hasta entonces San Miguel se había comunicado con nosotros escribiendo, pero no hablando. Era la primera vez que lo hizo, también la última. Su voz, a diferencia de la del demonio, era bella. Más bella, incluso, que la de Marta cuando estaba en estado normal. Era una voz que transmitía paz, serenidad, amor y bondad, una gran bondad y ternura. Todos nos emocionamos. Aquella voz nos dijo que tuviéramos fe, que vendría un gran bien para toda España de todo esto. Como es lógico aquella escena fue tan impresionante, que ningún escrito puede reflejar la emoción de ese momento, todos estábamos llorando.››
Un truco revelado por San Miguel en una sesión de exorcismo:
‹‹Estamos solos la madre, la hija y yo. Y tres demonios. Pronto contestó el inferior que además de Satán y Lucifer estaba otro llamado Odio. Hacerle la señal de la Cruz era lo que más le atormentaba. Yo le hablaba del amor de Jesús, del amor de Dios. En un momento dado, y sin hacerle ninguna pregunta, hizo gesto de querer escribir. Al ponerle las hojas sobre el vientre escribió con una letra distinta a todas las letras anteriores: las cruces en la cabeza/casi ninguno las soporta/ muy importante hazlo a todos cuando vengan a ti/ a ninguno [de los demonios] le gusta signo tú hacer siempre. Estas líneas se las obligó a escribir San Miguel, para que supiera cómo hacer para descubrir a los demonios que se ocultan cuando un sacerdote trata de discernir si alguien está poseso. Y es verdad que el padre Amorth siempre hacía sus oraciones con un gran crucifijo en la mano con el que hacía cruces en la cabeza cuando alguien llegaba a ver si estaba poseso.››
Sobre lo que la Madre de Marta le contó que el demonio había escrito con la mano de su hija:
‹‹Me llamó la madre por teléfono para decirme que en casa había escrito lo siguiente:
No salvación a los hijos de Satán no salvación.
libertad
el nunca feliz
no [se da] cuenta.
No salvación a los hijos de Satán.
Aviso nesta última palabra estaba metida en un recuadro doble]
los pactos hacen eso. No [metido en un recuadro] salvación.
Tú no entender nada. No Pedro almas perdidas
[Eso lo dijo porque la madre comentó que Pedro sería como un alma perdida. Pero quedaba claro que no, que iba hacia la condenación]
La voluntad lo niega
[Porque la madre antes había dicho que las almas perdidas no niegan a Dios]
Él lo odia.››
‹‹Yo no quiero que nadie rece, quiero que la gente no crea en
Dios. Quiero perder el máximo de almas posibles y llevarlos
a la más completa desesperación y pena, a la destrucción.
Los seduzco con falsas promesas que nunca cumplo para
atraerlos a la oscuridad. Hay gente que sin saberlo se va hundiendo
poco a poco porque no me ven.
No saben que detrás de “pequeños” vicios estoy yo
[La palabra ‘pequeños’ la escribió entre comillas y ‘yo’ dentro de un recuadro]
San Miguel me obliga a escribir porque ellos deben saber
para poder defenderse y no caer en mis redes. Yo busco su
perdición. La gente debe volver a Dios de forma intensa,
rezar, hablar con Dios, pedirle lo que necesitan, Él los escucha
siempre. Yo influencias fuertes para que la gente no crea.
Les inculco no creencia, no moral, nada es pecado, todo está
bien, les incito a la destrucción.
Los odio.
Ellos no se dan cuenta.
las cosas deben cambiar.
Tienen que saberlo: cuanto más se alejan de Dios más actúo
yo soy Satán.
Reza por ella lo necesita mucho. Tranquilas. Es pasajero, pasará››
Un criterio para reconocer la ayuda invisible en los exorcismos:
‹‹Cuando en un momento determinado de un exorcismo (normalmente hacia el final de la sesión), un poseso grita y aúlla como si estuviera en los peores momentos de las conjuraciones del ritual y el exorcista no hace ni dice nada, es que ha venido un ángel o un santo y ha entablado una lucha invisible con él. En esos momentos el exorcista es mejor que ore en silencio, para sí, sin estorbar la acción del ángel con el demonio››
En la expulsión del demonio Isomnio:
‹‹Así que opté sólo por orar y ordenarle que saliera. Después de tres rosarios, estaba yo orando en lenguas cuando de pronto comprobé con turbación que sólo me salía de la boca un sonido hecho sólo con los labios y no articulado con la garganta, un sonido que sonaba a un breve y repetitivo “psi”. Hubiera querido orar otra cosa, pero de mi boca sólo salía ese bisbiseo en voz muy baja que decía: psi, psi, psi…[…]…Aunque, ese psi, psi, psi a mí no me sonaba a nada que pudiera tener un significado, sin embargo, le producía una verdadera tortura al demonio. Al final salió. Y al siguiente demonio le pregunté cuál había sido la causa de que saliera. Y repitió ese sonido que yo pronunciaba ¿Pero qué significa?, le dije. Espíritu de Dios, fue su respuesta. Aquel sonido me parecía que difícilmente podía pertenecer a una lengua, así que le ordené que me dijera a qué lengua pertenecía. No dijo nada. Entonces dije a todos que rezáramos un avemaría para que nos dijera a qué idioma pertenecía aquel sonido extraño. El demonio no dijo nada, pero mientras rezábamos muy concentrados el avemaría comprendí que era griego.››
Una extraña teoría sobre los condenados al Infierno (palabras que el Arcángel Miguel obliga a pronunciar a Satanás a través de la boca de Marta):
‹‹Dios tiene compasión de todos. Con que en un momento de sus vidas piensen en Dios, ya tienen posibilidad de salvarse. El demonio quiere corromperlos, hundirlos completamente y cuando ya sean suyos que no puedan salir, entonces los mata, el demonio los mata, acaba con ellos, para que sean completamente suyos. Pero Dios les da muchas oportunidades para que se salven, muchas oportunidades, un leve resquicio donde entre un poco de luz y se puedan salvar. Por eso viven tiempo. Cuando ya después de muchas, pero que muchas oportunidades, han decidido completamente con voluntad ser de Satán, entonces se mueren y se convierten en demonios.››
Sobre los viajes astrales (diálogo entre Fortea y San Miguel haciendo hablar a Satanás con la boca de Marta):
‹‹En ese momento, en voz muy baja, le pregunté yo si el demonio estaba en la práctica del péndulo (radiestesia) y en los viajes astrales. Respondió con un breve sí. Después le pregunté si en las dos cosas, a lo que también respondió afirmativamente.
—¿Siempre? Le pregunté.
—No
—¿No siempre?
—No. Hay casos que sí, pero hay casos que no.
—¿Hay algún modo de distinguir?
—Rezando
—¿Los hombres pueden practicar viajes astrales si rezan?
No es recomendable. En algún caso especial no vendría mal. Pero sólo en casos excepcionales, como regla general no.››