El satanismo exalta las pasiones más bajas del hombre, como
forma de expresar el odio a Dios; debido que a Dios no puede hacerle
absolutamente nada, busca destruir su imagen, el hombre.
Dios
pide al hombre la pureza y la castidad, el pudor y la modestia, la humildad y
la caridad, como modos de imitar las diversas perfecciones del Ser divino. Debido
a que Satanás odia a Dios y al hombre, creado a su imagen, buscará pervertirlo
para que no refleje, con su cuerpo, con su pensamiento, con sus deseos, con su
vida toda, a su Creador.
Satanás
busca incesantemente la corrupción del hombre y sus mandatos están encaminados
a lograr esta corrupción. Precisamente, sus mandamientos son los opuestos a los
de Dios; por ejemplo, en los mandamientos satánicos relativos al sexo, Satanás
manda lo exactamente opuesto a los mandamientos de Dios. Así, los mandamientos
de Satanás son: consiente pensamientos y
deseos impuros, mira pornografía, comete
adulterio, odia la pureza, la castidad, la modestia, etc. Esto es así, porque
Satanás es contrario a Dios, y busca en todo oponérsele. Si Dios dice: “El
cuerpo es templo del Espíritu Santo” (1
Cor 6, 19), y lo es en realidad por la gracia del bautismo sacramental,
Satanás buscará, por medio de la tentación, que el hombre profane su cuerpo de
todas las maneras posibles: con el sexo desenfrenado, el alcohol, las drogas,
la música que incita a la lascivia y a la lujuria. Y es aquí en donde entra la
cumbia y su mensaje satánico implícito (aunque no sea explícito en la mayoría
de los casos): aunque no mencione a "Satanás", la cumbia incita a cumplir los mandamientos de Satanás, los cuales se oponen de modo diametralmente opuesto a los Mandamientos de Dios.
Es conocido por todos que muchos géneros musicales poseen canciones
que contienen mensajes subliminales que incitan al satanismo, pero exteriormente
no hay nada, en los intérpretes o en las bandas, o incluso en las letras de las
canciones, que induzca al culto al demonio. En el caso de la cumbia, tal vez
los mensajes subliminales satánicos no existan, o quizás sean muy escasos;
exteriormente, además, no hay una “estética satánica” en los grupos “cumbieros”, al menos en su gran mayoría, todo lo cual podría hacer suponer que en la cumbia no hay satanismo.
Sin embargo, el satanismo está presente en la cumbia, desde
el principio al final, desde el momento en que, comenzando desde el ritmo
propio del género musical (o más bien, “anti-musical”) de la cumbia, pasando
por las letras de las canciones, hasta la puesta en escena de los temas –las vestimentas
y bailes femeninos principalmente-, en todo momento se incita a la sensualidad,
al erotismo, a la lascivia, a la sexualidad desenfrenada, a la violencia de
género, al consumo de alcohol y de drogas, entre otros muchos otros vicios y
pecados que sería muy largo de enumerar.
Porque exalta las más bajas pasiones del hombre,
ensalzándolas como un estilo de vida divertido, alegre, sin compromiso moral
alguno, despreocupado, la cumbia villera es satánica, desde el principio al
fin.
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