En sus apariciones en
Fátima, Portugal, a tres pastorcitos, la Virgen María, tal como declara Sor
Lucía, “no estaba contenta”, y el motivo era la enormidad de la malicia del
corazón humano, que se eleva como pútrido hedor a los cielos, ofendiendo la
majestad divina. Si ya en ese entonces la Justicia divina estaba airada por la
maldad de los hombres, cabe imaginarse, teniendo en cuenta la multiplicación
casi al infinito de las ofensas a Dios Trino, a Jesús, Dios Hijo encarnado, a
la Virgen, y a la Iglesia santa de Dios, que día a día se cometen a lo largo y
ancho del mundo.
El
hombre peca, inconscientemente, y no se da ni la más pequeña idea de lo que el
pecado significa para Dios, y tampoco se imagina qué es lo que le espera si,
despreciando la Misericordia Divina, que lo invita una y otra vez a la
conversión, se obstina en su malicia.
Precisamente,
para que nos demos una idea, al menos ligera, ya que no es lo mismo la
información intelectual a la experiencia de vivir en ese lugar, la Virgen
María, como auxilio del cielo, nos muestra, a través de los pastorcitos de
Fátima, cómo es el infierno, el lugar adonde van los hombres que obedecen a los
mandamientos de Satanás y desprecian a los mandamientos de Dios.
Ofrecemos
estos extractos de las Apariciones de la Virgen en Fátima, a fin de que por la
meditación acerca de las realidades eternas, evitemos el camino del pecado y
vivamos la vida de la gracia.
La
Virgen dijo a los pastorcitos: “Sacrificaos por los pecadores y decid muchas
veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: “¡Oh, Jesús, es por tu
amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados
cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!”. Al decir estas últimas
palabras abrió de nuevo las manos como los meses anteriores. El reflejo parecía
penetrar en la tierra y vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego
los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o
bronceadas, con forma humana, que fluctuaban en el incendio, llevadas por las
llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo hacia
todo los lados, semejante a la caída de pavesas en los grandes incendios, sin
peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación que
horrorizaban y hacían estremecer de pavor. (Debe haber sido a la vista de esto
que di aquel “ay” que dicen haberme oído.) Los demonios se distinguían por sus
formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero
transparentes como negros carbones en brasa.
Asustados y como para
pedir socorro levantamos la vista a Nuestra Señora, que nos dijo con bondad y
tristeza:
-Habéis
visto el infierno, adonde van las almas de los pobres pecadores. Para
salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo, la devoción a mi Inmaculado
Corazón. Si hiciesen lo que os digo, se salvarán muchas almas y tendrán paz”.
“Cuando viereis una
noche alumbrada por una luz desconocida sabed que es la gran señal que Dios os
da de que va a castigar al mundo sus crímenes por medio de la guerra, del
hambre, de la persecución de la Iglesia y del Santo Padre. Para impedir eso,
vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión
reparadora de los primeros sábados. Si atienden mis deseos, Rusia se convertirá
y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y
persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo Padre
tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Al final, MI
INMACULADO CORAZON TRIUNFARÁ”.
Solicito la blasfemia a la Vírgen Santa María por mis calumniadores con el fin de reencarnarlos legítimamente perpetuos y estables como las ánimas de Fátima del purgatorio de sus encarnaciones angelicas de los ángeles de Jesucristo provisionales reencarnados en los tales. Les prevengo de previos impostores del blog quienes desean sabotearme con ustedes para una reencarnacion bastarda de los tales o para disuadirme con ustedes de la reencarnacion de los tales.
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