"El infierno consiste en la condenación eterna de quienes, por libre elección, mueren en pecado mortal" (Catecismo de la Iglesia Católica, Compendio, 212)

San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final
martes, 15 de diciembre de 2020
Madres subversivas y la Iglesia de Satán coinciden en una misma brutalidad: el aborto
martes, 8 de diciembre de 2020
“Medita en las postrimerías y no pecarás jamás” (Ecl 7, 40)
Dijo el Padre del desierto Evagrio: “Sentado en tu celda, concentra tus pensamientos. Recuerda el día de tu muerte, el día de la muerte de tu cuerpo. Aleja del espíritu la infelicidad, sobreponte a la pena y condena la vanidad del mundo a fin de vivir todo el tiempo en la paz que te propusiste, sin debilidades. Recuerda a los que están en el infierno: piensa en el estado de esas almas allí abajo, en el penoso silencio, en los amargos tormentos, en el temor, en el combate, en la espera; piensa en su dolor sin fin y en las lágrimas que vierten eternamente esas almas. Pero preserva también el recuerdo del día de la resurrección y de la presentación ante Dios. Imagina ese juicio horroroso y temible. Pon atención a la suerte reservada a los pecadores, la vergüenza frente a Dios, frente a los ángeles, los arcángeles y a todos los hombres. Piensa en los castigos, en el fuego eterno, en la miseria sin descanso, en la oscuridad, en el rechinar de los dientes, en los temores y en los suplicios. Reflexiona, también, acerca de los bienes que se reservan a los justos: la familiaridad con Dios Padre y con su Hijo Jesucristo, con los ángeles y los arcángeles y con todo el pueblo de los santos. Piensa en el reino de los cielos y en los presentes de ese reino, en la alegría y en la beatitud. Recuerda permanentemente estas dos realidades. Llora sobre el juicio de los pecadores y aflígete ante el temor de estar, tú también en medio de esas penas. Pero regocíjate y permanece en la alegría de la suerte reservada para los justos, esforzándote por obtener su mismo goce. En el interior o en el exterior de tu celda, vela para que no se te borre jamás la imagen de estas cosas, de tal manera que, gracias a su recuerdo huyas de los pensamientos inadecuados y nocivos” (Cfr. Apotegmas de los Padres del desierto, Editorial Lumen, Buenos Aires 1979, 73.).