San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final

sábado, 29 de agosto de 2015

Películas recomendadas por exorcistas (I): "Líbranos del Mal"






No recomendamos la película con el fin de proporcionar un rato de deleite a los apasionados del género de películas de terror, sino para ayudar a tomar conciencia de la existencia del Demonio como ser personal maligno que actúa en nuestro mundo a través de sectas satánicas, buscando la muerte temporal del ser humano y su condenación eterna, para así descargar su odio luciferino contra Dios Uno y Trino y su "Mesías venido en carne, Jesucristo" (cfr. 1 Jn 4, 3; 1 Jn , 22), el Hombre-Dios.

jueves, 13 de agosto de 2015

Las increíbles historias de cinco grandes santos que lucharon cara a cara contra Satanás

Las increíbles historias de cinco grandes santos que lucharon cara a cara contra Satanás

El mundo espiritual es real y hay una batalla, aunque Satanás y sus demonios rara vez se revelan a la gente común, si atacaron a los Santos. El mundo espiritual es real y hay una batalla.

Aunque Satanás y sus demonios rara vez se revelan a la gente común, cuando se trata de aquellos que son fuertes en el Señor como los santos, los demonios a veces aparecen y hacen ataques abiertos. Por supuesto, Jesús ya ha vencido a Satanás y todas las fuerzas del mal de este mundo. Aunque Satanás continúa buscando almas para llevar al infierno, toda persona que permanece en Jesús no puede ser separada de Dios.

Así que no dejes que estas historias te asusten. Más bien, deja que estas historias sean recordatorios de que Satanás y sus tentaciones de pecado son reales, incluso si no lo ves, como estos santos lo hicieron.

1. San Antonio el Grande: "El león rugía, con el deseo de atacar"
Fue un monje del desierto que vivió entre los siglos III y IV. Sabemos de San Antonio a partir de una biografía escrita por San Atanasio llamada “Vida de San Antonio”. Ésta dice que cuando la gente visitaba a San Antonio en su casa en el desierto, "oían tumultos, muchas voces, y sonidos que parecían del choque de las armas. Por la noche en la montaña aparecían bestias salvajes y el santo combatía contra ellas mediante la oración”.

En una ocasión, San Antonio decidió pasar una noche solo en una gran tumba. Un enorme grupo de demonios descendió sobre él y le atacó el cuerpo. “El diablo lo arañó y el dolor causado fue tan terrible, que le impidió levantarse del suelo y lo dejó sin habla. Afirmó que la tortura había sido tan excesiva, que no hay golpes infligidos por el hombre, que podrían alguna vez causar semejante tormento”.

Al día siguiente, un amigo que le llevaba suministros lo encontró y lo trajo a la aldea más cercana. Pero esa noche, él recuperó la conciencia y le pidió al amigo que lo llevara de nuevo a la tumba. Después de que su amigo lo encerró de nuevo en la tumba, San Antonio gritó: "Aquí estoy yo, Antonio; yo no huyo de tus latigazos, ya que incluso si tú me infliges más dolor, nada me separará del amor de Cristo”.

Los demonios regresaron, y así es como San Atanasio describe lo que sucedió después:

En la noche hicieron un estruendo tal, que la totalidad de ese lugar parecía ser sacudido por un terremoto y como si se rompieran las cuatro paredes de la vivienda, parecía que los demonios entraban a través de ellas, hechos semejantes a bestias y reptiles.

Y el lugar estuvo de repente lleno de formas de leones, osos, leopardos, toros, serpientes, víboras, escorpiones y lobos, y cada uno de ellos se movía de acuerdo a su naturaleza. El león estaba rugiendo, con el deseo de atacar, el toro parecía embestir con sus cuernos, la serpiente se arrastraba buscando un punto de ataque y el lobo gruñía rodeándolo por completo; los ruidos de las apariciones, fueron horribles.

A pesar de que estaba en un terrible dolor, él respondió con valentía a los demonios:

Si ustedes tuviesen algún poder, habría bastado que solo uno de ustedes viniera, pero como Dios los hizo débiles, ustedes quieren aterrorizarme con su gran número y una prueba de su debilidad es que tomen la forma de bestias brutas.

Si son capaces y han recibido, un poder contra mí, ¿por qué retrasan el ataque?; pero si no pueden, ¿por qué molestarme en vano? Por la fe en nuestro Señor que es un sello y un muro de seguridad para nosotros.

De repente, el techo se abrió y una luz brillante llenó la tumba. Los demonios desaparecieron y su dolor cesó. Al darse cuenta de que Dios lo había salvado, él oró:

¿Dónde estabas? ¿Por qué no te apareciste desde el principio para cesar mis dolores?

Y Dios le respondió:

Antonio, yo estaba aquí, pero esperé a ver tu lucha; ya que has perdurado en la fe y no has sido vencido, siempre estaré dispuesto a socorrerte y haré famoso tu nombre en todas partes.

San Atanasio escribe que habiendo oído esto, “Antonio se levantó, rezó, y recibió tal fuerza que él percibía que tenía más poder en su cuerpo que antes. Y era entonces de unos treinta y cinco años”.

2) San Padre Pío: "Estos demonios no dejan de golpearme"
San Padre Pío nacido a finales del siglo XIX, vivió y murió en Italia. Cuando murió en 1968 ya era conocido y venerado en todo el mundo. Un sacerdote santo, hacedor de milagros, y estigmatizado, San Padre Pío también fue atacado regularmente por demonios.

Según el P. Gabriele Amorth, un exorcista líder del Vaticano, "los verdaderos enemigos del Padre Pío eran los demonios que lo asediaban”.

La grande y constante lucha del Padre Pío, durante su vida era en contra de estos enemigos de Dios y de las almas humanas, los demonios que trataban de capturar su alma. Incluso en su juventud, San Padre Pío disfrutaba de increíbles visiones celestiales, pero también sufría ataques demoníacos. Padre Amorth explica:

El diablo se le aparecía como un gato negro feo, o en la forma de un animal verdaderamente repugnante, la intención obvia era llenarlo de terror. Otras veces los demonios vinieron como jóvenes mujeres, desnudas y provocativas, realizando bailes obscenos, para poner a prueba la castidad del joven sacerdote. Pero el Padre Pío sintió su mayor peligro cuando el diablo trató de engañarlo, tomando la forma de uno de sus superiores (su superior provincial o su director espiritual) o en una forma sagrada (el Señor, la Virgen o San Francisco).

Esta última táctica del diablo, en la que aparece como alguien bueno y santo, era un problema particular. Así es como San Padre Pío hacía para discernir una visión:

Se daba cuenta primero de una cierta timidez cuando la Virgen o el Señor se le aparecían, seguido de una sensación de paz cuando la visión terminaba. Por otro lado, cuando era un demonio tomando una forma sagrada provocaba en él una inmediata sensación de alegría y atracción, sustituido después por el remordimiento y la tristeza.

Satanás incluso a veces atacaba a San Padre Pío físicamente. Él describe esto en una carta que escribió a su sacerdote confesor:

Estos demonios no se detienen, incluso me golpean y me hacen caer de la cama, arrancan mi camisa. Pero ahora no me asustan más. Jesús me ama, a menudo me levanta y me pone de nuevo en la cama. De hecho, si estamos cerca del Señor, no debemos tener ningún miedo de los demonios.

3. Santa Gema Galgani: "Sus brutales garras"
Santa Gema Galgani era una mística italiana del siglo XIX, que tenía experiencias espirituales increíbles. En una carta a un sacerdote, ella escribió:

Durante los últimos dos días, Jesús me ha estado diciendo después de la Santa Comunión: “Hija mía, muy pronto el diablo desatará una guerra contra ti.” Estas palabras se oyen en mi corazón continuamente. Por favor rece por mi...

Rápidamente se dio cuenta de que la oración era la mejor defensa. En respuesta para ella, Satanás le dio dolores de cabeza violentos con el fin de dificultar el sueño. Su fatiga hizo que orar fuera más difícil, pero ella perseveró:

Cuántos esfuerzos no hace este miserable para que sea imposible que yo ore. Ayer por la tarde trató de matarme y habría tenido éxito si Jesús no viene rápidamente en mi ayuda. Estaba aterrorizada y mantuve la imagen de Jesús en mi mente...

En un momento, mientras ella estaba escribiendo una carta, el diablo "le arrebató la pluma de su mano y rompió el papel y luego la arrastró, agarrándola por el pelo con sus brutales garras, con tal violencia que la tumbó de la mesa." Ella describe otro ataque en uno de sus escritos:

El demonio se presentó ante mí como un gigante de gran altura y seguía diciéndome "Para ti ya no hay más esperanza de la salvación. Tú estás en mis manos". Le respondí que Dios es misericordioso y por lo tanto no temo nada. Entonces, me dio un duro golpe en la cabeza en un ataque de cólera y dijo "¡maldita seas tú!" Y luego desapareció.

Luego me fui a mi habitación a descansar y lo encontré; comenzó de nuevo a golpearme con una cuerda anudada y quería que yo lo escuchara, le dije que no y él me golpeó aún más fuerte, golpeando mi cabeza violentamente contra el suelo. En un momento determinado, vino a mi mente invocar al Padre de Jesús "Padre Eterno, por medio de la preciosísima sangre de Jesús, líbrame”.

Entonces no sé muy bien lo que pasó. Esa bestia despreciable me arrastró de la cama y me tiró, golpeando mi cabeza contra el suelo con tanta fuerza que me duele todavía. Me quedé sin sentido y permanecí acostada allí hasta que volví en mí, mucho tiempo después. Gracias a Jesús.

Pero ella mantuvo su fe en Jesús, incluso utilizaba el humor contra el diablo. Ella escribió esto a un sacerdote:

Si usted lo hubiera visto, cuando huyó haciendo caras, habría echado a reír, ¡Él es tan feo! .... Pero Jesús me dijo que no tuviera miedo de él.

4. San Juan María Vianney: "Es porque puedo convertir almas al Dios bueno"
San Juan Vianney vivió en Francia en el siglo XIX. Es respetado por su santa obra como sacerdote, es el santo patrón de los sacerdotes. Y también combatió contra el maligno en varias ocasiones.

Una vez, su hermana pasó la noche en su casa adjunta a su iglesia parroquial. Ella se despertó porque escuchaba por sonidos extraños como golpecitos en su pared y mesa, fue a donde San Juan María Vianney, que estaba oyendo confesiones hasta tarde en la noche y él le explicó:

Oh, hija mía, no deberías haber tenido miedo: Es el “Garfio” (su apodo para Satanás). Él no te puede hacer daño. En cuanto a mí, me atormenta en formas diversas. A veces me agarra por los pies y me arrastra por la habitación. Es porque puedo convertir almas para el buen Dios.

En otro ejemplo, San Juan Vianney estaba oyendo confesiones en la iglesia parroquial cuando alguien le informó de que su dormitorio estaba en llamas. ¿Su respuesta?

El “Garfio” está muy enojado. No ha podido atrapar el ave, por lo que ha quemado la jaula, es una buena señal. Tendremos muchos pecadores este día.

5. Santa Teresa de Ávila: "Sus cuernos estaban alrededor del cuello del sacerdote mientras celebraba la misa"
Santa Teresa de Ávila era una mística española del siglo XVI y es honrada hoy como Doctora de la Iglesia, por su increíble visión de la vida espiritual. Y en sus oraciones y meditaciones, tuvo regularmente contacto con el diablo.

Ella describe: "Tiene una forma abominable, su boca era horrible. Su cuerpo parecía provenir de una gran llama” En una ocasión “vio con los ojos del alma dos demonios de aspecto horrible que parecían tener sus cuernos alrededor del cuello de un sacerdote mientras celebraba la misa.”

Sin embargo, incluso para ella, estas manifestaciones visuales eran raras. Ella escribe: "Yo casi nunca lo he visto en forma corporal. A menudo lo he visto sin ninguna forma, como en el tipo de visión que he descrito, en el que no se observa la forma, pero sé que está allí”

¿Sus armas contra estas fuerzas del mal? La oración, la humildad y curiosamente agua bendita, que ella decía por experiencia fue un arma particularmente eficaz.
(Fuente: http://www.religionenlibertad.com/las-increibles-historias-de-cinco-grandes-santos-que-lucharon-cara-a-44270.htm)

miércoles, 12 de agosto de 2015

Un laico asesinado por rechazar la brujería será el primer beato de Sudáfrica

Un laico asesinado por rechazar la brujería será el primer beato de Sudáfrica

La Iglesia Católica en Sudáfrica contará desde el 13 de septiembre con el primer beato de su historia. Se trata de Benedict Daswa, un maestro y padre de familia de 43 años de edad que fue brutalmente asesinado por rechazar la brujería en la que creía la mayoría de su aldea.

La ceremonia de beatificación, informa la agencia vaticana Fides, se realizará en el Santuario Benedict Baswa en Tshitanini en la Provincia de Limpopo (Sudáfrica) y será presidida por el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

El 22 de enero de este año el Papa Francisco autorizó promulgar el decreto que reconoce “el martirio del Siervo de Dios Tshimangadzo Samuel Benedict Daswa (Bakali), laico, asesinado por odio a la Fe, el 2 de febrero de 1990, en Mbahe (Sudáfrica)”.

Daswa nació el 16 de junio de 1946 en la tribu Lemba en la diócesis de Tzaneen. Durante su infancia fue pastor como era la costumbre local. Tras la muerte de su padre en un accidente, viajó a Johannesburgo donde tuvo su primer contacto con la Iglesia Católica a través de un amigo. Fue bautizado el 21 de abril de 1963, a los 16 años de edad con el nombre de Benedict.

Logró obtener el título de maestro y en 1976, fundó un equipo de fútbol llamado The Mbahe Eleven Computers, como herramienta para la educación y la evangelización. Sin embargo, el equipo comenzó con varias derrotas y varios miembros buscaron un hechicero para cambiar la suerte del grupo. Esto llevó a Benedict a retirarse del equipo.

Fue nombrado director de una escuela y siempre ayudó a los necesitados, era reconocido por su vida de oración, su generosidad y bondad; rasgos que también demostró con su esposa y sus ocho hijos.

Martirio
En 1990, tras una serie de fuertes temporales en su aldea, la mayoría de los habitantes pensó que estos fenómenos se debían a la brujería. El consejo de ancianos decidió consultar a un curandero y pidió a todos un pago para la consulta. Benedict respondió que los relámpagos eran un fenómeno natural y que su fe católica le impedía pagar a un brujo lo que suscitó la ira de muchos.

El 2 de febrero de 1990 el auto en el que viajaba Benedict fue detenido en una emboscada. Consiguió huir a pie, se escondió en una casa. Ante la amenaza de matar a la mujer que lo escondía, Benedict se entregó a sus asesinos diciendo: “Padre recibe mi espíritu”.
Fue asesinado a cuchilladas, le abrieron el cráneo a golpes y cubrieron su cuerpo con agua hirviendo para comprobar que efectivamente había muerto.
(Fuente: http://www.religionenlibertad.com/un-laico-asesinado-por-rechazar-la-brujeria-sera-el-primer-beato-44293.htm)

jueves, 6 de agosto de 2015

La esperanza del cristiano es Cristo Jesús


         La muerte, como fenómeno existencial, no solo nos sorprende y nos deja sin palabras, sino que nos provoca angustia, dolor interior, llanto, tristeza, y tanto más, cuanto más querido es el ser que ha fallecido. La muerte nos deja atónitos, sorprendidos, entristecidos, porque es un hecho que desestructura nuestra vida, nuestro ser; al quitar de en medio a quienes amamos, la muerte nos deja un vacío existencial que corre el riesgo de convertirse en un abismo, que puede arrastrarnos y terminar con nosotros, si es que no tenemos conciencia de lo que nos sucede, si no podemos dimensionar a la muerte en su verdadera condición. Es decir, la muerte es algo tan conmocionante, que corremos el riesgo de dejar absorbernos por la muerte, de manera tal que, aun permaneciendo vivos, vivamos como muertos, en el sentido más literal de la palabra. La muerte nos deja sin esperanzas en esta vida, porque no hemos sido creados para la muerte, sino para la vida.
Por lo tanto, es necesario afrontar la muerte desde la perspectiva adecuada, que no es otra que la perspectiva de la fe de la Iglesia, para darle a la muerte su verdadera dimensión.
¿Qué nos enseña la Iglesia acerca de la muerte?
Nos enseña que la muerte ha sido vencida por el Hombre-Dios Jesucristo, porque con su sacrificio y muerte en cruz, ha dado muerte a nuestra muerte, para concedernos a cambio, por su Resurrección, su Vida, que es la vida misma de Dios Uno y Trino.
La Iglesia nos enseña que la muerte, por lo tanto, no es un hecho que nos deje sin esperanzas, sino que, por Cristo Jesús, se ha convertido en mero umbral que da paso a la vida eterna. Ahora bien, esta vida eterna será de gozo o de dolor, pero de ninguna manera la muerte, para la Iglesia, se convierte en un “punto final” desesperanzador, sino que se convierte, en realidad, en un “punto de partida”, porque allí mismo da comienzo una nueva vida, la vida eterna, la cual será de felicidad y alegría si somos fieles a Nuestro Señor Jesucristo y su gracia.
Por otra parte, puesto que la Iglesia nos enseña también que “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8), porque confiamos en su Misericordia Divina, es que esperamos que nuestros seres estén ya gozando de su visión, puesto que esperamos que Dios les haya perdonado sus pecados, muchos o pocos, que puedan haber cometido a causa de la humana debilidad.
Y así como esperamos que estén ya en la eterna felicidad, esperamos confiados en un reencuentro con ellos, no en esta vida, sino en la otra, en la Casa del Padre, en Cristo Jesús, por su gran misericordia.
El otro aspecto a tener en cuenta, es que esta vida terrena es pasajera, tal como lo dice el Salmo 143: “Nuestra vida, Señor, pasa como un soplo, enséñanos a vivir en tu voluntad”. La vida en el tiempo y en el espacio, “pasa como un soplo”, porque es como un parpadear de ojos, en comparación con la eternidad.
Entonces, si queremos reencontrarnos con nuestros seres queridos en la Casa del Padre –luego de haber pasado nosotros mismos por la muerte y si es que superamos el Juicio particular-, debemos prepararnos para nuestra propia muerte, porque si morimos en gracia, ese día será el día del reencuentro, en Cristo Jesús, con aquellos seres queridos a quienes hoy la muerte nos los ha arrebatado.
El recuerdo de un ser querido no debe quedar por lo tanto en la mera memoria afectiva y sensible: si de veras los amamos, y si sabemos que, por Jesucristo y su sacrificio en cruz, tenemos la esperanza de volverlos a ver, de volver a hablar con ellos, de volver a abrazarlos y besarlos -a nuestros padres, hijos, amigos, fallecidos-, para ya nunca más separarnos, porque el Reino de Dios es eterno, entonces debemos prepararnos para atravesar nosotros mismos ese umbral que separa el tiempo humano de la eternidad, al que llamamos “muerte”, y la forma de hacerlo, es mediante un triple propósito: vivir en gracia de Dios –de ahí la necesidad de la confesión sacramental y de la comunión dominical, al menos-, evitar el pecado en todas sus formas y obrar la misericordia para con los más necesitados.
Si cumplimos estos propósitos, confiados en la Divina Misericordia, entonces la muerte ya no será para nosotros causa de desesperanza, sino motivo de esperanza, porque gracias a la muerte de Cristo en la cruz, podremos reencontrarnos con nuestros seres queridos, en el Reino de los cielos, para ya nunca más separarnos.