Quienes adoran al Diablo, no saben que arriesgan sus vidas para toda la eternidad.
Por Germán Mazuelo-Leytón - 22/01/2019
Es impresionante el avance de las sectas que se inspiran en Satanás, que invocan en su ayuda a Satanás, que se sirven de promesas y compromisos con Satanás a quien entregan su alma.
Hace muchos años, el exorcista ya difunto Padre Gabriel Amorth nos puso sobre aviso: «Cada vez más personas practican el espiritismo o entran en sectas satánicas, se ha vuelto casi una moda. A veces lo hacen con inconsciencia sin saber lo que les espera, pero luego se ven obligados a menudo con terror, a sufrir las consecuencias, porque el Demonio no es una entidad impersonal».
No, no es el nombre que dan los psicoanalistas al mal abstracto que existe en la sociedad, sino que es una persona concreta y como dice San Pedro «rugiendo como un león ronda, buscando a quien tragarse» (1 Pe 5, 8).
Por desgracia una mala teología ha difundido -aún en la Iglesia Católica- una concepción abstracta del Demonio, que contrasta abiertamente con la enseñanza del Evangelio, si aumenta el número de los que practican el esoterismo o entran en las sectas satánicas, es también porque la Iglesia ha dejado de enseñar correctamente la doctrina sobre el Demonio, enseñada por la Escritura y conservada por la Tradición.
I. Actuación del Diablo
San Juan señala como tarea principal de Cristo el haberse manifestado para deshacer las obras del diablo. Es «príncipe de este mundo», según Jesús y siembra el mal en el campo de Jesús.
Nuestro Señor Jesucristo destaca la presencia trágica del diablo al que llama «ser malo», «espíritu contrario al hombre», «diablo».[1] Sus obras son: la posesión diabólica, la enfermedad y la muerte. Satán lucha continuamente con el hombre, atacándole de codicia, de cólera, de soberbia, de maledicencia, con lo que desea arrastrar al hombre a la perdición. Son enseñanzas expresadas por Jesús. Precisamente la acción salvífica de Jesús se dirige en el fondo contra el diablo.
«Tan iluminadora sobre la guerra entablada entre Jesús y Satanás, y el triunfo de aquél sobre éste, es la respuesta de Jesús a la alegre exaltación de los setenta y dos discípulos que acuden a dar cuenta al Maestro de los maravillosos logros obtenidos por ellos durante su misión; han procedido a exorcismos que siempre se revelaron eficaces: «Señor, hasta los demonios se someten en tu nombre. Él les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”» (Lc 10, 17-18). El Maestro ponderó el poder de los discípulos —que actuaban «en nombre» de su Señor— y les dio la profunda explicación de ello. Los setenta y dos habían mencionado la derrota de los demonios menores que se habían apoderado del cuerpo de los hombres, pero Jesús habla de su jefe supremo: Satanás; pues éste es el gran vencido. Si las legiones de demonios retroceden y no pueden resistir, ello es porque su propio jefe ha sido afectado y ha perdido su autoridad. Hay simultaneidad y coincidencia entre la visión de Cristo y la acción de sus discípulos: mientras vosotros cazabais los demonios, mientras expulsabais a sus agentes, yo veía caer a su príncipe».[2]
Para hacer comprender el poder del Demonio, Jesús verifica una curación en circunstancias que provocan admiración en los presentes y de las que Cristo se sirve para anunciar una profunda vedad: la existencia del Demonio y el poder temible que posee.
Le presentan un endemoniado mudo. No era mudo por enfermedad, sino por la acción del Demonio que no le permitía hablar. Prácticamente era mudo y así le conocían los familiares que se le presentan. Jesús arrojó al Demonio del alma y del cuerpo del desgraciado que enseguida comenzó a hablar. Así lo dice San Mateo en el capítulo XII. Jesús desea demostrar que cuando una persona reside al Demonio es como un muñeco que se mueve según las exigencias de Satanás, en este caso impide que hable el hombre, porque evitaba que practicara su confesión mediante la cual Jesús libere al hombre también de su posesión diabólica.
En presencia de la multitud Jesús ordena al Demonio que abandone a su víctima, el Demonio sale en forma visible, con lo que los asistentes se dan cuenta de que no se trata de una simple curación, sino de una derrota del Demonio por el poder de Cristo.
El Evangelista manifiesta que se maravillaron las turbas diciendo: Jamás se vio tal cosa en Israel.
Todos los circunstantes creían en la existencia y en el poder del Demonio, al tiempo que admitían que nadie ni nada podría vencer a Satanás, y Jesús ha dado la lección de que mientras el Demonio se apodere de una persona, sea por el pecado que es verdadera opresión como por la permanencia en su cuerpo, la persona poseída pierde el dominio de sí misma, sus potencias y sentidos, no puede dominarlos y orientarlos, porque es sólo el Demonio quien tiene potestad absoluta sobre él.
Hoy sucede lo mismo, el hombre ha llevado voluntariamente al Demonio cuando ha cometido su pecado, le ha elegido por su rey, le ha depositado en sus manos todos sus sentidos, el Demonio puede volverle mudo, en cuanto se refiere a la manifestación de sus pecados, puede manifestarle en sordo, para que no escuche que las advertencias salvadoras de Dios, puede convertirle en paralítico para impedirle que busque a su Salvador, puede transformarle en desesperado inyectándole sentimientos de inevitable condenación, puede engañarle sobre su situación al conseguir que no tema esa condenación en la que ya se halla aventurado.
El Demonio a quien Jesús llama enemigo del hombre, adormece al alma para que olvide su trágica situación, trata de hacerle olvidar a Dios y a su juicio personal que ha de sufrir, le invita a toda suerte de pecados, contra los que ha perdido todo temor, encarcela a la persona en su temible prisión inconsciente para que no busque a Dios.
El Evangelio puntualiza que le presentaron al mudo, no fue él mismo quien buscó a Jesús, ya que lo impedía el Demonio que no quería perder un cliente.
Lo que frecuentemente sucede es que una persona no da importancia de la existencia del diablo, porque ella misma se encuentra poseída por Satanás. Cuántos sordos, mudos y paralíticos, transitan por nuestras avenidas, tan ciegos que no pueden captar el poder que Satanás ejerce en sus almas ya vencidas.
Como el muy piadoso David que tras cometer adulterio y un asesinato se queda tranquilo y sin culpa, hasta que el profeta Natán le recuerda su estado de condenación. Estaba tan poseído de Satanás que consiguió éste, que David siguiera danzando sus impúdicos salmos a Dios, mientras en su corazón dominada totalmente su enemigo el demonio, por eso, tras su pecado de negación de Cristo nos escribió Pedro el Apóstol: hermanos no dudéis que el demonio nuestro enemigo, como un león rugiente, anda dando vueltas a vuestro alrededor buscando el momento oportuno para devorarles.
Es el enemigo oculto que siembra errores y desventuras… Podemos suponer su acción siniestra allí donde la negación de Dios es radical, sutil y absurda, donde la mentira se afirma hipócrita y potente contra la verdad evidente, donde la caridad se ha apagado a causa de un egoísmo frío y cruel, donde el nombre de Cristo es impugnado con odio consciente y rebelde. [3]
Examinando las violencias, las guerras, los asesinatos, los abortos, los atropellos de todo género, los robos, las tragedias provocadas por el alcohol y la droga, el narcoterrorismo, los movimientos antisistema incluidos el lobby LGTBI, termina la gente por decir: el mundo está en manos del diablo, sin embargo, hay bastante gente que se empeña en negar su existencia.
II. Satanismo actual
«De allí, de este infierno en que se convierte el hombre cuando ha renegado de Cristo surge la pululación de sociedades ocultistas, iniciativas esotéricas, teológicas y espiritistas en que bajo formas más o menos groseras y refinadas, se rinde culto a Satán, padre de la mentira, del odio y del crimen, en que se ha convertido la sociedad en que vivimos…».[4]
Mientras que el ocultismo es una adoración indirecta del diablo, el satanismo es sin reparos su contraparte. Como señaló el Sr. King, el ocultismo se entremezcla con el poder del diablo muchas veces sin saberlo. Los satanistas, por otra parte, continúa, lo abrazan completa y abiertamente.
El satanismo es tan antiguo como la Revolución de Lucifer y sus ángeles contra Dios. El antiguo portador de la luz, como significa el nombre de Lucifer, engañó a un tercio de las huestes celestiales y lideró la primera rebelión contra Dios. Hay muchas variaciones del satanismo según Alfred E. Waite, la autoridad más autorizada sobre ocultismo y satanismo. En su libro La adoración del diablo en Francia, define el satanismo como el movimiento de personas que imitan a los ángeles caídos y declaran su lealtad a Lucifer como una forma de desafío a Dios.
La presencia del satanismo a lo largo de la historia, no ha sido tan obvia como la del ocultismo. La Sagrada Escritura dice: Todos los dioses de los gentiles son demonios (Sal. 96: 5). Sin embargo, el satanismo, per se, es la adoración abierta del diablo y, como tal, si existió como un movimiento, en el pasado fue de manera completamente cerrada.
En los Estados Unidos, el censo de 2010 arrojó que la brujería es la cuarta religión más grande. En ese país en especial, los satanistas han estado exigiendo reconocimiento social, buscando distribuir libros sobre el culto satánico a los niños en edad escolar, colocar un monumento público del diablo en Oklahoma, el intento de «recrear» una «misa negra» pública la Universidad de Harvard -que fue cancelada a última hora por la acción del público-, la verificación de la primera misa negra satánica pública celebrada en la historia en el Centro Cívico de la ciudad de Oklahoma, o la instalación reciente de una exhibición satánica de «vacaciones» al lado de un nacimiento en la capital del estado de Florida.
La razón de ser del pueblo judío es la destrucción de la Iglesia. Esto que surge naturalmente, ha sido expuesto por San Pablo en palabras definitivas: Los judíos aquellos que dieron muerte al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos persiguen, que no agradan a Dios y están contra todos los hombres; que impiden que se hable a los gentiles y se procure su salvación. Aquí está sintetizada la tarea de los judíos a través de la historia cristiana. Enemigos de Cristo y de los pueblos para que los pueblos no se conviertan. Y para ello han de realizar una tarea de dominación de los pueblos para cerrarlos al Evangelio. Una tarea de degradación, porque sobre pueblos degradados pueden ejercer fácilmente su dominación.[5]
El Padre Meinvielle, acierta cuando recuerda que sería un error pensar hoy que la Biblia es el libro de los judíos. Su libro es el Talmud, y el alma del Talmud es la Cábala, el gran instrumento secreto de los judíos contra la Iglesia y contra la civilización cristiana. La Cábala informa a la masonería, que es una institución cabalística. La cábala es una mezcla de todas las viejas religiones paganas. La masonería es también una mezcla de todos los cultos paganos, pero la Cábala es sobre todo la divinización del hombre, la divinización del hombre judío y la entronización de Satanás.
Hoy «la conspiración cabalista está en la cúspide del éxito. Dios ha sido desterrado de la vida pública. Los judíos illuminati controlan los medios de comunicación y pueden engañar y degradar a las masas. El entretenimiento es una orgía de pornografía, caos apocalíptico, obscenidad, propaganda, ingeniería social, programación predictiva, violencia y satanismo.
Los judíos y masones illuminati, detrás del feminismo son los responsables del libertinaje de las mujeres occidentales. Ellos están detrás de la promoción de la homosexualidad y el transgenderismo diseñado para destruir el matrimonio y la familia.
Están a la vanguardia de la liberación sexual, la pornografía y el aborto. El cristianismo ha sido judaizado, preocupado por el cambio social (la agenda satanista) en lugar del desarrollo espiritual y la salvación.
Los illuminati están desestabilizando el Tercer Mundo utilizando organizaciones benéficas para empoderar a las mujeres llevándolas a rechazar el matrimonio. El código del NOM, es ser agente de cambio».[6]
El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman.
[1] Cf.: Mt. 25, 41, Jn 12, 31; 14, 30; Col 1.
[2] SPICQ OP, Fr CESLAS, La existencia del Diablo pertenece a la revelación del Nuevo Testamento.
[3] Cf.: MONDRONE, P. DOMÉNICO, Un exorcista entrevista al Diablo.
[4] MEINVIELLE, P. JULIO, Prólogo al libro de Federico Branch, El silencio es contra el Verbo.
[5] MEINVIELLE, P. JULIO, De la cábala al progresismo.
[6] MAKOW PhD., HENRY, El diablo y los judíos.
(https://adelantelafe.com/la-ofensiva-satanica/?fbclid=IwAR3Ll5TbKhjjVfr5oUu23f0xlTroTxcGIUpTmbDKRSpcpAU7KDbjLPdudnI)
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