San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final

sábado, 27 de octubre de 2012

Halloween, culto satánico disfrazado de fiesta infantil


Jesucristo llama al diablo "Príncipe de la mentira" (Jn 8, 44); como tal, es el rey del engaño, y uno de sus engaños más notorios es la celebración de Halloween: disfrazada como inocente fiesta infantil de disfraces, en donde predominan los colores, una pretendida alegría y el disfrute de golosinas, Halloween se trata en realidad de un culto satánico, originado en el culto celta al dios pagano "Samhain" o rey de las tinieblas.
En otras palabras, detrás de la aparentemente inocente fiesta infantil, se esconde un verdadero culto al demonio y a sus obras. Como prueba de lo dicho, las estadísticas afirman que el día de Halloween, el 31 de octubre, es cuando se intensifican al máximo las misas negras, las actividades ocultistas de todo tipo y las profanaciones a la Eucaristía, además de producirse para esta fecha la desaparición de niños, los que son luego utilizados como ofrendas vivientes al ángel caído.
Con todo, y pese a la más que evidente conexión de Halloween con el satanismo, la magia y la brujería, un número creciente de personas, de todo rango social y cultural, no solo ven con simpatía a esta siniestra fecha, sino que participan cada vez con más entusiasmo.
Con el siguiente artículo, queremos advertir a los católicos, y a todos los hombresde buena voluntad, acerca del verdadero origen y significado, pagano, anticristiano y demoníaco, de esta tenebrosa conmemoración, para que se abstengan de todo tipo de intervención, directa  o indirecta. Además, exhortamos a los padres de familia no solo a enseñarles a sus hijos acerca de la verdadera naturaleza oculta de esta celebración, sino también inculcarles el amor al Único Dios verdadero, Jesús Eucaristía, que los espera en el sagrario, y también el amor a la Madre de Dios, la Virgen María, que será la que, con el poder de Dios Trino, aplastará la cabeza de la serpiente infernal.


En el último tiempo se han introducido en nuestro país una serie de costumbres extranjeras que -como es habitual en nuestro medio- suelen adoptarse sin mayor reflexión acerca de su origen y significado. Un ejemplo es la "festividad" de Halloween o noche de brujas, profusamente estimulada desde los medios de comunicación y el comercio y dirigida principalmente a nuestros niños.
Sin embargo esta tradición posee orígenes mucho menos inocentes de lo que la gente cree. He aquí un poco de historia.

Origen del Halloween

Aproximadamente trescientos años antes del nacimiento de Cristo, los celtas vivieron en las Islas Británicas, Escandinavia y Europa Occidental. Eran una sociedad como cualquiera de las de hoy, pero sus usos y costumbres fueron controlados por una sociedad de sacerdotes paganos llamada los druidas.
Ellos adoraban y servían a Samhain, dios de la muerte. Cada año, el 31 de octubre, los druidas celebraban la víspera del año nuevo céltico en honor de su dios Samhain.
"Las raíces paganas de la celebración se atribuyen a la celebración celta de «Samhain» del culto a los muertos. Se trata de una tradición anterior a la invasión de los romanos (46 a.c.) en las Islas Británicas, enmarcada en la religión de los druidas en Inglaterra, Francia, Alemania y en los países célticos. 

Si bien se sabe poco de estas celebraciones, parece que las festividades del Samhain se celebraban muy posiblemente entre el 5 y el 7 de noviembre (a la mitad del equinoccio de verano y el solsticio de invierno) con una serie de festividades que duraban una semana, finalizando con la fiesta de «los muertos», que daban inicio al año nuevo celta. En esta fiesta, los druidas, a manera de médiums, se comunicaban con sus antepasados esperando ser guiados en esta vida hacia la inmortalidad. Los druidas creían que en esa noche en particular los espíritus de los muertos regresaban a sus antiguos hogares para visitar a los vivos. Y si los vivos no proveían comida a estos espíritus malignos, toda clase de cosas terribles podrían ocurrirles. Si los espíritus malignos no recibían un festín (treat), entonces ellos harían travesuras malas a los vivos (trick)."

Trick-or-treat, treta o trato (origen del "dulce o travesura").

Los sacerdotes druidas iban de casa en casa exigiendo alimentos y en algunos casos niños y vírgenes para ofrendar en sacrificio a su dios Samhain en el festival de la muerte, si se los daban se hacía un trato (treat) y se iban en paz. Si la gente de la aldea no daba a los druidas el alimento o persona que exigían, se lanzaba una maldición sobre la casa entera y según ella, alguien de esa familia moriría ese año. Esa era la trampa o treta (trick).

Jack-O-Lantern (la calabaza que simboliza halloween): Los druidas llevaban con ellos un nabo grande, el cual habían ahuecado en el interior, con una cara tallada en el frente, para representar el espíritu demoníaco del que recibían su poder y conocimiento, mismo que se encargaría de ejecutar toda maldición e iluminar su camino. Este espíritu se llama "espíritu familiar". El nabo, encendido por una vela dentro, era una linterna para los druidas por la noche. Ellos llamaron "Jack" al espíritu de la linterna.

Cuando estas prácticas llegaron a Norteamérica en los siglos 18 y 19, los colonizadores hallaron que los nabos no eran tan grandes, así que los substituyeron por calabazas. Desde entonces a esta figura tan representativa del Halloween se le llamó "Jock, el que vive en la linterna" y después vino a ser "Jack-O-Lantern" o Linterna de Jack.

¿Cómo entraron estas fiestas a la tradición cristiana? Cuando Constantino se convirtió en emperador de Roma, dictó una ley que declaraba el Cristianismo como la religión oficial del estado. 

Alrededor del año 609 se transforma el Pantheon de templo pagano, dedicado a todos los dioses, a la iglesia cristiana, dedicada a la Virgen y a los mártires cristianos. La tradición celta entró con mayor fuerza en el siglo VIII, cuando la iglesia romana estableció el 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos, en inglés "All Saints Day" y anteriormente "All Hallows Day", de donde deriva posteriormente la palabra Halloween, que proviene de "All Hallows Eve" que significa precisamente, "Noche de Todos los Santos". Sin embargo, esta tradición europea se difundió más por todo el mundo a través de Estados Unidos, con el desarrollo tecnológico. Desde el siglo IV la Iglesia de Siria consagraba un día a festejar a «Todos los Mártires». Tres siglos más tarde, el papa Bonifacio IV (615) transformó un templo romano dedicado a todos los dioses (panteón) en un templo cristiano dedicándolo a «Todos los Santos», a todos aquellos que nos habían precedido en la fe.

La fiesta en honor de Todos los Santos, inicialmente se celebraba el 13 de mayo; fue traspasada por el Papa Gregorio III (741) al 1 de noviembre, día de la «Dedicación» de la Capilla de Todos los Santos en la Basílica de San Pedro en Roma. Más tarde, en el año 840, el Papa Gregorio IV ordenó que la fiesta de «Todos los Santos» se celebrara universalmente. Como fiesta mayor tuvo su «vigilia» solemne (31 de octubre). Esta vigilia fue llamada por los ingleses «All Hallow\'s Even» (Vigilia de Todos los Santos). Aquí encuentra su origen el término «Halloween».

Por otro lado ya desde el año 998, san Odilón, abad del monasterio de Cluny (en el sur de Francia) había añadido la celebración del 2 de noviembre, como una fiesta para orar por las almas de los fieles que habían fallecido, por lo que fue llamada fiesta de los «Fieles Difuntos» la cual se difundió en Francia y luego en toda Europa".

Las iglesias fueron inundadas con los paganos no convertidos, eran paganos forzados a integrarse a la iglesia católica o perder sus vidas por desafiar al emperador. Los recién agregados traían todas sus prácticas e ideas paganas a la iglesia incluyendo "el festival de Samhain" y exigieron que este festival siguiera siendo parte de sus vidas. Puesto que la iglesia había fracasado en eliminar las prácticas paganas de la gente, decidió usar "a su modo" algunas de ellas, especialmente este ritual del 31 de octubre.

En el siglo IX, el Papa instituyó un nuevo día para ser celebrado por la iglesia el 1 de noviembre, llamándolo "día de todos los Santos" (All Hallows Day). Este día celebra a todos los mártires y santos de la iglesia católica y el 31 de octubre se convirtió en su víspera. Ahora la gente podría tener su festival el 31 de octubre, porque el 1 de noviembre era un día "santo".

La cultura popular llamó a la celebración el "All Hallomas" y con el paso del tiempo a la tarde anterior al 1 de noviembre se le conoció como "All Hallomas Eve", evolucionando poco a poco como "All Hallow\'s Eve", "All Hallowed Eve", "All Hallow E\'en"(evening), y finalmente Halloween.

Pero nada cambió. La observancia pagana continuó el 31 de octubre, y el día de fiesta "cristiano" fue observado el 1 de noviembre. La gente no celebró sus ritos y adoración paganos a los demonios para esta "nueva víspera" establecida por la iglesia.

La festividad de Halloween fue introducida en Estados Unidos por los primeros inmigrantes irlandeses (pueblo de origen celta). En ese país se popularizó y se extendió rápidamente al resto del mundo, convertido además en un lucrativo negocio.

Significado oculto

La fiesta de Halloween, es decir "el festival de Samhain", todavía es hoy celebrado oficialmente por los satanistas, ocultistas, y adoradores del diablo como la víspera del año nuevo de la brujería.
Las fechas importantes para los satanistas, según la iglesia satánica relacionista, son:
  • Febrero 2 : Noche de candelas
  • Marzo 21 : Equinoccio de la primavera
  • Abril 13 : Cumpleaños de Satán
  • Abril 30 : Inicio de la estación esotérica
  • Julio 24 : tercera noche de tregenda. Se profieren maldiciones y maleficios contra enemigos
  • Julio 31 : rechazo de la influencia de los maleficios externos
  • Septiembre 29 : Equinoccio de otoño
  • Octubre 31 : Día de Satanás. Inicio año nuevo satánico.
  • Diciembre 21 : Primera noche de tregenda, mezcla de ritos demoníacos con ritos de paganismo precristiano
Según la página web oficial de la Iglesia de Satán, cada satanista debe de vestir ropas de halloween el día de su cumpleaños y para ciertas ceremonias. Cada vez que se visten ropas de halloween se está participando en prácticas ocultas dedicadas a Satanás.
"The Satanic Bible", por Anton Szandor LaVey, acerca del halloween dice: "Se decía que los malos espíritus, fantasmas, brujas, hechiceros etc, estarían ejercitando sus "artes" de la forma más pomposa y abierta. En esta noche, se decía, la frontera entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos se hacía más frágil. Los viejos tomarían sus precauciones para proteger sus hogares de los poderes de estas entidades mientras que los más jóvenes harían fiestas, buscarían indulgencia en placeres carnales, y buscarían adivinos para que les ayudaran a encontrar su compañero adecuado".
Tolerancia al Satanismo
Como se podrá apreciar, no hay nada de simpático en este tipo de celebraciones en las cuales se pretende involucrar masivamente a los niños, seguramente con el propósito de desarrollar en ellos un grado mayor de tolerancia y no cuestionamiento frente a estas prácticas.
Esta situación debiera llamarnos a todos a la reflexión, sobre todo considerando los terribles hechos de sangre ocurridos recientemente como es el asesinato de un sacerdote por parte de un joven adepto al satanismo.
Con nuestro tradicional doble estándar, por una parte se rasgan vestiduras frente a la presencia de supuestas "sectas satánicas" y se discrimina o persigue a jóvenes metaleros o góticos, pero por otra parte, se alienta profusamente la participación en toda clase de actividades relacionadas con esta fecha con el apoyo de fuertes campañas de marketing.
En no pocos sectores, grupos de padres y apoderados se han organizado para contrarrestar la influencia de Halloween por medio de la celebración del "día de todos los santos" lo cual rescata aspectos positivos como el disfrazarse, pero dándole un sentido opuesto al de terror y muerte promovido por esta tradición importada.

martes, 23 de octubre de 2012

Sor Josefa Menéndez y el infierno


Muchos santos, a lo largo de la historia, tuvieron experiencias con el infierno: algunos tuvieron visiones, como los pastorcitos de Fátima; otros, fueron llevados en persona, como Sor Faustina; a otros, se les apareció el demonio, etc. Sin embargo, pocos santos tuvieron la experiencia vivida por Sor Josefa Menéndez: no sólo fue llevada al infierno, sino que le fue permitido conocer en carne propia los sufrimientos de los condenados. Soporta las torturas, pero hay una que no la puede soportar, y es el odio a Dios. 

Según el relato de Sor Josefa Menéndez, en el infierno se encuentran todo tipo de almas: desde adolescentes que vivieron licenciosamente, hasta avaros, ladrones, asesinos, pasando incluso por consagrados (religiosos y sacerdotes) que no quisieron cumplir los votos de castidad, pobreza y obediencia, a los cuales libremente se habían obligado. 

Sor Josefa también es testigo visual y auditivo de los conciliábulos que los demonios realizan en el infierno para tentar y hacer caer a las almas, utilizando todo tipo de perversas tentaciones: sed de riquezas, deseos de vivir sin trabajar, deseos de robar, de vivir lujuriosamente. 

Cuando se piensa en nuestro mundo actual, en donde se exalta el pecado, y a lo bueno se lo llama malo y a lo malo bueno, no es difícil advertir que el mundo contemporáneo, un mundo sin Dios, corre aceleradamente hacia el abismo del infierno. Basta con ver la vestimenta indecente de los jóvenes de secundaria, o la tristísima moda de "la previa", en donde el objetivo es el embriagarse, para asistir a bailes desenfrenados sin el freno de la razón y de la conciencia; basta ver la cultura de la droga, que considera a la drogadicción como algo "inofensivo", "necesario", "divertido"; basta ver la cultura de la muerte, que aprueba por ley el asesinato de niños por nacer; basta ver la cultura de la violencia, que considera "normal" el uso de la fuerza sin razón para dirimir los asuntos del hombre a todo nivel. 

Ofrecemos este extracto del libro de Sor Josefa Menéndez "Camino del Amor divino", para que los católicos, conociendo la terrible y dolorosa realidad del infierno, abandonen el camino del pecado, si están en él, o ayuden a otros a hacerlo, si ya están en el camino de la perfección, y para estimularlos a la oración perseverante, confiada, continua, a la mortificación, al ayuno y a la penitencia, pidiendo por la conversión de los pobres pecadores, como nos dice que hagamos Nuestra Madre del Cielo, María Santísima, en sus apariciones en Fátima.



Jesucristo se le apareció a menudo durante los años 1921-22 y 23 a la hermana Josefa Menéndez, una monja de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús.
Sus Memorias están publicadas en un libro de más de 500 páginas titulado: el Camino del Amor Divino.

En este Libro se explica el empeño de Jesús en salvar nuestras almas por el encuentro con Su amor antes de “la aproximación de los últimos días del mundo”.

En la vida de Sor Josefa tuvo lugar un fenómeno muy raro en la vida de los santos: conocer en carne propia los sufrimientos del infierno. Dios permitió al diablo que la bajase hasta el infierno. Allá, pasa largas horas, algunas veces una noche entera, en una indescriptible agonía. A pesar de que fue llevada al infierno más de un centenar de veces, a ella le parece que cada vez es la primera, y cada una le semeja tan larga como una eternidad. Soporta todas las torturas del infierno, con una sola excepción: el odio a Dios. No fue el menor de estos tormentos oír las estériles confesiones de los condenados, sus gritos de odio, de dolor y de desesperación.

A pesar de todo, cuando tras una larga espera vuelve a la vida, destrozada y agotada, con su cuerpo agonizante por el dolor, ella no se fija en el sufrimiento, por muy severo que sea, si con ello consigue salvar un alma de aquella espeluznante caverna de tormentos. A medida que empieza a respirar mejor, su corazón estalla de alegría al saber que aún puede amar al Señor.

Sor Josefa escribe con gran reticencia sobre el tema del infierno. Ella lo hizo solamente para conformar los benditos deseos de Nuestro Señor.

Nuestra Señora le dijo el 25 de octubre de 1922:

“Todo lo que Jesús te da a ver y a sufrir de los tormentos del infierno es para que puedas hacerlos conocer al mundo. Por lo tanto, olvídate enteramente de ti misma, y piensa en la gloria de la salvación de las almas.”

Ella repetidamente testifica sobre el mayor tormento del infierno:

“Una de estas almas condenadas gritó con desesperación: “Esta es mi tortura… que deseo amar, y no puedo hacerlo; no hay nada que salga de mi excepto odio y desesperación. Si uno de nosotros pudiese hacer tanto como un simple acto de amor… esto ya no sería el infierno, pero no podemos. Vivimos en el odio y la malevolencia.” (23 de marzo 1922)

Otro de estos desgraciados dijo:

“El mayor de estos tormentos aquí es que no podemos amar a Dios. Mientras tenemos hambre de amor, estamos consumidos con el deseo de Él, pero ya es demasiado tarde.”

Ella registra también las acusaciones hechas contra si mismos por estas infelices almas:

“Algunos gimen a causa del fuego que quema sus manos. Quizás ellos eran ladrones, porque dicen: “¿Donde está nuestro botín ahora?… Malditas manos… ¿Por qué deseé poseer lo que no era mío… y que en cualquier caso, sólo podría haber poseído por unos pocos días?”

Otros maldicen sus lenguas, sus ojos… cualquiera miembro que fuese la ocasión con la que pecaron… “¡Ahora, oh cuerpo, estás pagando el precio de los placeres con que te regalaste a ti mismo!… ¡¡¡Y todo ello lo hiciste por tu propia y libre voluntad…!!!.” (2 de abril 1922)

“Me pareció que la mayoría se acusaba a sí mismos de pecados de impureza, de robo, de comercio fraudulento; y la mayor parte de los condenados están en el infierno por estos pecados.” (6 de Abril de 1922).

“Algunos acusan a otras personas, otros a las circunstancias, y todos maldicen las ocasiones de su condenación.” (Septiembre de 1922). 

“Vi a mucha gente del mundo terrenal caer dentro del infierno, y ahora las palabras no pueden describir ni por asomo sus horribles y espantosos gritos: ‘Condenado para siempre… Yo me engañaba a mi mismo… Estoy perdido… ESTOY AQUÍ PARA SIEMPRE JAMÁS’.”

“Hoy vi un vasto número de gente caer dentro del ardiente abismo… Parecían unos vividores acostumbrados a los placeres del mundo, y un demonio gritó con estruendo: “El mundo está maduro para mí… Yo sé que la mejor manera de conseguir el control de las almas es acrecentar su deseo por la diversión y el disfrute de los placeres… “Ponme a mí en primer lugar…”; “Yo antes que los demás…”; “Y sobre todo nada de humildad para mí, sino que déjame disfrutar a mis anchas…”. Esta clase de palabras asegura mi victoria… y ellos mismos se lanzan en multitudes al fondo del infierno”.” (4 de octubre de 1922)

“Hoy”, escribe Josefa, “no bajé al infierno, sino que fui transportada a un lugar donde todo estaba oscuro, pero en el centro había un enorme y espantoso fuego rojo. Me dejaron inmóvil y no podía hacer ni el más mínimo movimiento. Alrededor de mí había siete u ocho personas, sus cuerpos negros estaban desnudos, y yo podía verlos sólo por los reflejos del fuego.

Estaban sentados y hablaban.

“Un diablo dijo a otro:

“Tenemos que ser muy cuidadosos para que no nos perciban. Podríamos ser fácilmente descubiertos”.

“El diablo respondió:

“Insinuaos procurando que el descuido y la negligencia se apoderen de ellos, pero manteniéndoos en la sombra, para que no os descubran… gradualmente, ellos se volverán más y más descuidados, indiferentes al bien y al mal, sin ningún tipo de compasión ni amor, y vosotros seréis capaces de inclinarlos hacia el mal. Tentad a estos otros con la ambición, con el amor por sí mismos, que no busquen nada más que su propio interés, CON ADQUIRIR RIQUEZAS SIN TRABAJAR… de forma legal o no. Excitad a aquellos otros hacia la sensualidad y el amor al placer. Dejad que el vicio los ciegue”.”(Aquí usaron palabras obscenas)

“Y con el resto… explorad sus corazones… así conoceréis sus inclinaciones… haced que amen apasionadamente… Actuad sin ningún escrúpulo… no descanséis… no tengáis piedad… El mundo debe ir hacia la condenación… y que las almas no se me escapen.

De vez en cuando, los discípulos de Satán respondían: “Somos tus esclavos… trabajaremos sin descanso. Sí, muchos luchan contra nosotros, pero trabajaremos noche y día. ¡Conocemos tu poder!”

Hablaban todos a la vez, y el que yo entendí que era Satán usaba palabras espantosas. En la distancia, pude oír un bullicio de fiesta, el tintileo de las copas, y gritó:

¡Dejad que ellos mismos se junten en sus comidas! Eso lo pondrá todo más fácil para nosotros. Dejadlos que vayan a sus banquetes. El amor al placer es la puerta por la que vosotros os apoderaréis de ellos… Y esas almas ya no serán capaces de escapar de mí”.”
Añadió cosas tan horribles que nunca podrían ser escritas ni dichas. Luego, como sumergidos en un remolino de humo, se desvanecieron. (3 de febrero de 1923)

El demonio gritaba rabiosamente por un alma que se le escapaba:

Llenad su alma de miedo, llevadla a la desesperación. ¡Si ella pone su confianza en la misericordia de ese… (aquí usó palabras blasfemas contra Nuestro Señor). todo estará perdido! Pero no; llevadla a la desesperación, no la dejéis ni por un instante, por encima de todo, haced que se desespere…”Entonces el infierno resonó con gritos frenéticos, y cuando finalmente el diablo me arrojó fuera del abismo, se fue amenazándome.

Entre otras cosas, decía: “¿Es posible que tales enclenques criaturas tengan más poder que yo, que soy tan poderoso?… Debo enmascarar mi presencia, trabajar en la sombra, cualquier esquina será buena para tentarlos… susurrando a un oído… en las hojas de un libro… debajo de una cama… Algunas almas no me prestan atención, pero hablaré y hablaré, y a fuerza de hablar, alguna palabra quedará… ¡Sí, debo ocultarme en lugares en los que no pueda ser descubierto!” (7, 8 febrero de 1923)

Josefa, en su retorno desde el infierno, notó lo siguiente:

“Vi varias almas caer dentro del infierno, y entre ellas estaba una niña de quince años, maldiciendo a sus padres por no haberle hablado del temor de Dios ni por haberla avisado de que existía un lugar como el infierno. Su vida fue muy corta, decía ella, pero llena de pecado, porque ella le concedió hasta el límite todo lo que su cuerpo y sus pasiones le pedían en el camino de su autosatisfacción, especialmente había leído malos libros.” (22 de marzo de 1923)

“Los ruidos de confusión y blasfemias no cesan ni por un sólo instante. Un nauseabundo olor asfixia y corrompe todo; es como el quemarse de la carne putrefacta, mezclado con alquitrán y azufre… una mezcla a la que nada en la Tierra puede ser comparable”. (4 de septiembre de 1922).

Otra vez, escribe: “Las almas estaban maldiciendo la vocación que habían recibido, pero no seguido… la vocación que habían perdido, porque no tenían la voluntad de vivir una vida oculta y mortificada…” (18 de marzo de 1922)

“La noche del miércoles al jueves 16 de marzo, serían las diez, empecé a sentir como los días anteriores ese ruido tan tremendo de cadenas y gritos.

En seguida me levanté, me vestí y me puse en el suelo de rodillas. Estaba llena de miedo. El ruido seguía; salí del dormitorio sin saber a dónde ir ni qué hacer. Entré un momento en la celda de Nuestra Beata Madre… Después volví al dormitorio y siempre el mismo ruido. Sería algo más de las doce cuando de repente vi delante de mí al demonio que decía: “atadle los pies… atadle las manos”. Perdí conocimiento de dónde estaba y sentí que me ataban fuertemente, que tiraban de mí, arrastrándome. Otras voces decían: “No son los pies los que hay que atarle… es el corazón”. Y el diablo contestó; ese no es mío. Me parece que me arrastraron por un camino muy largo.

Empecé a oír muchos gritos, y en seguida me encontré en un pasillo muy estrecho. En la pared hay como unos nichos, de donde sale mucho humo pero sin llama, y muy mal olor. Yo no puedo decir lo que se oye, toda clase de blasfemias y de palabras impuras y terribles. Unos maldicen su cuerpo… otros maldicen a su padre o madre… otros se reprochan a ellos mismos el no haber aprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el pecado. En fin, es una confusión tremenda de gritos de rabia y desesperación.

Pasé por un pasillo que no tenía fin, y luego, dándome un golpe en el estómago, que me hizo como doblarme y encogerme, me metieron en uno de aquellos nichos, donde parecía que me apretaban con planchas encendidas y como que me pasaban agujas muy gordas por el cuerpo, que me abrasaban. En frente de mí y cerca, tenía almas que me maldecían y blasfemaban. Es lo que más me hizo sufrir… pero lo que no tiene comparación con ningún tormento es la angustia que siente el alma, viéndose apartada de Dios.

“Me pareció que pasé muchos años en este infierno, aunque sólo fueron seis o siete horas… Luego sentí que tiraban otra vez de mí, y después de ponerme en un sitio muy oscuro, el demonio, dándome como una patada me dejó libre. No puedo decir lo que sintió mi alma cuando me di cuenta de que estaba viva y que todavía podía amar a Dios.

“Para poderme librar de este infierno y aunque soy tan miedosa para sufrir, yo no sé a qué estoy dispuesta.

Veo con mucha claridad que todo lo del mundo no es nada en comparación del dolor del alma que no puede amar, porque allí no se respira más que odio y deseo de la perdición de las almas”.(…)

“Cuando entro en el infierno, oigo como unos gritos de rabia y de alegría, porque hay un alma más que participa de sus tormentos. No me acuerdo entonces de haber estado allí otras veces, sino que me parece que es la primera vez. También creo que ha de ser para toda la eternidad y eso me hace sufrir mucho, porque recuerdo que conocía y amaba a Dios, que estaba en la Religión, que me ha concedido muchas gracias y muchos medios para salvarme… ¿Qué he hecho para perder tanto bien…? ¿Cómo he sido tan ciega…? ¡Y ya no hay remedio…! También me acuerdo de mis Comuniones, de que era novicia, pero lo que más me atormenta es que amaba a Nuestro Señor muchísimo… Lo conocía y era todo mi tesoro…

No vivía sino para Él… ¿Cómo ahora podré vivir sin Él…? Sin amarlo.., oyendo siempre estas blasfemias y este odio… siento que el alma se oprime y se ahoga… Yo no sé explicarlo bien porque es imposible”.

Más de una vez presencia la lucha encarnizada del demonio para arrebatar a la misericordia divina tal o cual alma que ya creía suya. Entonces los padecimientos de Josefa entran, a lo que parece, en los planes de Dios, como rescate de estas pobres almas, que le deberán la última y definitiva victoria, en el instante de la muerte.

Era tremenda la confusión que había de gritos y de blasfemias. Luego oí que decía furioso: ¡No importa! Aún me quedan dos… Quitadles la confianza… Yo comprendí que se le había escapado una, que había ya pasado a la eternidad, porque gritaba: Pronto… De prisa… Que estas dos no se escapen… Tomadlas, que se desesperen… Pronto, que se nos van.
“En seguida, con un rechinar de dientes y una rabia que no se puede decir, yo sentía esos gritos tremendos:

¡Oh poder de Dios que tienen más fuerza que yo…! ¡Todavía tengo una.., y no dejaré que se la lleve…! El infierno todo ya no fue más que un grito de desesperación, con un desorden muy grande y los diablos chillaban y se quejaban y blasfemaban horriblemente.

Yo conocí con esto que las almas se habían salvado. Mi corazón saltó de alegría, pero me veía imposibilitada para hacer un acto de amor. Aún siento en el alma necesidad de amar… No siento odio hacia Dios como estas otras almas, y cuando oigo que maldicen y blasfeman, me causa mucha pena; no sé qué sufriría para evitar que Nuestro Señor sea injuriado y ofendido. Lo que me apura es que pasando el tiempo seré como los otros. Esto me hace sufrir mucho, porque me acuerdo todavía que amaba a Nuestro Señor y que Él era muy bueno conmigo. Siento mucho tormento, sobre todo estos últimos días. Es como si me entrase por la garganta un río de fuego que pasa por todo el cuerpo, y unido al dolor que he dicho antes. Como si me apretasen por detrás y por delante con planchas encendidas…

No sé decir lo que sufro… es tremendo tanto dolor… Parece que los ojos se salen de su sitio y como si tirasen para arrancarlos… Los nervios se ponen muy tirantes. El cuerpo está como doblado, no se puede mover ni un dedo…

El olor que hay tan malo, no se puede respirar, pero todo esto no es nada en comparación del alma, que conociendo la bondad de Dios, se ve obligada a odiarle y, sobre todo, si le ha conocido y amado, sufre mucho más…”.

Josefa despedía este hedor intolerable siempre que volvía de una de sus visitas al infierno o cuando la arrebataba y atormentaba el demonio: olor de azufre, de carnes podridas y quemadas que, según fidedignos testigos, se percibía sensiblemente durante un cuarto de hora y a veces media hora; Y cuya desagradable impresión conservaba ella misma mucho más tiempo todavía.

“Oí a un demonio, del cual había escapado un alma, forzado a confesar su impotencia. ‘Desconcertante… ¿cómo pueden hacer para que se me escapen tantas? Eran mías’ (y enumeró sus pecados)… ‘Trabajé muy duramente, y aún así se escaparon entre mis dedos… Alguien debe estar sufriendo y reparando por ellos.’ (15 de enero de 1923).
Aquí está, finalmente, el texto completo de las notas de sor Josefa sobre “El infierno de las almas consagradas”. (Biografía: Capítulo VII, 4 de septiembre de 1922).

“La meditación del día fue sobre el Juicio Particular de las almas religiosas. Yo no podía liberar mi mente de este pensamiento, a pesar de la opresión que sentía. De pronto, me sentí rodeada y oprimida por un gran peso, de tal forma que en un instante, vi más claramente que nunca antes lo maravillosa que es la santidad de Dios y Su aborrecimiento del pecado.

“Vi en un instante mi vida entera, desde mi primera confesión hasta este día. Todo me fue vívidamente presentado: mis pecados, las gracias que recibí, el día que entré en religión, mis vestidos de novicia, mis primeros votos, mis lecturas espirituales, mis tiempos de oración, los avisos que me fueron dados, y todas las ayudas de la vida religiosa. Imposible describir la confusión y la vergüenza que una alma siente en ese momento, cuando se da cuenta: ‘todo está perdido, y estoy condenada para siempre.’”

Como en sus anteriores descensos al infierno, sor Josefa nunca se acusaba a sí misma de ningún pecado específico que pudiera haberla conducido a tal calamidad. Nuestro Señor había proyectado únicamente que ella sintiera las consecuencias, si hubiera merecido tal castigo. Sor Josefa escribió:

“Instantáneamente, me encontré a mí misma en el infierno, pero no arrastrada allí como antes. El alma se precipita allí ella misma, como si fuera para esconderse de Dios y así ser libre de odiarlo y maldecirlo.

“Mi alma se precipitó en las profundidades abismales, cuyo fondo no puede ser visto, porque es inmenso… al mismo tiempo que oí a otras almas riéndose y alegrándose de verme compartir sus tormentos. Fue martirio suficiente oír las terribles imprecaciones provenientes de todas partes, pero que no puede ser comparado con la sed de lanzar maldiciones que se apodera de las almas, y cuanto más se maldice, más se desea maldecir y más aumenta esta sed. Nunca había sentido lo mismo antes. Las últimas veces mi alma había sido oprimida de angustia al oír estas horribles blasfemias, a pesar de ser completamente incapaz de producir ni un solo acto de amor. Pero hoy fue de otra manera.

“Vi el infierno como siempre antes, los largos corredores oscuros, las cavidades, las llamas… Oí las mismas blasfemias e imprecaciones, porque - y de esto he escrito ya antes - a pesar de que no eran visibles formas corporales, los tormentos se sentían como si estuvieran presentes, y las almas se reconocen las unas a las otras. Una dijo: ‘Hola, ¿tú por aquí? ¿Y estás tú como nosotros? Nosotros éramos libres de tomar esos votos o no… ¡pero no!’

Y maldecían sus votos.

Algunas almas maldecían la vocación que habían recibido, y a la que no habían correspondido… la vocación que habían perdido porque no habían querido vivir humildes y mortificados…

En una ocasión, cuando estaba en el infierno, vi un gran número de sacerdotes, religiosos y monjas, maldiciendo sus votos, sus órdenes, a sus superiores y a todo aquello que les había dado la Luz y la gracia que habían perdido.

Vi también a algunos prelados. Uno se acusaba a sí mismo de haber utilizado ilícitamente los bienes pertenecientes a la Iglesia. (28 de septiembre de 1922)

Los sacerdotes lanzaban maldiciones contra sus lenguas, las cuales habían consagrado; contra sus dedos, que habían portado el sagrado Cuerpo de Nuestro Señor; contra las absoluciones que habían concedido; mientras ellos estaban perdiendo sus propias almas; y contra la ocasión por la cual habían caído en el infierno. (6 de abril de 1922)

Un sacerdote decía: “trago veneno porque usé dinero que no era mío… el dinero que me daban por las misas que no ofrecí”.

Otro decía que había pertenecido a una sociedad secreta que había traicionado a la Iglesia y a la religión. Y que había sido sobornado para cometer toda clase de terribles profanaciones y sacrilegios.

Y otro más decía que había sido condenado por asistir a diversiones obscenas, tras las cuales no debería haber celebrado la Misa… y que él había pasado unos siete años así.

“Todo esto lo sentí como antes, y a pesar de que estas torturas eran terroríficas, serían soportables si el alma estuviera en paz. Pero sufre indescriptiblemente. Hasta ahora, cuando bajaba al infierno, pensaba que había sido condenada por abandonar la vida religiosa. Pero esta vez fue diferente. Portaba una marca especial, un signo de que yo era una religiosa, un alma que había conocido y amado a Dios, y había otros que portaban el mismo signo. No puedo decir como lo reconocí, quizás en la manera especial de insultarlos con que los trataban los espíritus malvados y otras almas condenadas. También había muchos sacerdotes allí. Este sufrimiento particular no soy capaz de explicarlo. Era mucho más diferente del que había experimentado en otras ocasiones, porque si las almas de esos que vivieron en el mundo sufren terriblemente, infinitamente peor son los tormentos de los religiosos. Incesantemente, las tres palabras, Pobreza, Castidad y Obediencia, son impresas sobre el alma con punzante remordimiento.

“Pobreza: ¡eras libre y lo prometiste! ¿Por qué, entonces, buscaste aquella comodidad? ¿Por qué tomaste aquella cosa que no te pertenecía? ¿Por qué diste ese placer a tu cuerpo? ¿Por qué te permitiste disponer de la propiedad de la comunidad? ¿No sabías que ya no tenías el derecho de poseer nada, que habías renunciado libremente al uso de esas cosas?… ¿Por qué murmurabas cuando no había nada para ti, o cuando te imaginabas peor tratado que los otros? ¿Por qué?

“Castidad: tu mismo hiciste ese voto libremente y con pleno conocimiento de sus implicaciones… te obligaste a ti mismo… lo querías… ¿y cómo lo has observado? Siendo así, ¿por qué no permaneciste donde habría sido lícito para ti concederte placeres y alegría?

“Y el alma torturada responde: ‘Si, hice esos votos; era libre… habría podido no hacer el voto, pero lo hice y era libre…’ ¿Qué palabras pueden expresar el martirio de tal remordimiento?” escribe sor Josefa, “y todo el tiempo las imprecaciones e insultos de otras almas condenadas continúan.

“Obediencia: ¿no te comprometiste completamente a obedecer la Regla y a tus Superiores? ¿Por qué, entonces, juzgabas las órdenes que te eran dadas? ¿Por qué desobedecías la Regla? ¿Por qué te dispensabas de la vida comunitaria? Recuerda qué dulce era la Regla… y no la guardaste… y ahora,” gritan voces satánicas, “tienes que obedecernos a nosotros no sólo por un día o un año, o un siglo, sino por siempre jamás, por toda la eternidad…. Es tu propia obra… eras libre.

“El alma constantemente recuerda como había elegido para sí a Dios como su Esposo, y que una vez Lo amara sobre todas las cosas… que por Él había renunciado a los más legítimos placeres y a todo lo que consideraba más querido en la tierra, que en el comienzo de su vida religiosa había sentido toda la pureza, dulzura y fuerza de este Amor divino, y que por una pasión desordenada… ahora debe odiar eternamente al Dios que había elegido para amar.

“Este odio forzado es un tormento devorador que consume el alma, ninguna alegría del pasado puede aportar ni el más mínimo alivio.

“Uno de sus mayores tormentos es la vergüenza”, añade sor Josefa. “Le parece que todos los condenados de su alrededor se burlan continuamente de ella diciendo: ‘Que se perdiera quien nunca tuvo las ayudas de las que tú disfrutaste no sería una sorpresa… pero tú… ¿de qué careciste? Tú, que vivías en el palacio del Rey… que festejabas en la mesa de los elegidos.’

“Todo lo que he escrito,” concluye, “no es más que una sombra de lo que el alma sufre, porque las palabras no pueden expresar tan espantosos tormentos.” (4 de septiembre de 1922).


Sor Josefa Menéndez

lunes, 22 de octubre de 2012

Santa Faustina y el infierno





Durante un retiro de ocho días en octubre de 1936, la santa fue conducida por Jesucristo al infierno, para que diera testimonio al mundo de su existencia, y para que nadie pudiera decir que el infierno no existe, o que está vacío. Éste es el testimonio de Sor Faustina, acerca de lo que vio:

“Hoy día fui llevada por un Ángel al abismo del infierno. Es un sitio de gran tormento. ¡Cuán terriblemente grande y, extenso es! 
Las clases de torturas que vi:
La primera es la privación de Dios;
la segunda es el perpetuo remordimiento de conciencia;
la tercera es que la condición de uno nunca cambiará;
la cuarta es el fuego que penetra en el alma sin destruirla -un sufrimiento terrible, ya que es puramente fuego espiritual,-prendido por la ira de Dios.
La quinta es una oscuridad continua y un olor sofocante terrible. A pesar de la oscuridad, las almas de los condenados se ven entre ellos;
la sexta es la compañía constante de Satanás;
la séptima es una angustia horrible, odio a Dios, palabras indecentes y blasfemia.
Estos son los tormentos que sufren los condenados, pero no es el fin de los sufrimientos. Existen tormentos especiales destinados para almas en particular. Estos son los tormentos de los sentidos. Cada alma pasa por sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionado con el tipo de pecado que ha cometido.

Existen cavernas y fosas de tortura donde cada forma de agonía difiere de la otra. Yo hubiera fallecido a cada vista de las torturas si la Omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma encuentre una excusa diciendo que no existe el infierno, o que nadie a estado ahí y por lo tanto, nadie puede describirlo”.

El Señor fue preparando de esta forma el corazón de Santa Faustina para que por medio de su intercesión se salvaran muchas almas, puesto que la meditación en las postrimerías es garantía de salvación: “Piensa en las postrimerías y no pecarás” (Prov 7, 40).

sábado, 20 de octubre de 2012

La Virgen en Fátima nos advierte sobre el infierno - 13 de Julio de 1917




En sus apariciones en Fátima, Portugal, a tres pastorcitos, la Virgen María, tal como declara Sor Lucía, “no estaba contenta”, y el motivo era la enormidad de la malicia del corazón humano, que se eleva como pútrido hedor a los cielos, ofendiendo la majestad divina. Si ya en ese entonces la Justicia divina estaba airada por la maldad de los hombres, cabe imaginarse, teniendo en cuenta la multiplicación casi al infinito de las ofensas a Dios Trino, a Jesús, Dios Hijo encarnado, a la Virgen, y a la Iglesia santa de Dios, que día a día se cometen a lo largo y ancho del mundo.
El hombre peca, inconscientemente, y no se da ni la más pequeña idea de lo que el pecado significa para Dios, y tampoco se imagina qué es lo que le espera si, despreciando la Misericordia Divina, que lo invita una y otra vez a la conversión, se obstina en su malicia.
Precisamente, para que nos demos una idea, al menos ligera, ya que no es lo mismo la información intelectual a la experiencia de vivir en ese lugar, la Virgen María, como auxilio del cielo, nos muestra, a través de los pastorcitos de Fátima, cómo es el infierno, el lugar adonde van los hombres que obedecen a los mandamientos de Satanás y desprecian a los mandamientos de Dios.
Ofrecemos estos extractos de las Apariciones de la Virgen en Fátima, a fin de que por la meditación acerca de las realidades eternas, evitemos el camino del pecado y vivamos la vida de la gracia.

La Virgen dijo a los pastorcitos: “Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: “¡Oh, Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!”. Al decir estas últimas palabras abrió de nuevo las manos como los meses anteriores. El reflejo parecía penetrar en la tierra y vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todo los lados, semejante a la caída de pavesas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. (Debe haber sido a la vista de esto que di aquel “ay” que dicen haberme oído.) Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa.
Asustados y como para pedir socorro levantamos la vista a Nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza:
-Habéis visto el infierno, adonde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo, la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hiciesen lo que os digo, se salvarán muchas almas y tendrán paz”.
“Cuando viereis una noche alumbrada por una luz desconocida sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo sus crímenes por medio de la guerra, del hambre, de la persecución de la Iglesia y del Santo Padre. Para impedir eso, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Al final, MI INMACULADO CORAZON TRIUNFARÁ”.