San Miguel Arcángel pesando las almas en el Juicio Final

miércoles, 30 de enero de 2019

Sigilos o sellos de magia negra en Universidad Católica de Lublín, Polonia



ESTE ES UN CARTEL DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE LUBLIN (KUL) (Polonia), invitando a un ciclo de espiritualidad que trata sobre el hombre y la mujer. 
El tema a tratar es: "el hombre y la mujer tienen sentido".
 La mayoría de estos símbolos son sigilos o sellos utilizados en los rituales de magia negra.

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lunes, 28 de enero de 2019

Verdades y mitos sobre el Demonio. Diálogo con un experto en demonología


Satanás, el Ángel caído, busca nuestra eterna perdición. 
Nuestra única salvación es la Sangre Preciosísima del Redentor, Jesucristo.

Con sólidos argumentos el sacerdote P. José Antonio Fortea, experto en el tema, que también es un prolífico escritor, desnuda la doctrina probada en la experiencia sobre el tema.

Los frutos de su sacerdocio en el acompañamiento y liberación de personas, cumpliendo así su vocación de amor a Dios, que también ha vivido como párroco, conferencista, escritor y columnista en medios de comunicación, permiten afirmar que José Antonio Fortea es un hombre de Dios cuyo servicio, experiencia y reflexión enriquecen a la Iglesia.


Esta entrevista concedida al periódico digital Portaluz, evidencia la importancia de enfrentar adecuadamente la lucha con el demonio en la experiencia cotidiana y extraordinaria, desde la fe.

 Además de la verdad revelada en la Sagrada Escritura ¿Cuáles son para usted los argumentos que prueban la existencia del demonio?

Yo creo en la existencia del demonio por la fe. Al demonio nunca lo he visto, yo he visto a los posesos. La razón me dice… lo único que puede explicar esos hechos contemplados en la posesión, es el demonio. Para mí, la posesión de las personas se prueba cuando luego de orar por ellas (ref. exorcismo) quedan perfectamente bien. Si esto fueren enfermedades mentales, no se podrían curar del todo. Es verdad que tenemos un cierto número de casos (posesiones) muy prolongados en el tiempo, como si llevaran esa cruz. Pero también existen casos que si no creyéremos en la posesión los calificarían como esquizofrenia, por ejemplo… ¡y se curan!, a veces en una sola sesión. Aquellos donde se prueba como causa al demonio nos aseguran que la posesión existe, incluso cuando por el bien espiritual de la persona o de la Iglesia, Dios permite una prueba más prolongada. 


La fe es fundamental entonces para creer en la existencia y la acción del demonio. ¿Cómo convencería a un racionalista de esto?

Existen fenómenos que suceden en el mundo, cuyo origen razonablemente pensamos es espiritual. Pero dentro de esos fenómenos, algunos, la causalidad que los produce tiene un carácter maléfico, maligno, se ve que no es bueno; incluso personas no creyentes en el cristianismo lo reconocerían.

¿Pero decir a un racionalista que si va a un exorcismo verá levitación, luego a la cabeza dando trescientos sesenta grados de giro alrededor de sí misma o a una persona con una fuerza que dobla los hierros? No. Nunca le voy a decir que verá eso en un exorcismo, porque no es lo que yo he visto. Yo he sido testigo de lo que aparece en el Evangelio: la furia, la rabia de personas en cuanto se les pone en contacto con lo sagrado.



¿Qué función tiene o cumple en el Plan de Salvación que Dios tiene para el ser humano, la posesión e infestación de personas a manos del Demonio, si involucra un sufrimiento tremendo para estas personas?

Dios tiene un plan para cada persona. En algunos casos lo permite para que la persona vea, digámoslo así, las garras del demonio y vaya a los brazos de la Iglesia. En otros casos es una prueba que santifica a la persona; y no proviene del pecado, sino como en el caso de Job, Dios lo permite para que la persona lleve esa cruz.



Para una mejor comprensión de nuestros lectores ¿Cuáles son los aspectos que delinean el perfil –por así decirlo– psicológico del demonio?

Bueno, eso no hay forma de saberlo. Cada demonio de seguro tiene su psicología, su forma de ser. Los demonios son muchos y muy variados. Entonces, no podemos referir una característica concreta y pensar que todos los demonios son así. Ni siquiera a través de los casos de posesión que hemos visto se percibe una inteligencia específica, alguna vez sí. Si ni siquiera en ese detalle podríamos llegar a delinear una característica, debemos entonces hablar del demonio en términos bíblicos, lo que se nos revela por la Sagrada Escritura…

El demonio es un misterio. Un misterio de condenación, de odio, es el reverso de la eternidad. Son seres espirituales que se han condenado, no aman a Dios. Lo demás no lo sé. A través de los posesos apenas podemos saber. Cada uno (de los demonios presentes en los posesos) dice una cosa distinta, se manifiesta de una forma distinta. Unos son irónicos, otros más callados, otros tristeza, otros mayor odio. Es multiforme.



¿Es errado suponer que Satanás, el príncipe de los demonios, y, por consecuencia todas las huestes del infierno, puedan arrepentirse y ser perdonados por Dios? ¿Por qué?

Es imposible que el demonio se arrepienta. Esa es la tradición de la Iglesia. Expresamente en el Apocalipsis se dice que al final Satanás y sus secuaces, el Diablo y sus secuaces, serán arrojados a las llamas que arderán por los siglos de los siglos.



¿El infierno es entonces eterno?

Eterno. 


¿El infierno es sólo una realidad espiritual, que expresa la ruptura eterna de la comunión con Dios? ¿Qué es el infierno en definitiva?

El infierno es ante todo un estado. No hay que entenderlo como un lugar físico cerrado. A lo mejor, a lo mejor… cuando después del juicio final, a los demonios se les cerrará, en el sentido de que ya no se les permitirá influir en los otros seres espirituales; tal vez en ese sentido, sí que estarán encerrados. Es más, creo que será así. Pero el infierno es un estado. Los demonios que no quieren estar con el Padre, porque lo odian, no importa dónde estén. Dios no les pone torturas. Ellos son la máxima tortura para sí mismos. Dios no añade más sufrimiento al que ya tiene un ser que tiene el castigo de ser el mismo, para siempre, como es.


Si la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo determinan para siempre la derrota del Demonio y su acción sobre los hijos de Dios ¿Por qué puede continuar el demonio su acción al punto de poseer algunas personas, aunque ocurra sólo extraordinariamente? ¿Fue una derrota parcial la que sufrió?

Pongo un ejemplo, aunque siempre es limitado: Cuando cayeron las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, la guerra estaba perdida para los japoneses, no tenían ninguna posibilidad. Desde la primera bomba, ya estaba todo sentenciado. Sin embargo se siguieron produciendo ataques, luchas –en ese lapso de tiempo tan breve–, en islas lejanas y lugares muy distantes. Es más, hasta después de la capitulación japonesa, leía en un libro de historia, todavía se produjo una pequeña batalla en una isla, aunque Japón ya había capitulado.

Aquí pasa lo mismo. La guerra está ya sentenciada, desde la resurrección de Cristo. Ahora bien, de aquí hasta la vuelta de Nuestro Señor, se siguen produciendo batallas en una guerra que ya está perdida (para el demonio). ¿Por qué Dios permite eso? Porque la historia tiene un sentido de prueba, de santificación a través de la prueba. Si no tuviera sentido, desde la crucifixión Dios ya no hubiera permitido ninguna otra escaramuza. Pero Dios permite este tiempo hasta el Juicio Final, porque tiene un sentido de prueba, de santificación para nosotros.


¿Cuál es su metodología de diagnóstico para evaluar la condición de posesa o no de una persona?

Lo primero que hago es dialogar para ver cómo está su estado mental. Una conversación donde escucho lo que me cuenta y discierno si es razonable o no. Si la razón indica que podría estar poseso, aún insistiré más tiempo… pues al continuar su diálogo puede hacerse evidente que la persona tiene alguna dolencia psicológica o psiquiátrica y nada más. Pues entonces rezaré por esa persona.

En otros casos observaré que la persona sólo está obsesionada. Aún así, rezo, siempre. En otros veré que la causa es casi seguro por posesión. Entonces, luego, rezo sobre la persona, la bendigo, oro por ella y observo si se produce alguna manifestación. Si hay algo ya se manifestará. Ese es el método.



¿Trabaja con algún profesional de la salud mental regularmente para dilucidar su diagnóstico?

Las cosas espirituales han de ser discernidas por los maestros del espíritu. En este tema del discernimiento, el psiquiatra no tiene ninguna labor. Si yo veo que la persona tiene una enfermedad, yo le diré: «tiene que ir al psiquiatra». Pero la posesión es algo espiritual, luego, se juzga por alguien que tenga conocimiento de las cosas espirituales. El psiquiatra –en el discernimiento de un caso de posesión– no tiene ninguna, ninguna cabida.

Pero aún así se suele repetir el mito de que se necesitan informes. Conocí a una mujer que llevaba quince sesiones con un psiquiatra, para ver si la exorcizaban. ¡Eso es un error, es un error! Le estaban dando pastillas. Y como decía a esta persona: Yo nunca escuché que Jesús para curar la posesión tuviera que dar pastillas. Y tenía toda la razón. Mire, en el caso que menciono, cuatro exorcistas distintos le han dicho: «tú necesitas exorcismo». ¡Pero una psiquiatra y una psicóloga, tras quince sesiones, todavía no tienen claro qué tiene! 


¿Se debe pedir autorización para aplicar un exorcismo?

Sí. Al obispo de la diócesis donde se vaya a realizar el exorcismo. Nadie puede dar permiso para otras diócesis, no hay exorcistas ambulantes. 



Cuando ha realizado un exorcismo, ¿Utiliza el Ritual último aprobado por la Iglesia, el anterior o una mezcla de ambos?

He usado tanto el antiguo Ritual de Exorcismos como el nuevo. Ambos con fruto y total eficacia. Lo digo porque algunos piensan que un Ritual es más efectivo que otro. Y después lo que también he usado con más frecuencia es la oración espontánea. Buena parte de mis oraciones (durante el exorcismo) eran el rosario, la Adoración al Santísimo Sacramento. ¡Oraciones comunes y privadas que tienen tanto efecto si se hacen con fe! Si uno improvisa, cada día lo hace distinto, la oración misma resulta más enriquecedora. Esta es la razón por la cual yo no me he delimitado a un solo ritual.



¿Y utiliza sacramentales como agua bendita exorcizada, sal exorcizada, cruces de palma? Se ven tantas cosas…

Yo pongo mi acento en la Fe, en la oración, en la Adoración de la Eucaristía. Ahora bien, cada vez que me ha parecido aspergeo con agua bendita o ungía con óleo bendecido, acercaba unas reliquias o ponía una cruz sobre la cabeza. También a veces bendecía incienso y lo pasaba por los bancos donde estaban sentadas las personas con influjos demoníacos. Este incienso bendito lo ponía alrededor de ellos para que, sintiendo el sacramental, pues atormentar más a los malos espíritus que allí había. Otros sacramentales no he usado. Siempre los que se usan en la Tradición de la Iglesia.



¿Sólo interviene para enfrentar al demonio en personas que están poseídas o también ha atendido casos de casas embrujadas, personas que han sido maldecidas?

Casas sí que he ido, cuando estaban en mi diócesis. Allí he realizado oraciones para que la presencia se marchara. Sobre personas maldecidas, pues mire yo no tengo forma de saber si alguien ha sido maldecido o no. Nunca he visto el mundo espiritual, yo veo los posesos. Si alguien me dice «me han hecho un maleficio», lo que hago es orar para ver si hay una reacción, un espíritu dentro que manifiesta su presencia. Si cuando oro no se produce reacción, pues le digo: «yo no veo en usted ningún mal espíritu».

¿Tienen efecto o no los maleficios que alguien pueda hacer? Lo desconozco. Me inclino a pensar que sólo excepcionalmente producen efecto. El mundo maléfico tiene muchas limitaciones para actuar, no está dejado libre. Es mi personal opinión. Pero tampoco puedo decir que en ningún caso producen efecto. Porque si nosotros podemos llamar a los ángeles para ayudar a alguien… «Ayúdale a esta persona, guíale, protégela en este viaje», etcétera, no puedo decir que nunca tenga efecto la invocación al demonio para hacer daño, si Dios lo permite buscando sobre todo el bien espiritual. Porque la santificación de la persona no sólo ocurre a través de la gracia. También el sufrimiento, las adversidades, las cosas malas que nos suceden son como un cincel con el cual vamos siendo tallados, como una estatua. Entonces no hay ningún problema teológico en (considerar) que la causalidad demoníaca sea también un instrumento de santificación, aunque ellos (los que invocan al Demonio) no lo quieran. De hecho también Satán santificó a Job aunque no lo quería, pero de hecho lo santificó. Conclusión: Aconsejo a todos que se olviden del tema ‘maleficio’, que no se obsesionen, porque si tiene efecto, ha sido permitido por Dios y eso lo hará en muy pocas ocasiones.


En el mundo hoy ¿Qué creencias, actividades, actos, facilitan la posesión o derechamente la permiten?

Evidentemente todos los exorcistas señalan el esoterismo. Todo espiritismo, invocación de espíritus, la santería, el vudú, los ritos satánicos. La gente que hace hechizos aunque fuere para conseguir el “amor” o que el negocio le vaya bien. Esas cosas y actos, al invocar espíritus, atraen espíritus. No siempre producen la posesión, pero de cada muchos casos algunos acaban teniendo influjos maléficos y un pequeñísimo número la posesión. 


¿Qué perjuicio, incomodidades o ataques del demonio ha padecido usted y cómo se defendió? 

Pues… alrededor mío han ocurrido muy pocos hechos extraordinarios. Una vez se encendieron las luces cuando me fui a acostar. Otra vez provocó problemas en el teléfono que sólo puedo calificar de intervención demoníaca porque fueron muy extraños. El teléfono (sin intervención humana) llamaba a personas cuando ese número no estaba siquiera memorizado en el celular. El demonio desde mi número hacía llamadas que quedaban como llamadas perdidas. La primera vez me dije, ¡qué raro! Pero cuando se repitió varias veces, me di cuenta que eso no era normal. Personas a las que no había llamado en meses de pronto recibían una llamada perdida mía. Normalmente eran personas con las que de ningún modo yo quería hablar. Son pocas cosas las que me han sucedido en estos años. Más que ataques han existido signos de la presencia del demonio… como si me quisiera decir «¡Estoy aquí!» Pero no ha podido hacer nada más. Creo que Dios ha permitido cosas de este tipo como para decirme «Ten cuidado, porque el mundo espiritual es real».



Padre Fortea ¿Cuáles son las armas que cotidianamente un católico debe utilizar para combatir al demonio y sus ataques?

Si uno quiere combatir al demonio lo que debe hacer es combatir el pecado que existe en sí mismo. Aunque no todo pecado procede del demonio, eso también debemos tenerlo en cuenta. Porque las tentaciones también proceden del mundo y de nosotros mismos. Pero combatir al demonio en definitiva es combatir el mal que tenemos dentro. Por tanto hay que no pecar. La persona que peca estará más vulnerable a las tentaciones del demonio. La persona que resiste, que hace oración, que se esfuerza por seguir los caminos de Dios, se va haciendo más fuerte contra esos ataques de la tentación, que son ordinarios. Los ataques extraordinarios del demonio son muy raros y la mayor parte de las personas nunca tendrán en su vida esa experiencia.



¿Y qué valor da al rezo diario del Santo Rosario como defensa en ese sentido?

Todo es bueno. Yo no puedo decir, usted tiene que obligatoriamente hacer esta práctica de devoción o esta otra. Cada uno debe seguir su camino, el que siente en el Espíritu Santo. Pero cuando le digo a la gente “orar”, después veo que debo decirles algo específico. De lo contrario la gente no acaba de concretar. Ahora bien, toda oración es positiva. No hay oraciones más poderosas. La oración es hablar con Dios. Alguna pide más cosas, otra dirá algo diferente. Uno puede improvisar o leerlas de un libro. Pero yo no soy quién para decirle a la gente, si quieres estar protegido del demonio tienes que hacer esto. Pues no, eso no lo puedo decir.



¿Y usted qué hace a diario para mantener su armadura de defensa a punto?

Yo para amar más a Dios, hago lo que siempre me enseñaron en el seminario. Media hora de oración por la mañana al levantarme, delante del Sagrario; media hora de oración por la tarde, antes de la cena. Al mediodía la lectura espiritual. En el seminario hacíamos diez minutos de oración espiritual de un libro que ayude al alma a enamorarse de Dios, fortalecer la vida virtuosa, enardecer el espíritu con entusiasmo; esta es la lectura espiritual, y, luego, cinco minutos leyendo la Biblia. También desde el momento en que soy sacerdote, ya no como devoción sino como obligación, debo rezar las horas canónicas… el breviario a lo largo del día. Por supuesto, también la misa diaria es parte de mis obligaciones y placeres. Porque para mí la misa ha sido siempre el encuentro en la cena pascual con el Maestro.



¿Qué es lo preternatural y en qué se diferencia de lo sobrenatural? ¿Qué sería un buen ejemplo?

Lo sobrenatural es la acción de Dios directa; lo preternatural es la acción de ángeles y demonios. Ejemplo de acción sobrenatural es la gracia que toca el corazón del hombre, la gracia que perdona los pecados, la gracia que santifica. Ejemplo de acción preternatural puede ser un ángel que le recuerda a alguien que tiene una cita de la que se ha olvidado o un demonio que a un hombre de Dios le enciende las luces, le mueve las cosas de sitio. Los ángeles y demonios pueden actuar hasta un cierto nivel. Dios es quien puede hacer absolutamente todo. Santificar al alma directamente, actuar dentro de ella, eso solo lo puede hacer Dios; los ángeles, que nos ayudan, sólo inspirarnos desde fuera.



¿Y los seres humanos tenemos algún tipo de cualidad o poder preternatural?

No. Nosotros actuamos dentro de la naturaleza. Preternatural es lo que va más allá de la naturaleza, sobrenatural es lo que está completamente por encima de la naturaleza, incluso de la naturaleza angélica.



¿Es posible identificar que existe una causa demoníaca en algo que soñamos, pensamos o sentimos?

Sabemos algunas pesadillas pueden estar inducidas por el demonio. Pero, ¿quién puede saber cuándo una pesadilla ha sido causada por la influencia de un demonio? No lo podemos saber. Pero sí, ellos pueden. De hecho en algunos casos parece muy razonable concluir que es la rabia del demonio la que provoca, después de una conversión, series de pesadillas durante un mes por ejemplo, que después ya nunca más vuelven. Pero salvo casos donde se vea muy claro, nunca podemos saber cuándo una pesadilla es provocada por un demonio.



Que Jesús con sólo una orden expulsaba demonios y que ustedes los exorcistas reconocen que tras varios encuentros con los posesos –que se suceden incluso por meses- no logran expulsarlo ¿Señala que la fe de los sacerdotes exorcistas es débil, que el Ritual de Exorcismos recomendado por la Iglesia no es lo más adecuado o hay otro motivo?

No. La razón por la que Jesús expulsaba los demonios tan rápido –tampoco voy a decir instantáneamente ¿eh? hay algún caso en que el Evangelio nos dice cómo el demonio se revolvía mientras el Señor lo exorcizaba–, era porque Él es Dios, porque tenía que mostrar su dignidad. En el caso de los sacerdotes, no es que haya falta de fe. Lo que se muestra en el exorcismo de los sacerdotes, es que existe ese poder que Jesús ha dado, pero incluso actuando con el poder de Jesús, el modo en que actúa ese poder deja claro que hay una diferencia muy grande entre nuestro Maestro y nosotros sus discípulos. Puede parecer que en algunos casos tener que pasar meses exorcizando sea demasiado… Pero ¡bueno! ¡Que otros lo intenten por su cuenta, a ver si lo logran por más que le digan al demonio que salga! ¿Eh? Al final si sale es porque Dios quiere. Por otra parte en algunos casos si esto se prolonga más allá de una o dos sesiones, es porque Dios suele usar el exorcismo para que esa persona se acerque a Él. No es tanto una deficiencia del sacerdote como un plan de Dios respecto de esa persona.



¿Cuál es su valoración de las así llamadas ‘oraciones de liberación’ que movimientos como la Renovación Carismática Católica utilizan para combatir o intentar expulsar de alguien un demonio?

Mi valoración de la Renovación Carismática es muy positiva. He visto la acción del Espíritu en ellos. También es cierto que depende de cómo sea (…) cada grupo. Hay gente que es visionaria, otros que están obsesionados con el tema de los carismas. Alguno por creer ser un iluminado entre Dios y la tierra, confunde, no distingue su propia sugestión de los mensajes de Dios. Pero hecha esta salvedad de que efectivamente algunas personas no hacen bien las cosas… no cabe la menor duda de que la Renovación Carismática efectivamente es algo suscitado por el Espíritu Santo. La Renovación Carismática es lo que el Espíritu Santo quiere que sea en aquellos grupos de gente que le invoca, lo llama, le pide que actúe, lo adora, que intentan escucharle a través de la Palabra de Dios, que le cantan. Dios se manifiesta a través de esa sencillez. Es cierto, muchos piensan que están locos, que hacen cosas extrañas. Pero normalmente en la Renovación, aunque pueda haber excesos, se hace lo que el Espíritu Santo inspira que se haga. Debemos ver los frutos. Porque realmente hay sanaciones, gente que se cura. Ahora bien sobre el tema de la liberación, ellos pueden orar a Dios para que nos ayude en nuestra lucha contra el demonio, pero sin una autorización del Obispo, no deberían meterse en campos que la legislación de la Iglesia reserva para los sacerdotes o grupos de liberación, pero autorizados por el Obispo.



En el Evangelio de San Juan, en el capítulo 5 versículos 1 al 16 hay una frase que Jesús le dice a alguien que sanó: «Has sido curado, no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán cosas peores todavía». ¿Se deduce de esta aseveración que hay enfermedades que se originan por el pecado? ¿Está de acuerdo con esa afirmación?

Hay enfermedades que provienen del pecado. Eso no sólo nos lo dice la Palabra de Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento, sino que hasta la misma razón lo entiende.

Pongo varios ejemplos… Si alguien abusa del alcohol, le produce una enfermedad. Uno entiende que esa enfermedad es fruto de su pecado. Si alguien cuando sale en el automóvil y le dice la madre: «Hijo mío no corras tanto, vas a tener un accidente, por favor no bebas antes de tomar el volante, por favor no seas tan vanidoso de querer parecer ser el que más corre»… y reiteradamente a pesar de los avisos dice: «¡Bah tonterías! Mira como no tengo miedo». Pues después si tiene un accidente, se le podrá decir: «Este accidente es consecuencia de aquellas faltas tuyas. Se te advirtió, se te dijo una y otra vez, ten más prudencia, ten cuidado y tú siempre nos despreciabas. Pues ahora tú tienes que tomar sobre ti el resultado de tus acciones». Por cierto hay gente que tiene un accidente y no tiene ninguna culpa; debe entender que ese accidente forma parte de una prueba de Dios. También enfermedades que de ningún modo el que las sufre tiene culpa alguna y es una prueba. Un ejemplo… Conozco en Madrid a dos hermanos, ambos con tendencia a la diabetes, lo sabían. Un hermano comió frugalmente, cuidó de no tomar dulces e hizo mucho ejercicio. El otro siempre se reía de todas esas cosas, comía de todo, yo le veía tomar dulces sin ningún problema, no le gustaba hacer ejercicio. Ahora los dos son ancianos. Uno está perfectamente de salud, no tiene siquiera que tomar pastillas y el otro tiene un gravísimo problema. Pues ahí vemos como a veces al libre albedrío se advierte y sin embargo uno toma decisiones.



¿Ahí tiene algo que ver el demonio?

No. Estoy diciendo cómo hay enfermedades que proceden del pecado. 



¿Y el demonio puede provocar enfermedades?

El demonio alguna vez puede provocar enfermedades. Hay que entender que la enfermedad de forma general es fruto de las leyes naturales. Sólo en muy pocos casos vemos que hay una relación causa efecto entre algo verdaderamente extraordinario –rarísimo de verdad, muy raro–, y la enfermedad.



Y si vemos la intervención del demonio en cuestiones morales Padre… ¿Las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son una manifestación de la acción del demonio?

Yo personalmente creo que hay algunos que pueden tener esas desviaciones desde el nacimiento, por razones quizás genéticas o biológicas, sin ninguna culpa, ellos sienten esa tendencia. Otros puede ser por circunstancias que les rodearon bien en la infancia, bien en la juventud, influencias humanas que le llevaron por ese camino y siguieron por él. Hay otros casos en que indudablemente –ellos incluso a veces estaban casados– y su afán fue probar nuevas cosas, nuevas experiencias que les llevó al final a eso. Conozco casos donde ese afán de probar cosas nuevas al cabo de años les llevó incluso a dejar su mujer, con la que antes habían estado felizmente casados, tenido hijos, etcétera.

Como vemos la causalidad de la homosexualidad es variada. No podemos juzgar del mismo modo a quienes desde el principio sienten esa tendencia, que a la persona que ha sido un afán de probar nuevas cosas lo que le ha llevado a eso y al final incluso ha dejado a su mujer. A mí me decía una vez un homosexual que solía venir a la parroquia, que él había tenido relaciones con un hombre que le gustaban las mujeres y que él mismo le dijo –porque tuvo una relación con él–, «déjame porque si tú sigues por este camino, yendo a discotecas, bares a todos los lugares que vas, en pocos años te van a dejar de gustar las mujeres, no vas a poder tener una familia». Como se ve no es lo mismo un caso así que el otro donde desde el principio alguien no siente atracción por las mujeres. Estas distinciones hacen que la valoración de la responsabilidad sea muy distinta. 



¿Está una acción del demonio presente?

Yo no veo que la homosexualidad sea una cuestión causada por el demonio. Por lo menos yo no tengo ninguna razón para pensar eso. He orado por un cierto número de personas que me manifestaron su homosexualidad y en algún caso había alguna influencia, pero fueron los menos, y ni siquiera puedo decir que esa influencia maligna fuera la causa de la homosexualidad, podría haber venido por otra razón y no estar en eso.


¿Finalmente, recomendaría que en cada diócesis hubiere un exorcista?

Mucha gente piensa que hay una ley que obliga a que exista un exorcista en cada diócesis. Eso no es verdad. Cuando surge algún caso, se debería exorcizarlo. Es necesario comprender que un exorcista no debería improvisarse, sino ser alguien que se formara con otro exorcista durante un tiempo y así cuando surja algún caso podrá atender con verdadera profesionalidad, no improvisando. Entonces creo que las diócesis antes de tener el problema, deberían preparar… enviar a alguno de sus sacerdotes a prepararse con otro exorcista. No es una cuestión tanto de estudios, como de ver a un buen exorcista.





Fuente: Portaluz. Periódico Digital Católico

 (https://www.oropel.org/verdades-y-mitos-sobre-el-demonio-dialogo-con-un-experto-en-demonologia/825/)

miércoles, 23 de enero de 2019

La ofensiva satánica


Quienes adoran al Diablo, no saben que arriesgan sus vidas para toda la eternidad.



Por Germán Mazuelo-Leytón - 22/01/2019



Es impresionante el avance de las sectas que se inspiran en Satanás, que invocan en su ayuda a Satanás, que se sirven de promesas y compromisos con Satanás a quien entregan su alma.



Hace muchos años, el exorcista ya difunto Padre Gabriel Amorth nos puso sobre aviso: «Cada vez más personas practican el espiritismo o entran en sectas satánicas, se ha vuelto casi una moda. A veces lo hacen con inconsciencia sin saber lo que les espera, pero luego se ven obligados a menudo con terror, a sufrir las consecuencias, porque el Demonio no es una entidad impersonal».



No, no es el nombre que dan los psicoanalistas al mal abstracto que existe en la sociedad, sino que es una persona concreta y como dice San Pedro «rugiendo como un león ronda, buscando a quien tragarse» (1 Pe 5, 8).



Por desgracia una mala teología ha difundido -aún en la Iglesia Católica- una concepción abstracta del Demonio, que contrasta abiertamente con la enseñanza del Evangelio, si aumenta el número de los que practican el esoterismo o entran en las sectas satánicas, es también porque la Iglesia ha dejado de enseñar correctamente la doctrina sobre el Demonio, enseñada por la Escritura y conservada por la Tradición.



I. Actuación del Diablo



San Juan señala como tarea principal de Cristo el haberse manifestado para deshacer las obras del diablo. Es «príncipe de este mundo», según Jesús y siembra el mal en el campo de Jesús.



Nuestro Señor Jesucristo destaca la presencia trágica del diablo al que llama «ser malo», «espíritu contrario al hombre», «diablo».[1] Sus obras son: la posesión diabólica, la enfermedad y la muerte. Satán lucha continuamente con el hombre, atacándole de codicia, de cólera, de soberbia, de maledicencia, con lo que desea arrastrar al hombre a la perdición. Son enseñanzas expresadas por Jesús. Precisamente la acción salvífica de Jesús se dirige en el fondo contra el diablo.



«Tan iluminadora sobre la guerra entablada entre Jesús y Satanás, y el triunfo de aquél sobre éste, es la respuesta de Jesús a la alegre exaltación de los setenta y dos discípulos que acuden a dar cuenta al Maestro de los maravillosos logros obtenidos por ellos durante su misión; han procedido a exorcismos que siempre se revelaron eficaces: «Señor, hasta los demonios se someten en tu nombre. Él les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”» (Lc 10, 17-18). El Maestro ponderó el poder de los discípulos —que actuaban «en nombre» de su Señor— y les dio la profunda explicación de ello. Los setenta y dos habían mencionado la derrota de los demonios menores que se habían apoderado del cuerpo de los hombres, pero Jesús habla de su jefe supremo: Satanás; pues éste es el gran vencido. Si las legiones de demonios retroceden y no pueden resistir, ello es porque su propio jefe ha sido afectado y ha perdido su autoridad. Hay simultaneidad y coincidencia entre la visión de Cristo y la acción de sus discípulos: mientras vosotros cazabais los demonios, mientras expulsabais a sus agentes, yo veía caer a su príncipe».[2]



Para hacer comprender el poder del Demonio, Jesús verifica una curación en circunstancias que provocan admiración en los presentes y de las que Cristo se sirve para anunciar una profunda vedad: la existencia del Demonio y el poder temible que posee.



Le presentan un endemoniado mudo. No era mudo por enfermedad, sino por la acción del Demonio que no le permitía hablar. Prácticamente era mudo y así le conocían los familiares que se le presentan. Jesús arrojó al Demonio del alma y del cuerpo del desgraciado que enseguida comenzó a hablar. Así lo dice San Mateo en el capítulo XII. Jesús desea demostrar que cuando una persona reside al Demonio es como un muñeco que se mueve según las exigencias de Satanás, en este caso impide que hable el hombre, porque evitaba que practicara su confesión mediante la cual Jesús libere al hombre también de su posesión diabólica.



En presencia de la multitud Jesús ordena al Demonio que abandone a su víctima, el Demonio sale en forma visible, con lo que los asistentes se dan cuenta de que no se trata de una simple curación, sino de una derrota del Demonio por el poder de Cristo.



El Evangelista manifiesta que se maravillaron las turbas diciendo: Jamás se vio tal cosa en Israel.



Todos los circunstantes creían en la existencia y en el poder del Demonio, al tiempo que admitían que nadie ni nada podría vencer a Satanás, y Jesús ha dado la lección de que mientras el Demonio se apodere de una persona, sea por el pecado que es verdadera opresión como por la permanencia en su cuerpo, la persona poseída pierde el dominio de sí misma, sus potencias y sentidos, no puede dominarlos y orientarlos, porque es sólo el Demonio quien tiene potestad absoluta sobre él.



Hoy sucede lo mismo, el hombre ha llevado voluntariamente al Demonio cuando ha cometido su pecado, le ha elegido por su rey, le ha depositado en sus manos todos sus sentidos, el Demonio puede volverle mudo, en cuanto se refiere a la manifestación de sus pecados, puede manifestarle en sordo, para que no escuche que las advertencias salvadoras de Dios, puede convertirle en paralítico para impedirle que busque a su Salvador, puede transformarle en desesperado inyectándole sentimientos de inevitable condenación, puede engañarle sobre su situación al conseguir que no tema esa condenación en la que ya se halla aventurado.



El Demonio a quien Jesús llama enemigo del hombre, adormece al alma para que olvide su trágica situación, trata de hacerle olvidar a Dios y a su juicio personal que ha de sufrir, le invita a toda suerte de pecados, contra los que ha perdido todo temor, encarcela a la persona en su temible prisión inconsciente para que no busque a Dios.



El Evangelio puntualiza que le presentaron al mudo, no fue él mismo quien buscó a Jesús, ya que lo impedía el Demonio que no quería perder un cliente.



Lo que frecuentemente sucede es que una persona no da importancia de la existencia del diablo, porque ella misma se encuentra poseída por Satanás. Cuántos sordos, mudos y paralíticos, transitan por nuestras avenidas, tan ciegos que no pueden captar el poder que Satanás ejerce en sus almas ya vencidas.



Como el muy piadoso David que tras cometer adulterio y un asesinato se queda tranquilo y sin culpa, hasta que el profeta Natán le recuerda su estado de condenación. Estaba tan poseído de Satanás que consiguió éste, que David siguiera danzando sus impúdicos salmos a Dios, mientras en su corazón dominada totalmente su enemigo el demonio, por eso, tras su pecado de negación de Cristo nos escribió Pedro el Apóstol: hermanos no dudéis que el demonio nuestro enemigo, como un león rugiente, anda dando vueltas a vuestro alrededor buscando el momento oportuno para devorarles.



Es el enemigo oculto que siembra errores y desventuras… Podemos suponer su acción siniestra allí donde la negación de Dios es radical, sutil y absurda, donde la mentira se afirma hipócrita y potente contra la verdad evidente, donde la caridad se ha apagado a causa de un egoísmo frío y cruel, donde el nombre de Cristo es impugnado con odio consciente y rebelde. [3]



Examinando las violencias, las guerras, los asesinatos, los abortos, los atropellos de todo género, los robos, las tragedias provocadas por el alcohol y la droga, el narcoterrorismo, los movimientos antisistema incluidos el lobby LGTBI, termina la gente por decir: el mundo está en manos del diablo, sin embargo, hay bastante gente que se empeña en negar su existencia.



II. Satanismo actual



«De allí, de este infierno en que se convierte el hombre cuando ha renegado de Cristo surge la pululación de sociedades ocultistas, iniciativas esotéricas, teológicas y espiritistas en que bajo formas más o menos groseras y refinadas, se rinde culto a Satán, padre de la mentira, del odio y del crimen, en que se ha convertido la sociedad en que vivimos…».[4]



Mientras que el ocultismo es una adoración indirecta del diablo, el satanismo es sin reparos su contraparte. Como señaló el Sr. King, el ocultismo se entremezcla con el poder del diablo muchas veces sin saberlo. Los satanistas, por otra parte, continúa, lo abrazan completa y abiertamente.



El satanismo es tan antiguo como la Revolución de Lucifer y sus ángeles contra Dios. El antiguo portador de la luz, como significa el nombre de Lucifer, engañó a un tercio de las huestes celestiales y lideró la primera rebelión contra Dios. Hay muchas variaciones del satanismo según Alfred E. Waite, la autoridad más autorizada sobre ocultismo y satanismo. En su libro La adoración del diablo en Francia, define el satanismo como el movimiento de personas que imitan a los ángeles caídos y declaran su lealtad a Lucifer como una forma de desafío a Dios.



La presencia del satanismo a lo largo de la historia, no ha sido tan obvia como la del ocultismo. La Sagrada Escritura dice: Todos los dioses de los gentiles son demonios (Sal. 96: 5). Sin embargo, el satanismo, per se, es la adoración abierta del diablo y, como tal, si existió como un movimiento, en el pasado fue de manera completamente cerrada.



En los Estados Unidos, el censo de 2010 arrojó que la brujería es la cuarta religión más grande. En ese país en especial, los satanistas han estado exigiendo reconocimiento social, buscando distribuir libros sobre el culto satánico a los niños en edad escolar, colocar un monumento público del diablo en Oklahoma, el intento de «recrear» una «misa negra» pública la Universidad de Harvard -que fue cancelada a última hora por la acción del público-, la verificación de la primera misa negra satánica pública celebrada en la historia en el Centro Cívico de la ciudad de Oklahoma, o la instalación reciente de una exhibición satánica de «vacaciones» al lado de un nacimiento en la capital del estado de Florida.



La razón de ser del pueblo judío es la destrucción de la Iglesia. Esto que surge naturalmente, ha sido expuesto por San Pablo en palabras definitivas: Los judíos aquellos que dieron muerte al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos persiguen, que no agradan a Dios y están contra todos los hombres; que impiden que se hable a los gentiles y se procure su salvación. Aquí está sintetizada la tarea de los judíos a través de la historia cristiana. Enemigos de Cristo y de los pueblos para que los pueblos no se conviertan. Y para ello han de realizar una tarea de dominación de los pueblos para cerrarlos al Evangelio. Una tarea de degradación, porque sobre pueblos degradados pueden ejercer fácilmente su dominación.[5]



El Padre Meinvielle, acierta cuando recuerda que sería un error pensar hoy que la Biblia es el libro de los judíos. Su libro es el Talmud, y el alma del Talmud es la Cábala, el gran instrumento secreto de los judíos contra la Iglesia y contra la civilización cristiana. La Cábala informa a la masonería, que es una institución cabalística. La cábala es una mezcla de todas las viejas religiones paganas. La masonería es también una mezcla de todos los cultos paganos, pero la Cábala es sobre todo la divinización del hombre, la divinización del hombre judío y la entronización de Satanás.



Hoy «la conspiración cabalista está en la cúspide del éxito. Dios ha sido desterrado de la vida pública. Los judíos illuminati controlan los medios de comunicación y pueden engañar y degradar a las masas. El entretenimiento es una orgía de pornografía, caos apocalíptico, obscenidad, propaganda, ingeniería social, programación predictiva, violencia y satanismo.



Los judíos y masones illuminati, detrás del feminismo son los responsables del libertinaje de las mujeres occidentales. Ellos están detrás de la promoción de la homosexualidad y el transgenderismo diseñado para destruir el matrimonio y la familia.



Están a la vanguardia de la liberación sexual, la pornografía y el aborto. El cristianismo ha sido judaizado, preocupado por el cambio social (la agenda satanista) en lugar del desarrollo espiritual y la salvación.



Los illuminati están desestabilizando el Tercer Mundo utilizando organizaciones benéficas para empoderar a las mujeres llevándolas a rechazar el matrimonio. El código del NOM, es ser agente de cambio».[6]



El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman.



[1]  Cf.: Mt. 25, 41, Jn 12, 31; 14, 30; Col 1.



[2] SPICQ OP, Fr CESLAS, La existencia del Diablo pertenece a la revelación del Nuevo Testamento.



[3] Cf.: MONDRONE, P. DOMÉNICO, Un exorcista entrevista al Diablo.



[4] MEINVIELLE, P. JULIO, Prólogo al libro de Federico Branch, El silencio es contra el Verbo.



[5] MEINVIELLE, P. JULIO, De la cábala al progresismo.





[6] MAKOW PhD., HENRY, El diablo y los judíos.

(https://adelantelafe.com/la-ofensiva-satanica/?fbclid=IwAR3Ll5TbKhjjVfr5oUu23f0xlTroTxcGIUpTmbDKRSpcpAU7KDbjLPdudnI)

sábado, 12 de enero de 2019

"Verán una señal y no la conoceréis: mujeres vestirán como hombres y hombres como mujeres" (San Vicente Ferrer)

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22 de diciembre de 2018 a las 12:15 · 
"VENDRÁ UN TIEMPO QUE NINGUNO LO HABRÁ VISTO: LLORARÁ LA IGLESIA: VERÉIS UNA SEÑAL Y NO LA CONOCERÉIS: MUJERES VESTIRÁN COMO HOMBRES Y LOS HOMBRES VESTIRÁN COMO MUJERES."
San Vicente Ferrer

Por: María José Bellagamba

“Vendrá un tiempo que ninguno lo habrá visto: llorará la Iglesia: las viudas se levantarán hiriendo sus pechos y no encontrarán consuelo; ahora está lejos, pero llegará sin falta y muy cerca de aquel tiempo en que DOS empezarán a hacerse reyes; sus días no se alargarán mucho."
"Pero la tristeza se convertirá en gozo; el Rey de los reyes, el Señor de los señores todo purificará y renovará; la Francia, con su orgullo, será del todo abatida..."

*La Argentina creó 20 centros de hormonizacion para "trans", y uno es PARA NIÑOS.

Imagen: Nieto de M. Casan travestido por su propia familia.
San Vicente Ferrer, llamado el Ángel del Apocalipsis.

http://www.ms.gba.gov.ar/…/crean-20-centros-de-hormonizaci…/

https://www.lmneuquen.com/moria-orgullosa-su-nieto-vestido-…

(https://www.facebook.com/mariajosedeJesusyMaria/posts/10155722537581436)

Krampus, el demonio que es adorado cada Navidad en Austria

Nikolaus y Krampus en Austria. Periódico-ilustración de 1896

Nikolaus y Krampus en Austria. Periódico-ilustración de 1896.

Por Scarlet Stuardo 
Mitad cabra, mitad demonio. Así luce Krampus, el ser que cada inicio de diciembre llena las calles de Austria buscando a niños que se han portado mal para golpearlos con su palo y luego llevárselos en un saco para devorarlos en el infierno… o eso cuenta la leyenda.

Según dijo Karl Berger al portal PRI, director del museo de arte popular del pueblo de Seefeld y experto en la historia de Krampus, este personaje parecido a un demonio lleva más de cuatro centenares de años siendo celebrado en Austria y está muy lejos de ser pagano.

“Krampus es una figura que está muy fuertemente conectada con el cristianismo”, expresó, detallando que en los siglos XVI y XVII los jesuitas crearon a este personaje para acompañar a San Nicolás (Viejito Pascuero) y así amenazar a los niños para que obraran bien, mientas que Santa Claus premia a quienes se porten bien. Aún así, sus primeras apariciones sólo fueron en obras de teatro, las que luego se trasformaron en una tradición que pasó a las calles.
No obstante, el Krampus del siglo XX, o antes, están muy lejos de parecerse a los actuales. En primer lugar, de aparecer una vez al año los 5 ó 6 de diciembre, este personaje ya comienza a figurar en shows agendados desde mediados de noviembre.

Un locatario identificado como Peter Gröber (60), quien interpretó a Krampus hace décadas, opina que la tradición se convirtió en un negocio. El hombre asegura que antes sólo se usaba una máscara roja de papel con un pedazo de fieltro simulando una lengua.
En esta línea, las últimas versiones de Krampus muestran al “demonio” con grandes cuernos similares a los de una cabra, luces LED en sus ojos mientras hacen trucos con fuego y suena música heavy metal. Por lo bajo, diez hombres y mujeres se visten y lo interpretan.
(https://www.biobiochile.cl/noticias/sociedad/curiosidades/2018/12/19/krampus-el-demonio-que-es-adorado-cada-navidad-en-austria-es-mas-popular-que-el-viejito-pascuero.shtml?fbclid=IwAR2xQdxiomRIgrcwyvm3JVT9dOOsmIjD4xo9g_Xe2f8mkbE9q5P0O9-UM3A)

Espeluznante carta desde el Infiernode un alma condenada

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Por Hispanidad Católica -  8 enero, 2019 
Carta del más allá
Testimonio impresionante de un alma condenada, acerca de lo que la llevó al Infierno

Imprimatur del original alemán: Brief aus dem Jenseits – Treves, 9-11-1953.N.4/53

Introducción al texto original

Dios se comunica con los hombres de muchas maneras. Las Sagradas Escrituras se refieren a muchas comunicaciones divinas hechas a través de visiones y aún de sueños. Los sueños, no siempre son sólo sueños.

La “carta del más allá” que se transcribe seguidamente se refiere a la condenación eterna de una joven. A primera vista parece una historia novelada. Pero considerando las circunstancias se llega a la conclusión de que no deja de tener su fondo histórico, a partir de su sentido moral y su alcance trascendental.

El original de esta carta fue encontrado entre los papeles de una religiosa fallecida, amiga de la joven condenada. Allí cuenta la monja los acontecimientos de la vida de su compañera como si fueran hechos conocidos y verificados, así como su condenación eterna comunicada en un sueño. La Curia diocesana de Treves (Alemania) autorizó su publicación como lectura sumamente instructiva.

La “carta del más allá” apareció por primera vez en un libro de revelaciones y profecías, junto con otras narraciones. Fue el Rvdo. Padre Bernhardin Krempel C.P., doctor en teología, quien la publicó por separado y le confirió mayor autoridad al encargarse de probar, en las notas, la absoluta concordancia de la misma con la doctrina católica.

Entre los manuscritos dejados en su convento por una religiosa, que en el mundo se llamó Clara, se encontró el siguiente testimonio:

El relato de Clara

Tuve una amiga, Anita. Es decir, éramos muy próximas por ser vecinas y compañeras de trabajo en la misma oficina M. Más tarde, Ani se casó y no volví a verla. Desde que nos conocimos, había entre nosotras, en el fondo, más amabilidad que propiamente amistad. Por eso, sentí muy poco su ausencia cuando, después de su casamiento, ella fue a vivir al barrio elegante de las villas, lejos del mío.

Durante mis vacaciones en el Lago de Garda (Italia), en septiembre de 1937, recibí una carta de mi madre en la que me decía: “Anita N murió en un accidente automovilístico. La sepultaron ayer en Wald Friendhof”. Me impresioné mucho con la noticia. Sabía que mi amiga no había sido propiamente religiosa. ¿Estaría preparada para presentarse ante Dios? ¿En qué estado la habría encontrado su muerte súbita? Al día siguiente escuché misa, comulgué por la intención de Anita, en la casa del pensionado de las hermanas, donde estaba viviendo. Rezaba fervorosamente por su eterno descanso, y por esta misma intención ofrecí la Santa Comunión.

Durante todo el día percibí un cierto malestar, que fue aumentando por la tarde. Dormí inquieta. Me desperté de improviso, escuchando algo así como una sacudida en la puerta del cuarto. Encendí la luz. El reloj indicaba las doce y diez minutos. Nada. Tampoco ruidos. Tan solo las olas del Lago de Garda golpeando monótonas contra el muro del jardín del pensionado. No había viento. Yo conservaba la impresión de que al despertar encontraría, además de los golpes de la puerta, un ruido de brisa o viento, parecido al que producía mi jefe de la oficina, cuando de mal humor tiraba sobre mi escritorio una carta que lo molestaba. Reflexioné un instante si debía levantarme. ¡No! Todo no es más que sugestión, me dije. Mi fantasía está sobresaltada por la noticia de la muerte. Me di vuelta en la cama, recé algunos Padrenuestros por las ánimas y me dormí de nuevo.

Soñé entonces que me levantaba de mañana, a las 6, yendo a la capilla. Al abrir la puerta del cuarto, me encontré con una cantidad de hojas de carta. Levantarlas, reconocer la letra de Anita y dar un grito, fue cosa de un segundo. Temblando, las sostuve en mis manos. Confieso que quedé tan aterrorizada que no pude rezar. Apenas respiraba. Nada mejor que huir de allí, salir al aire libre. Me arreglé rápidamente, puse la carta dentro de mi cartera y salí en seguida. Subí por el tortuoso camino, entre olivos, laureles y quintas de la villa, más allá del conocido camino gardesano.

La mañana aparecía radiante. En los días anteriores, yo me detenía cada cien pasos, maravillada por la vista que ofrecían el lago y la Isla de Garda. El suavísimo azul del agua me refrescaba; como una niña que mira admirada a su abuelo, así contemplaba, extasiada, al ceniciento monte Baldo, que se levanta en la orilla opuesta del lago, hasta los 2.200 metros de altura. Ese día no tenía ojos para todo eso. Después de caminar un cuarto de hora, me dejé caer maquinalmente sobre un banco ubicado entre dos cipreses, donde la víspera había leído con placer “La doncella Teresa”. Por primera vez veía en los cipreses el símbolo de la muerte, algo en lo que antes no había pensado.

Tomé la carta. No tenía firma. Sin la menor duda, estaba escrita por Ani. No faltaba la gran “s”, ni la “t” francesa, a la que se había acostumbrado en la oficina, para irritar al Sr. G. No era su estilo. Por lo menos, no era así como hablaba de costumbre. Lo habitual en ella era la conversación amable, la risa, subrayada por los ojos azules y su graciosa nariz…Sólo cuando discutíamos asuntos religiosos se volvía mordaz y caía en el tono rudo de la carta. Yo misma me siento envuelta por su excitada cadencia. Hela aquí, la Carta del Más Allá de Anita N., palabra por palabra, tal como la leí en el sueño.

La Carta

CLARA, NO RECES POR MÍ, ESTOY CONDENADA. Si te doy este aviso – es más, voy a hablarte largamente sobre esto – no creas que lo hago por amistad. Quienes estamos aquí ya no amamos a nadie. Lo hago como obligada. Es parte de la obra “de esa potencia que siempre quiere el mal y realiza el bien”. En realidad, me gustaría verte aquí, adonde llegué para siempre. No te extrañes de mis intenciones. Aquí, todos pensamos así. Nuestra voluntad está petrificada en el mal, es decir, en aquello que ustedes consideran “mal”. Aún cuando pueda hacer algo “bien” (como yo lo hago ahora, abriéndote los ojos ante el infierno), no lo hago con recta intención.

¿Recuerdas? Hace cuatro años que nos conocimos, en M. Tenías 23 años y ya trabajabas en el escritorio desde seis meses antes, cuando yo ingresé. Varias veces me sacaste de apuros. Con frecuencia me dabas buenos avisos que a mí, principiante, me venían muy bien. Pero, ¿qué es “bueno”? Yo ponderaba, en aquel entonces, tu “caridad”. Ridículo… Tus ayudas eran pura ostentación, algo que desde entonces sospechaba.

Aquí, no reconocemos bien alguno en absolutamente nadie. Pero ya que conociste mi juventud, es el momento de llenar algunas lagunas. De acuerdo con los planes de mis padres, yo nunca tendría que haber existido. Por un descuido se produjo la desgracia de mi concepción. Mis hermanas tenían 14 y 16 años cuando vine al mundo. ¡Ojalá no hubiera nacido! Ojalá pudiera ahora aniquilarme, huir de estos tormentos! No hay placer comparable al de acabar mi existencia, así como se reduce a cenizas un vestido, sin dejar vestigios. Pero es necesario que exista. Es preciso que yo sea tal como me he hecho: con el fracaso total de la finalidad de mi existencia.

Cuando mis padres, entonces solteros, se mudaron del campo a la ciudad, perdieron el contacto con la Iglesia. Era mejor así. Mantenían relaciones con personas desvinculadas de la religión. Se conocieron en un baile, y se vieron “obligados” a casarse seis meses después. En la ceremonia nupcial, recibieron solo unas gotas de agua bendita, las suficientes para atraer a mamá a la misa dominical unas pocas veces al año. Ella nunca me enseñó verdaderamente a rezar. Todo su esfuerzo se agotaba en los trabajos cotidianos de la casa, aunque nuestra situación no era mala. Palabras como rezar, misa, agua bendita, iglesia, sólo puedo escribirlas con íntima repugnancia, con incomparable repulsión. Detesto profundamente a quienes van a la Iglesia y, en general, a todos los hombres y a todas las cosas. Todo es tormento. Cada conocimiento recibido, cada recuerdo de la vida y de lo que sabemos, se convierte en una llama incandescente.

Y todos estos recuerdos nos muestran las oportunidades en que despreciamos una gracia. Cómo me atormenta esto! No comemos, no dormimos, no andamos sobre nuestros pies. Espiritualmente encadenados, los réprobos contemplamos desesperados nuestra vida fracasada, aullando y rechinando los dientes, atormentados y llenos de odio. ¿Entiendes? Aquí bebemos el odio como si fuera agua. Nos odiamos unos a otros. Más que a nada, odiamos a Dios. Quiero que lo comprendas. Los bienaventurados en el cielo deben amar a Dios, porque lo ven sin velos, en su deslumbrante belleza. Esto los hace indescriptiblemente felices. Nosotros lo sabemos, y este conocimiento nos enfurece. Los hombres, en la tierra, que conocen a Dios por la Creación y por la Revelación, pueden amarlo. Pero no están obligados a hacerlo.

El creyente – te lo digo furiosa – que contempla, meditando, a Cristo con los brazos abiertos sobre la cruz, terminará por amarlo. Pero el alma a la que Dios se acerca fulminante, como vengador y justiciero porque un día fue repudiado, como ocurrió con nosotros, ésta no podrá sino odiarlo, como nosotros lo odiamos. Lo odia con todo el ímpetu de su mala voluntad. Lo odia eternamente, a causa de la deliberada resolución de apartarse de Dios con la que terminó su vida terrenal. Nosotros no podemos revocar esta perversa voluntad, ni jamás querríamos hacerlo.

¿Comprendes ahora por qué el infierno dura eternamente? Porque nuestra obstinación nunca se derrite, nunca termina. Y contra mi voluntad agrego que Dios es misericordioso, aún con nosotros. Digo “contra mi voluntad” porque, aunque diga estas cosas voluntariamente, no se me permite mentir, que es lo que querría. Dejo muchas informaciones en el papel contra mis deseos. Debo también estrangular la avalancha de palabrotas que querría vomitar. Dios fue misericordioso con nosotros porque no permitió que derramáramos sobre la tierra el mal que hubiéramos querido hacer. Si nos lo hubiera permitido, habríamos aumentado mucho nuestra culpa y castigo. Nos hizo morir antes de tiempo, como hizo conmigo, o hizo que intervinieran causas atenuantes.

Dios es misericordioso, porque no nos obliga a aproximarnos a El más de lo que estamos, en este remoto lugar infernal. Eso disminuye el tormento. Cada paso más cerca de Dios me causaría una aflicción mayor que la que te produciría un paso más rumbo a una hoguera.

Te desagradé un día al contarte, durante un paseo, lo que dijo mi padre pocos días antes de mi comunión: “Alégrate, Anita, por el vestido nuevo; el resto no es más que una burla”. Casi me avergüenzo de tu desagrado. Ahora me río. Lo único razonable de toda aquella comedia era que se permitiera comulgar a los niños a los doce años. Yo ya estaba, en aquel entonces, bastante poseída por el placer del mundo. Sin escrúpulos, dejaba a un lado las cosas religiosas. No tomé en serio la comunión. La nueva costumbre de permitir a los niños que reciban su primera comunión a los 7 años nos produce furor. Empleamos todos los medios para burlarnos de esto, haciendo creer que para comulgar debe haber comprensión. Es necesario que los niños hayan cometido algunos pecados mortales. La blanca Hostia será menos perjudicial entonces, que si la recibe cuando la fe, la esperanza y el amor, frutos del bautismo – escupo sobre todo esto – todavía están vivos en el corazón del niño.

¿Te acuerdas que yo pensaba así cuando estaba en la tierra? Vuelvo a mi padre. Peleaba mucho con mamá. Pocas veces te lo dije, porque me avergonzaba. Qué cosa ridícula la vergüenza! Aquí, todo es lo mismo. Mis padres ya no dormían en el mismo cuarto. Yo dormía con mamá, papá lo hacía en el cuarto contiguo, donde podía volver a cualquier hora de la noche. Bebía mucho y se gastó nuestra fortuna. Mis hermanas estaban empleadas, decían que necesitaban su propio dinero. Mamá comenzó a trabajar. Durante el último año de su vida, papá la golpeó muchas veces, cuando ella no quería darle dinero. Conmigo, él siempre fue amable. Un día te conté un capricho del que quedaste escandalizada. ¿Y de qué no te escandalizaste de mí? Cuando devolví dos veces un par de zapatos nuevos, porque la forma de los tacos no era bastante moderna.

En la noche en que papá murió, víctima de una apoplejía, ocurrió algo que nunca te conté, por temor a una interpretación desagradable. Hoy, sin embargo, debes saberlo. Es un hecho memorable: por primera vez, el espíritu que me atormenta se acercó a mí. Yo dormía en el cuarto de mamá. Su respiración regular revelaba un sueño profundo. Entonces, escuché pronunciar mi nombre. Una voz desconocida murmuró: “¿Qué ocurrirá si muere tu padre?”

Paisaje oscuroYa no lo quería a papá, desde que había empezado a maltratar a mi madre. En realidad, no amaba absolutamente a nadie: sólo tenía gratitud hacia algunas personas que eran bondadosas conmigo. El amor sin esperanza de retribución en esta tierra solamente se encuentra en las almas que viven en estado de gracia. No era ése mi caso. “Ciertamente, él no morirá”, le respondí al misterioso interlocutor. Tras una breve pausa, escuché la misma pregunta. “El no va a morir!”, repliqué con brusquedad.

Por tercera vez, me preguntaron: “Qué ocurrirá si muere tu padre?”. Me representé en ese momento en la imaginación el modo como mi padre volvía muchas veces: medio ebrio, gritando, maltratando a mamá, avergonzándonos frente a los vecinos. Entonces, respondí con rabia: “Bien, es lo que se merece. ¡Que muera!”. Después, todo quedó en silencio.

A la mañana siguiente, cuando mamá fue a ordenar el cuarto de papá, encontró la puerta cerrada. Al mediodía, la abrieron por la fuerza. Papá, semidesnudo, estaba muerto sobre la cama. Al ir a buscar cerveza al sótano, debió sufrir una crisis mortal. Desde hacía tiempo que estaba enfermo. (¿Habrá hecho depender Dios de la voluntad de su hija, con la que el hombre fue bondadoso, la obtención de más tiempo y ocasión de convertirse?).

Marta K. y tú me hicieron ingresar en la asociación de jóvenes. Nunca te oculté que consideraba demasiado “parroquiales” las instrucciones de las dos directoras, las señoritas X. Los juegos eran bastante divertidos. Como sabes, llegué en poco tiempo a tener allí un papel preponderante. Eso era lo que me gustaba. También me gustaban las excursiones. Llegué a dejarme llegar algunas veces a confesar y comulgar. Para decir la verdad, no tenía nada para confesar. Los pensamientos y las palabras no significaban nada para mí. Y para acciones más groseras todavía no estaba madura.

Un día me llamaste la atención: “Ana, si no rezas más, te perderás”. Realmente, yo rezaba muy poco, y ese poco siempre a disgusto, de mala voluntad. Sin duda tenías razón. Los que arden en el infierno o no rezaron, o rezaron poco. La oración es el primer paso para llegar a Dios. Es el paso decisivo. Especialmente la oración a Aquella que es la madre de Cristo, cuyo nombre no nos es lícito pronunciar. La devoción a Ella arranca innumerables almas al demonio, almas a las que sus pecados las habrían lanzado infaliblemente en sus manos.

Furiosa continúo, porque estoy obligada a hacerlo, aunque no aguanto más de tanta rabia. Rezar es lo más fácil que se puede hacer en la tierra. Y justamente de esto, que es facilísimo, Dios hace depender nuestra salvación. Al que reza con perseverancia, paulatinamente Dios le da tanta luz, y lo fortalece de tal modo, que hasta el más empedernido pecador puede recuperarse, aunque se encuentre hundido en un pantano hasta el cuello. Durante los últimos años de mi vida ya no rezaba más, privándome así de las gracias, sin las que nadie se puede salvar.

Aquí, no recibimos ningún tipo de gracia. Aunque la recibiéramos, la rechazaríamos con escarnio. Todas las vacilaciones de la existencia terrenal terminaron en esta otra vida. En la tierra, el hombre puede pasar del estado de pecado al estado de gracia. De la gracia, se puede caer al pecado. Muchas veces caí por debilidad; pocas, por maldad. Con la muerte, cada uno entra en un estado final, fijo e inalterable. A medida que se avanza en edad, los cambios se hacen más difíciles. Es cierto que uno tiene tiempo hasta la muerte para unirse a Dios o para darle las espaldas. Sin embargo, como si estuviera arrastrado por una correntada, antes del tránsito final, con los últimos restos de su voluntad debilitada, el hombre se comporta según las costumbres de toda su vida.

Mujer preocupadaEl hábito, bueno o malo, se convierte en una segunda naturaleza. Es ésta la que lo arrastra en el momento supremo. Así ocurrió conmigo. Viví años enteros apartada de Dios. En consecuencia, en el último llamado de la gracia, me decidí contra Dios. La fatalidad no fue haber pecado con frecuencia, sino que no quise levantarme más. Muchas veces me invitaste para que asistiera a las predicaciones o que leyera libros de piedad. Mis excusas habituales eran la falta de tiempo. ¿Acaso podría querer aumentar mis dudas interiores? Finalmente, tengo que dejar constancia de lo siguiente: al llegar a este punto crítico, poco antes de salir de la “Asociación de Jóvenes”, me habría sido muy difícil cambiar de rumbo. Me sentía insegura y desdichada. Pero frente a la conversión se levantaba una muralla.

No sospechaste que fuera tan grave. Creías que la solución era tan simple, que un día me dijiste: “Tienes que hacer una buena confesión, Ani, todo volverá a ser normal”. Me daba cuenta que sería así. Pero el mundo, el demonio y la carne, me retenían demasiado firme entre sus garras. Nunca creí en la influencia del demonio. Ahora, doy testimonio de que el demonio actúa poderosamente sobre las personas que están en las condiciones en que yo me encontraba entonces. Sólo muchas oraciones, propias y ajenas, junto con sacrificios y sufrimientos, podrían haberme rescatado. Y aún esto, poco a poco.

Si bien hay pocos posesos corporales, son innumerables los que están poseídos internamente por el demonio. El demonio no puede arrebatar el libre albedrío de los que se abandonan a su influencia. Pero, como castigo por su casi total apostasía, Dios permite que el “maligno” se anide en ellos. Yo también odio al demonio. Sin embargo, me gusta, porque trata de arruinarlos a todos ustedes: él y sus secuaces, los ángeles que cayeron con él desde el principio de los tiempos. Son millones, vagando por la tierra. Innumerables como enjambres de moscas; ustedes no los perciben. A los réprobos no nos incumbe tentar: eso les corresponde a los espíritus caídos.

Cada vez que arrastran una nueva alma al fondo del infierno, aumentan aún más sus tormentos. Pero, ¡de qué no es capaz el odio! Aunque andaba por caminos tortuosos, Dios me buscaba. Yo preparaba el camino para la gracia, con actos de caridad natural, que hacía muchas veces por una inclinación de mi temperamento. A veces, Dios me atraía a una Iglesia. Allí, sentía una cierta nostalgia. Cuando cuidaba a mi madre enferma, a pesar de mi trabajo en la oficina durante el día, haciendo un sacrificio de verdad, los atractivos de Dios actuaban poderosamente. Una vez fue en la capilla del hospital, adonde me llevaste durante el descanso del mediodía. Quedé tan impresionada, que estuve sólo a un paso de mi conversión. Lloraba. Pero, en seguida, llegaba el placer del mundo, derramándose como un torrente sobre la gracia. Las espinas ahogaron el trigo. Con la explicación de que la religión es sentimentalismo, como siempre se decía en la oficina, rechacé también esta gracia, como todas las otras.

En otra ocasión, me llamaste la atención porque, en lugar de una genuflexión hasta el piso, hice solamente una ligera inclinación con la cabeza. Pensaste que eso lo hacía por pereza, sin sospechar que, ya entonces, había dejado de creer en la presencia de Cristo en el Sacramento. Ahora creo, aunque sólo materialmente, tal como se cree en la tempestad, cuyas señales y efectos se perciben. En este interín, me había fabricado mi propia religión. Me gustó la opinión generalizada en la oficina, de que después de la muerte el alma volvería a este mundo en otro ser, reencarnándose sucesivamente, sin llegar nunca al fin.

Con esto, estaba resuelto el angustiante problema del más allá. Imaginé haberlo hecho inofensivo. ¿Por qué no me recordaste la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro, en la que el narrador, Cristo, envió después de la muerte a uno al infierno y al otro al Cielo? Pero, ¿qué habrías conseguido? No mucho más de lo que conseguiste con todos tus otros discursos beatos. Poco a poco me fui fabricando un dios: con atributos suficientes para ser llamado así. Bastante lejos de mí, como para que no me obligara a tener relaciones con él. Suficientemente confuso, como para poder transformarlo a mi antojo. De este modo, sin cambiar de religión, yo podía imaginarlo como el dios panteísta del mundo o pensarlo, poéticamente, como un dios solitario.

Este “dios” no tenía Cielo para premiarme, ni infierno para asustarme. Yo lo dejaba en paz. En esto consistía mi culto de adoración. Es fácil creer en lo que agrada. Con el transcurso de los años, estaba bastante persuadida de mi religión. Se vivía bien así, sin molestias. Sólo una cosa podría haber roto mi suficiencia: un dolor profundo y prolongado. Pero este sufrimiento no llegó. ¿Comprendes ahora el significado de “Dios castiga a aquellos que ama”? Durante un domingo de julio, la Asociación de Jóvenes organizaba un paseo de A. Me gustaban las excursiones, pero no los discursos insípidos y demás beaterías. Otra imagen, muy diferente de la de Nuestra Señora de las Gracias de A., estaba desde hacía poco en el altar de mi corazón. Era el distinguido Max, del almacén de al lado. Ya habíamos conversado entretenidos, varias veces. Justamente ese domingo me invitó a pasear. La otra, con la que acostumbraba a salir, estaba enferma en el hospital.

El había comprendido que lo miraba mucho. Pero yo no pensaba en casarme todavía. Su posición económica era muy buena, pero también demasiado amable con todas las otras jovencitas. En aquel entonces yo quería un hombre que me perteneciera exclusivamente, como única mujer. Siempre conservé una cierta educación natural. (Eso es verdad. A pesar de su indiferencia religiosa, Ani tenía algo noble en su persona. Me desconcierta que también las personas “honestas” puedan caer en el infierno, si son deshonestas al huir del encuentro con Dios).

En ese paseo, Max me colmó de amabilidades. Nuestras conversaciones, es claro, no eran sobre la vida de los santos, como las de ustedes. Al día siguiente, en la oficina, me reprendiste por no haber ido al paseo de la Asociación. Cuando te conté mi diversión del domingo, tu primera pregunta fue: “¿Escuchaste Misa?”. Tonta! ¿Cómo podríamos ir a Misa si salimos a las 6 de la mañana? Me acuerdo que, muy exaltada, te dije: “El buen Dios no es tan mezquino como lo son los curas”. Ahora debo confesar que Dios, a pesar de su infinita bondad, considera todo con más seriedad que todos los sacerdotes juntos. Después de este primer paseo con Max, fui solamente una vez más a la Asociación, en las fiestas de Navidad. Algunas cosas me atraían. Pero en mi interior, ya me había separado de todas ustedes.

Los bailes, el cine, los paseos, continuaban. A veces peleábamos con Max, pero yo sabía cómo retenerlo. Odié mucho a mi rival que, al salir del hospital, se puso furiosa. En realidad, eso me favoreció. La calma distinguida que yo mostraba produjo una gran impresión en Max, que se inclinó definitivamente por mí. Conseguí encontrar la forma de denigrarla. Me expresaba con calma: por fuera, realidades objetivas, por dentro, vomitando hiel. Estos sentimientos y actitudes conducen rápidamente al infierno. Son diabólicos, en el sentido estricto del término. ¿Por qué te cuento todo esto? Para explicarte que así me aparté definitivamente de Dios. En realidad, Max y yo no llegamos muchas veces al extremo de la familiaridad. Me daba cuenta que me rebajaría a sus ojos si le concedía toda la libertad antes de tiempo. Por eso, supe controlarme. Realmente, yo estaba siempre dispuesta para todo lo que consideraba útil. Tenía que conquistar a Max. Para eso, ningún precio era demasiado alto.

Nos fuimos amando poco a poco, porque ambos teníamos valiosas cualidades que podíamos apreciar mutuamente. Yo era habilidosa, eficiente, de trato agradable. Retuve a Max con firmeza y conseguí, al menos durante los últimos meses antes del casamiento, ser la única que lo poseía. En eso consistió mi apostasía, en hacer mi dios con una criatura. En ninguna otra cosa puede realizarse más plenamente la apostasía como en el amor a una persona del otro sexo, cuando ese amor se ahoga en la materia. Esto es su encanto, su aguijón y su veneno. La “adoración” que tenía por Max se convirtió en mi religión. En ese tiempo, en la oficina, yo arremetía virulentamente contra los curas, los fieles, las indulgencias, los rosarios y demás estupideces.

Trataste de defender con una cierta inteligencia todo lo que yo atacada, aunque quizás sin sospechar que en realidad el problema no estaba en esas cosas. Lo que yo buscaba era un punto de apoyo. Todavía lo necesitaba para justificar racionalmente mi apostasía. Estaba sublevada contra Dios. No te dabas cuenta. Creías que todavía era católica. Por otra parte, yo quería ser llamada así; inclusive pagaba la contribución para el culto. Porque un cierto “reaseguro” nunca viene mal. Es posible que tus respuestas a veces dieran en el blanco. Pero no me alcanzaban, porque no te concedía razón. A raíz de estas relaciones sobre bases falsas, fue pequeño el dolor de nuestra separación, con motivo de mi casamiento.

Antes de casarme, me confesé y comulgué una vez más. Era una formalidad. Mi marido pensaba igual. Si era una formalidad, ¿por qué no cumplirla? Ustedes dicen que una comunión así es “indigna”. Bien, después de esa comunión “indigna”, logré un cierto sosiego en mi conciencia. Esa comunión fue la última. Nuestra vida conyugal transcurría, en general, en armonía. En casi todos los puntos teníamos la misma opinión. También en esto: no queríamos cargar con hijos. En realidad, mi marido quería tener uno, uno solo, naturalmente. Finalmente conseguí que él renunciara a ese deseo. Lo que más me gustaba eran los vestidos, los muebles lujosos, las reuniones mundanas, los paseos en automóvil y otras distracciones. Fue un año de placer el que medió entre mi casamiento y mi muerte repentina.

Todos los domingos íbamos a pasear en auto o visitábamos a los parientes de mi marido. Me avergonzaba de mi madre. Esos parientes se destacaban en la vida social, igual que nosotros. Pero en mi interior, sin embargo, nunca fui feliz. Había algo indeterminado que me corroía. Mi deseo era que, al llegar la muerte – la que sin duda demoraría mucho todavía – todo acabara. Ocurría tal como yo lo había escuchado de niña, durante una plática: Dios recompensa en este mundo toda obra buena que se haga. Si no puede premiarla en la otra vida, lo hace en la tierra. Inesperadamente, recibí una herencia de la tía Lote. Mi marido tuvo la suerte de ver sus ingresos notablemente aumentados. Así pude instalar, confortablemente, una casa nueva.

Mi religión estaba muriendo, como un resplandor crepuscular en un firmamento lejano. Los bares de la ciudad, los hoteles y los restaurantes por los que pasábamos en nuestros viajes, no nos acercaban a Dios. Todos los que los frecuentaban vivían como nosotros: de fuera hacia adentro, no de dentro hacia afuera. Si durante los viajes de vacaciones visitábamos una célebre catedral, tratábamos de divertirnos con el valor artístico de sus obras primas. Los sentimientos religiosos que irradiaban – especialmente las iglesias medievales – yo los neutralizaba criticando circunstancias accesorias de un hermano lego que nos guiaba, criticaba su negligencia en el aseo, criticaba el comercio de los piadosos monjes que fabricaban y vendían licor, criticaba el eterno repique de campanas llamando a los sagrados oficios, diciendo que el único fin era ganar dinero…

Así era como conseguía apartar a la gracia, cada vez que me llamaba. Especialmente descargaba mi mal humor frente a algunas pinturas de la Edad Media representando al Infierno en libros, cementerios y otros lugares. Allí el demonio asaba a las almas sobre fuego rojo o amarillo, mientras sus compañeros, con largas colas, le traen más víctimas. Clara, el infierno puede ser dibujado, pero nunca exagerado! Siempre me burlaba del fuego del infierno. Acuérdate de una conversación durante la cual te puse un fósforo encendido bajo la nariz, preguntándote: “¿Así huele?”

Apagaste en seguida la llama. Aquí nadie consigue hacerlo. Te digo más: el fuego del que habla la Biblia no es el tormento de la consciencia. Fuego es fuego! Debe ser interpretado al pie de la letra cuando Aquel dijo: “Apartáos de mí, malditos, id al fuego eterno”. Al pie de la letra! ¿Y cómo puede ser tocado un espíritu por el fuego material? Preguntarás. ¿Y cómo puede sufrir tu alma, en la tierra, si pones el dedo sobre una llama? Tampoco tu alma se quema, mientras tanto el dolor lo sufre todo el individuo. Del mismo modo, nosotros estamos aquí espiritualmente presos al fuego de nuestro ser y de nuestras facultades. Nuestra alma carece de la agilidad que le sería natural; no podemos pensar ni querer lo que querríamos.

No te sorprendas de mis palabras. Es un misterio contrario a las leyes de la naturaleza material: el fuego del infierno quema sin consumir. Nuestro mayor tormento consiste en saber que nunca veremos a Dios. ¿Cómo puede atormentarnos tanto esto, si en la tierra nos era indiferente? Mientras el cuchillo está sobre la mesa, no te impresiona. Le ves el filo, pero no lo sientes. Pero si el cuchillo entra en tus carnes, gritarás de dolor. Ahora, sentimos la pérdida de Dios. Antes, sólo pensábamos en ella.

No todas las almas sufren igual. Cuanto mayor fue la maldad, cuanto más frívolo y decidido, tanto más le pesa al condenado la pérdida de Dios, tanto más lo sofoca la criatura de que abusó. Los católicos que se condenan sufren más que los de otras religiones, porque recibieron y desaprovecharon, por lo general, más luces y mayores gracias. Los que tuvieron mayores conocimientos sufren más duramente que los que tuvieron menos. El que pecó por maldad sufre más que el que cayó por debilidad. Pero ninguno sufre más de lo que mereció. Oh, si esto no fuera verdad, tendría un motivo para odiar!

Un día me dijiste: nadie va al infierno sin saberlo. Eso le habría sido revelado a una santa. Yo me reía, mientras me atrincheraba en esta reflexión: “siendo así, siempre tendré tiempos suficiente para volver atrás”. Esta revelación es exacta. Antes de mi muerte repentina, es verdad, no conocía al infierno tal como es. Ningún ser humano lo conoce. Pero estaba perfectamente enterada de algo: “Si mueres, me decía, entrarás en la eternidad como una flecha, directamente contra Dios; habrá que aguantar las consecuencias”. Como te dije, no volví atrás. Perseveré en la misma dirección, arrastrada por la costumbre, con la que los hombres actúan cuanto más envejecen.

Mi muerte ocurrió así: Hace una semana – digo según las cuentas que llevan ustedes, porque si calculara por mis dolores, podría estar ardiendo en el infierno desde hace diez años – mi marido y yo salimos en otra excursión dominguera, que fue la última para mí. El día estaba radiante de sol. Me sentía muy bien, como pocas veces. Sin embargo, me traspasaba un presentimiento siniestro. Inesperadamente, en el viaje de regreso, mi marido y yo fuimos enceguecidos por los faros de un automóvil que venía en sentido contrario, a gran velocidad. Max perdió el control del vehículo. Jesús! Se escapó de mis labios, no como oración sino como grito. Sentí un dolor aplastante: comparado con el tormento actual, una bagatela. Después perdí el sentido.

¡Qué extraño! Aquella misma mañana, sin explicación, había surgido en mi mente este pensamiento. “Por una vez, podrías ir a Misa”. Era como una súplica. Un “¡no!” claro y decidido cortó el curso de la idea. “Con esas cosas tengo que terminar definitivamente”. Es decir, asumí todas las consecuencias. Ahora las soporto.

Lo que ocurrió después de mi muerte lo sabes. La suerte de mi marido, de mi madre, lo que ocurrió con mi cadáver, mi entierro, lo sé por una intuición natural que tenemos todos los que estamos aquí. Del resto de lo que ocurre en el mundo poseemos un conocimiento confuso. Sabemos lo que se refiere a nosotros. De este modo veo el lugar donde vives. Desperté de improviso en el momento de mi muerte. Me encontré inundada por una luz ofuscante. Era el mismo sitio donde había caído mi cadáver. Sucedió como en el teatro, cuando se apagan las luces de la sala, sube el telón y aparece una escena trágicamente iluminada. La escena de mi vida. Como en un espejo, mi alma se mostró a sí misma. Vi las gracias despreciadas y pisoteadas, desde mi juventud hasta el último “no” frente a Dios.

Me sentí como un asesino, al que llevan ante el tribunal para ver a la víctima exánime. ¿Arrepentirme? ¡Nunca! ¿Avergonzarme? ¡Jamás!

Mientras tanto, no conseguía permanecer bajo la mirada de Dios, a quien rechazaba. Sólo tenía una salida: la fuga. Así como Caín huyó del cadáver de Abel, así mi alma se proyectó lejos de esta visión de horror.

Este era el Juicio particular.

Habló el invisible juez: “APÁRTATE DE MI”. De inmediato mi alma, como una sombra amarilla de azufre, se despeñó al lugar del eterno tormento.

Epílogo de Clara:

Así terminó la carta de Anita sobre el Infierno. Las últimas palabras eran casi ilegibles, tan torcidas estaban las letras. Cuando terminé de leer la última línea, la carta se convirtió en cenizas. ¿Qué es lo que escucho? En medio de los duros términos de las palabras que imaginaba haber leído, resonó el dulce tañido de una campana. Me desperté de inmediato. Estaba acostada en mi cuarto. La luz matinal entraba por la ventana. Las campanadas de las Avemarías llegaban de la iglesia parroquial. ¿Todo había sido un sueño?

Nunca había sentido antes en el Angelus tanto consuelo como después de ese sueño. Lentamente, fui rezando las oraciones. Entonces comprendí: la bendita Madre del Señor quiere defenderte. Venera a María filialmente, si no quieres tener el destino que te contó – aunque fuera en sueños – un alma que jamás verá a Dios. Temblando todavía por la visión nocturna, me levanté, me vestí con prisa y huí a la capilla de la casa. Mi corazón palpitaba con violencia. Los huéspedes que estaban más cerca me miraban con preocupación. Quizás pensaban que estaba agitada por correr escaleras abajo.

Una bondadosa señora de Budapest, un alma sacrificada, pequeña como una niña, miope, aún fervorosa en el servicio de Dios, de gran penetración espiritual, me dijo por la tarde en el jardín: “Señorita, Nuestro Señor no quiere ser servido con excitación”. Pero ella advertía que otra cosa me había excitado y aún me preocupaba. Agregó, bondadosamente: “Nada te turbe – conoces el aviso de Santa Teresa – nada te espante. Todo pasa. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta”. Mientras susurraba esto, sin adoptar un aire magisterial, parecía estar leyendo mi alma.

“Sólo Dios basta”. Sí, El ha de bastarme, en éste o en el otro mundo. Quiero poseerlo allí un día, por más sacrificios que tenga que hacer aquí para vencer. No quiero caer en el infierno.

Algunas consideraciones finales

Quizás no como objeción, pero no puede eludirse una pregunta: ¿Cómo puede haber recordado Clara con tal precisión todas las palabras de la carta de la condenada? Respondemos: quien hace lo más, puede hacer lo menos. Quien comienza una obra, puede también concluirla. Si la manifestación de ultratumba es un hecho preternatural, Clara debe haber tenido también una asistencia preternatural para escribir con exactitud todas las palabras leídas durante la visión.

La eternidad de las penas del infierno es un dogma. Seguramente, el más terrible de todos. Tiene su fundamento en las Sagradas Escrituras. Ver San Mateo XXV, 41 y 46; II a los Tesalonicenses, 1, 9; Judith XIII; Apocalipsis XIV, 11 y XX, 10; todos estos textos son irrefutables, en los que la expresión “eterno” no puede interpretarse como “largo o prolongado”. De la conveniencia de ilustrar este dogma con un caso particular, nos da ejemplo Nuestro Señor Jesucristo en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Allí se encuentra una descripción del infierno y del peligro de caer en él. No es otra la intención de este trabajo. Expresa también nuestra finalidad el siguiente consejo: “Vayamos al infierno mientras estemos vivos, para no caer allí después de la muerte”.
(https://www.hispanidadcatolica.com/2019/01/espeluznante-carta-de-un-alma-condenada/?fbclid=IwAR3KfWur089WLQLaErr3ctnRpVoX0Lo9oTIY80tGhWkEFF32d0dbvcpvbMM)