El poseso, acusado de realizar rituales satánicos que incluían el homicidio ritual y la antropofagia.
Luis Alfredo González Hernández fue detenido este jueves por asesinar y devorar parte de los restos de un hombre en la ciudad de Barlovento, Venezuela.
Los agentes del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) han apodado al joven homicida como el “artista antropófago” porque había utilizado la sangre y las cenizas del propietario de una finca, que estuvo desaparecido durante días, para pintar en un lienzo.
González –un moreno desgreñado y con ojos desorbitados– ha admitido en los interrogatorios policiales el crimen. Tras confirmar que ha descuartizado y comido gran parte del dueño de la finca, el asesino ha argumentado que su víctima lo había “contratado” para ejecutar un extraño “servicio funerario” que consistía en “darle muerte, comer parte del mismo y con su sangre y cenizas hacer pinturas en lienzo”, ha explicado Douglas Rico, director del CICPC.
En la finca de la víctima, en la calurosa localidad de Barlovento, se han hallado restos óseos, documentos pertenecientes a personas ajenas a la propiedad y otras pinturas. Rico ha informado que se está investigando si estos papeles coinciden con la identidad de ciudadanos reportados como desaparecidos en Venezuela. La policía científica también practicará exámenes de antropología forense a las “obras de arte” halladas en el sitio. No se descarta que se trate de un asesino en serie.
Todavía no se ha revelado la identidad del dueño de la finca asesinado. Tampoco se ha indicado si el antropófago ha confesado ser el autor de otros homicidios. La frialdad de su declaración y su grotesco delito hacen suponer que se trata de un criminal con severos trastornos mentales.
El arresto del caníbal venezolano evoca a otro ocurrido en el Estado fronterizo de Táchira, en 1999. Se trata de Dorancel Vargas Gómez, un mendigo desquiciado que asesinó y y se comió los restos de, al menos, 10 hombres. Hasta su apariencia física es semejante a la de González. Es una escalofriante historia que se repite 19 años después.
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