La urgencia de predicar sobre el Infierno
“Es de fe que existe el Cielo para los buenos y el infierno para los malos. La fe nos enseña que las penas del infierno son eternos, y también nos advierte que un solo pecado mortal es suficiente para condenar un alma para siempre a causa de la maldad infinita en la que ofende a un Dios infinito. Con estos principios más tajante en la mente, ¿cómo puedo permanecer indiferente al ver la facilidad con la que se cometen pecados, los pecados que se producen tan frecuentes como tomase un vaso de agua, los pecados y las ofensas que se perpetúan por la frivolidad o la desviación? ¿Cómo puedo descansar cuando vemos a tantos que están viviendo continuamente en pecado mortal y corriendo de esta manera ciega a su propia destrucción eterna? No, ciertamente que no puedo descansar, sino que es mi deber apresurarme para gritarles una advertencia a ellos. Si yo viera a alguien a punto de caer en un hoyo o un incendio, no voy a correr hasta él y le advertirá, y haría todo en mi poder para ayudarle a no caer en el? ¿Por qué no puedo hacer esto y mucho mas para evitar que los pecadores se caigan en el pozo y los fuegos del infierno?
Tampoco puedo entender por qué otros sacerdotes que creen las mismísimas verdades como yo, como todos debemos creer, no predican o exhortan a sus ovejas para que puedan evitar esta eternidad del infierno insoportable. Todavía es motivo de asombro para mí el que los laicos - a aquellos hombres y mujeres bendecidos con la fe - no dar aviso a aquellos que lo necesitan. Si una casa iban a prender en fuego en el medio de la noche, y si los habitantes de la misma casa y la otra gente de la ciudad estaban dormidos y no vieron el peligro, El primero que se dio cuenta del peligro ¿no sería el primero que gritar y correr por las calles, exclamando: "Fuego Fuego En esa casa de ahí!" Entonces ¿por qué no hacen una advertencia del fuego eterno para despertar a los que están a la deriva en el sueño del pecado de una manera tal que cuando abran los ojos se encontrarán ardiendo en las llamas eternas del infierno? ”
“Igualmente me obliga a predicar sin parar el ver la multitud de almas que caen en los infiernos,....
Y como veo la manera con que viven las gentes, muchísimas de asiento y habitualmente en pecado mortal, no pasa día que no aumenten el número de sus delitos. Cometen la iniquidad con la facilidad con que beben un vaso de agua, como por juguete y por risa obran la iniquidad. Estos desgraciados, por sus propios pies, marchan a los infiernos como ciegos, según el Profeta Sofonías: Ambulaverunt ut caeci quía Domino peccaverunt.
Si vosotros viérais a un ciego que va a caer en un pozo, en un precipicio, ¿no le advertiríais? He aquí lo que yo hago y que en conciencia debo hacer: advertir a los pecadores y hacerles ver el precipicio del infierno a que van a caer. ¡Ay de mí si no lo hiciera, que (me) tendría por reo de su condenación!
....La caridad me urge, me impele, me hace correr de una población a otra, me obliga a gritar: ¡Hijo mío, pecador, mira que te vas a caer en los infiernos! ¡Alto, no pases más adelante! Ay, cuántas veces pido a Dios lo que pedía Santa Catalina de Siena. Dadme, Señor, el ponerme por puertas del infierno y poder detener a cuantos van a entrar allá y decir a cada uno. ¿Adónde vas, infeliz? Atrás, anda, haz una buena confesión y salva tu alma y no vengas aquí a perderte por toda la eternidad!”. (Autobiografía san Antonio María Claret Del llamado de Dios para ir a predicar o misionar)
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