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lunes, 18 de marzo de 2013

Una huella ardiente del infierno: un recordatorio para toda la vida


El siguiente es el relato sobre cómo un hombre que debía estar muerto, apareció en la habitación de una dama, la tomó de la muñeca quemándola hasta el hueso, pronunciando estas palabras: “¡Hay un infierno!”


Este incidente es referido por un honorable sacerdote y superior de una comunidad religiosa. Este sacerdote tuvo los detalles de la historia a partir de una estrecha relación de una dama quien se lo contó.
En el momento de este relato, el día de Navidad de 1859, esta persona aún estaba viva y tenía aproximadamente cuarenta años de edad, por lo tanto no se menciona ningún nombre en el registro de este evento para proteger la identidad de las personas.
UNA VIUDA MUNDANA CON UN AMANTE
La mujer en cuestión en esta historia estaba viviendo en Londres, en el invierno de 1847-1848.Ella era viuda, de alrededor de veintinueve años de edad, muy rica y mundana.
Entre los jóvenes que la visitaban estaba joven señor de mala conducta que la cortejaba y con quien ella eventualmente cometió una serie de pecados.
Una noche estaba en la cama leyendo una novela cuando el reloj dio la una en punto. Ella apagó la vela y estaba a punto de dormirse cuando, para su gran sorpresa, se dio cuenta de un brillo extraño de la luz que venía de la puerta del salón, que se extendió poco a poco a su habitación.
HAY UN INFIERNO
Estupefacta en un primer momento y sin saber qué era aquello, comenzó a alarmarse, cuando vio que la puerta de la habitación se abría lentamente y el joven señor, el socio de sus desórdenes, entró en el cuarto.
Antes de que tuviera tiempo de decir una sola palabra, él la agarró por la muñeca izquierda, y con una voz silbante, le dijo en Inglés: “¡Hay un infierno!”, el dolor que de repente sintió en su brazo fue tan grande que inmediatamente se desmayó.
LAS HUELLAS
Cuando volvió en sí, alrededor de una media hora después, inmediatamente llamó a su doncella. Esta última, al entrar, notó un fuerte olor a quemado.
 Acercándose a su señora que estaba desesperada y casi no podía hablar, notó de inmediato en la muñeca una quemadura tan profunda que el hueso estaba al descubierto, y la carne casi toda consumida.
Por otra parte, señaló que, desde la puerta del salón a la cama y de regreso de la cama a la misma puerta, la alfombra llevaba las marcas de pasos de un hombre, que habían quemado las fibras de la alfombra.
Según las instrucciones de su ama, ella abrió la puerta del salón y allí se encontró con más huellas sobre la alfombra.
SU AMANTE HABÍA MUERTO
Al día siguiente, la infeliz señora aprendió, con un terror que fácil imaginar, que en esa misma noche, hacia la una de la mañana, su amigo, había sido encontrado borracho medio muerto debajo de la mesa, y que sus sirvientes lo habían llevado a su habitación, y que había muerto por intoxicación etílica en los brazos de ellos.
NO SE SABE SI LA MUJER SE CONVIRTIÓ
No sé a ciencia cierta, añadió el sacerdote superior, si la terrible lección convirtió el corazón de esa desgraciada mujer, pero lo que sí sé es que ella todavía está viva y que, para ocultar de la vista las huellas de su ominosa quemadura, lleva en la muñeca izquierda, como un brazalete, y un anillo de oro ancho, que ella no se despega de día o de noche.
Lo repito: tengo todos estos detalles de su pariente cercano, una cristiana seria, a cuya palabra presto la mayor creencia. Afirma que de esta historia nunca se habla, incluso en la familia, y que sólo se me confió a mi, suprimiendo todo nombre propio.
A pesar del anonimato bajo el que se ha puesto de manifiesto esta aparición y debe ser envuelta, parece imposible, dice un escritor, poner en duda la autenticidad de los terribles detalles.
Fuentes: Mystics of the Church, Signos de estos Tiempos

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