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viernes, 16 de noviembre de 2012

San Pedro Damián y el Purgatorio



HISTORIA DE SAN PEDRO DAMIÁN




Es una piadosa práctica del pueblo de Roma visitar las iglesias de la ciudad, portando velas en sus manos, en la viglia de la Asunción de la Santa Virgen, y pasar algún tiempo en oración. Un año, una devota mujer se encontraba entre la multitud de feligreses en la iglesia de Ara Coeli, y vió a corta distancia de ella, una mujer que había conocido íntimamente, y la cual había muerto un año atrás. No se aproximó a ella a causa de la multitud, así que esperó a que estuviese más cerca, y tan pronto como pudo aproximarse a ella, le preguntó:




"¿No eres tú mi madrina Marozia, la que me sostuvo en sus brazos cuando fuí bautizada?




"Sí", respondió la aparición, "De verdad que soy yo."




"¿Entonces como puedo estar reunida contigo aquí, cuando sé que has muerto el año pasado? ¿Qué te ha pasado en el otro lado de la tumba?"




La mujer muerta respondió" "Hasta hoy he estado prisionera del fuego inextinguible por culpa de los pecados de impureza que cometí en mi juventud. Yo los confesé todos, es verdad, pero hasta que la culpa no remitió, no escapé del castigo temporal, y a causa de ellos, he estado atrapada en el Purgatorio todo este tiempo. Hoy, la Reina del Cielo, movida con compasión por las almas sufrientes, ha obtenido para mi y para muchos otros, la liberación de la prisión y la admisión en el paraíso en honor de la fiesta de la Asunción. Tu sólamente me ves a mi, pero somos un número inmenso, yendo de una a otra de las iglesias dedicadas a María, para agradecerle Su compasión"




La piadosa mujer quedó estupefacta, no sabiendo que pensar, pero Marozia añadió: "Para que no puedas dudar sobre la verdad de mis palabras, te diré que morirás el próximo año, en la Fiesta de la Asunción. Si tu permaneces viva después de esta fecha, entonces puedes creer que todo esto es una ilusión". Y entonces ella desapareció.




La mujer permaneció en la iglesia, no era capaz de dudar que Dios había condescendido a avisarla de esta forma sobre su próxima muerte. Desde entonces renunció a toda clase de placeres mundanos y vivió una vida de gran austeridad y retiro, constantemente recibiendo los sacramentos de la Penitencia y la Sagrada Eucaristía.




Al año siguente, dos días antes de la Asunción, cayó enferma. El día siguiente, su enfermedad fue diagnosticada como irremediable, y en la Fiesta de la Asunción, ella murió piadosamente.

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